Texto publicado por Germán Marconi

De lo que estoy leyendo - Téleny, de Oscar Wilde.

“Cuando estuve más tranquilo, me hizo beber un vaso de agua azucarada rociada con esencia de azahar, y luego me dejó solo. Volví a dormirme, pero para despertarme en varias ocasiones y siempre ver al pianista delante de mí.
Y al día siguiente, su nombre todavía sonaba en mis oídos, mis labios lo murmuraban, mis primeros pensamientos volaban hacia él. Le veía, con los ojos del alma, de pie en el escenario, saludando al público, clavándome sus miradas de fuego.
Me quedé en la cama algún tiempo, contemplando perezosamente aquella visión vaporosa e indistinta, tratando de reconstruir aquellos rasgos que se confundían en mi recuerdo con los de varias estatuas de Antínoo. Analizando mis impresiones, tenía conciencia de una sensación nueva, de un vago malestar lleno de inquietud. Volvía a sentir en mí un vacío, sin poder comprender si aquel vacío estaba en mi corazón o en mi cabeza. No había perdido nada y sin embargo me sentía solo, abandonado, ¿qué digo?, despojado. Traté de explicarme a mí mismo mi estado mórbido, y lo único que pude descubrir es que aquellas sensaciones se parecían a las de la gente que tienen nostalgia de su tierra y el violento deseo de volver a ver a su madre, con la diferencia de que el exiliado sabe lo que le falta mientras que yo no habría sabido decirlo; algo indefinido, un no sé qué como el Sebnsucht del que tanto hablan los alemanes y que sienten tan poco.
La imagen de Téleny seguía acosándome, el nombre de René volvía constantemente a mis labios. Lo repetí docenas de veces. ¡Qué dulce era aquel nombre! Al oír esas dos sílabas, mi corazón palpitaba con más fuerza, mi sangre se volvía más caliente y viva. Me levanté sin prisa. Me vestí con indiferencia. Me miré en el espejo y, en lugar de verme, vi en él a Téleny; y detrás de él, nuestras sombras estaban unidas, como las había visto la víspera en la acera.
La criada que llamó a mi puerta me devolvió a la realidad. Me vi en el espejo y me encontré horrible. Por primera vez en mi vida, deseé para mí una apariencia hermosa, ¿qué digo?, una belleza fascinante.
La criada me informó de que mi madre me esperaba en el comedor, y …”.
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. De. "Teleny", de Oscar Wilde.
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Nota: El nombre del libro - y de uno de los protagonistas - no lleva tilde, tal cual lo escribí al final del fragmento, al citar la obra, pero le agregué tildes en el texto, para que conserve la acentuación que se nota al pronunciarlo. Disculpas por esta licencia.

Germán.