Texto publicado por Miguel de Portugalete

Maximiliano González Jewkes (Argentina) título del cuento Tousa

Maximiliano González Jewkes (Argentina) título del cuento Tousa
Tousa, sentado en el primer banco, invertebradamente, incansable, dibuja. Sus hojas se acumulan, se arremolinan entre los papeles de Iñiguez, su compañero de banco, que protesta porque están en clase de Historia e Iñiguez teme anotar el nombre de algún prócer sobre los monstruos que dibuja febril, Tousa, que casi no ve, que usa unos anteojos gruesísimos y se pone colorado como si hiciera fuerza al dibujar.
Cuando el profesor se va, él deja el lápiz sobre una especie de Salamandra gigante cuya pata aún no ha terminado, se dirige al frente, toma el borrador y hace desaparecer a Belgrano, Güemes y Las Heras. Alguien lo aplaude desde el fondo. Tousa deja el pizarrón en blanco, da dos pasos atrás y lo mira, sostiene la tiza firme en la diestra y empieza a dibujar
Al cabo de diez minutos, dos monstruos se tocan la punta de los dedos, el marco es infernal, aves de rapiña y lagartos los rodean. Retrocede dos pasos y observa. En una obsesión de que las figuras emanen de las marcas del pizarrón, hace un par de retoques al dibujo y respira aliviado."Bien Tousa, sos Miguel Ángel" -le grita Barbieri desde el fondo.
Tousa se sienta y se vuelve a enfrascar en el dibujo inconcluso de la Salamandra, dibuja y suda por los anteojos.
"Tousa, ¿no querés ir al baño con Segura?", le grita ahora Vázquez. "La otra vez no pasó nada, pero ahora Sánchez y yo te podemos dar una manito." Tousa evoca en breves imágenes sus piernas temblando, los pantalones bajos y la sonrisa semidentada de la mujer. Segura, la negra Segura, se dejaba en el baño de varones por unos mangos. Lo había acorralado a Tousa contra un mingitorio y le había dicho agarrándose los rollos de la cintura con la boca abierta:
"¿Ves, pajarito? Todo esto son pijas que me comí, ¿ves?" Tousa se alejó con pavor; como si viera animarse el Vía Crucis de El Bosco, transpiró, gritó y maldijo, y Vázquez le agarró una mano y se la puso en la teta de la negra. Era una teta golpeada, con el pezón violáceo y agrandado por las manos y las bocas. "¿Ves, Pajarito? que hay algo más en la vida que dibujar" Tousa se imaginó todas las manos, todas las bocas superpuestas sobre esa teta, empujó a sus compañeros y salió del baño. Se acurrucó en el banco, sacó una hoja y dibujó, mientras imaginaba a la negra Segura libando néctar en su oreja roja. Callado siguió delineando unos cuerpos que se parecían a Los caprichos de Goya. "Vení, Pajarito, vení, tatuame desnuda."
El papel se abarrotaba de cuerpos y se llenaba de animales apocalípticos y el curso reía a su alrededor fumaba y escupía.
Fijó sus ojos en la hoja y la dejó a un costado como si no fuera a verla más. En una hoja el doble de la anterior que desplegó ignorando las protestas de Iñiguez que se ve confinado en un extremo de su propio banco, delinea varias figuras, cuerpos que se retuercen confinados por la presencia de otros cuerpos. En el frente, el profesor de Literatura le advierte:
-Tousa, no dibuje en mi hora, para eso está la profesora de dibujo.
Tousa lo mira sin dejar el lápiz. Ve cómo el silencio envuelve al hombrecito de cejas pobladas en el frente. Los del fondo le gritan "Andáte gallego, andáte".
El profesor se crispa en su enojo y adopta una actitud exhorbitada, tartamudea unas palabras ininteligibles.
-Calmáte, Supercar, que Tousa es un gran dibujante -replica Vázquez con los pies cruzados sobre el banco y riendo de costado con malicia.
-¿Quién lo autorizó a ponerme apodos? -se exasperó el petiso cejudo.
-Hasta el Ministro de Educación sabe que te dicen Supercar ¿Qué te enojás?
Tousa sabe, viéndolo callar; que es un pobre hombre sin carácter, sabe que de España sólo le interesan Cervantes, Quevedo y Unamuno, autores que invariablemente se omiten en las vacuas clases del profesor.
El curso se sumerge en una orgía de gritos y chiflidos que no pueden ser contenidos por el insignificante y crispado individuo que se halla en el frente.
Después de un rato, el dibujo comienza a tomar forma. Varias escenas conviven en el papel a la manera de El Bosco y Brueghel. La clase de literatura -lamentable- culmina entre abucheos, risas y bollos de papel escupidos que son arrojados al frente y sobre el pizarrón, uno de los bollos despinta el nombre escrito en tiza celeste de Santa Teresa de Jesús. En dos oportunidades el profesor manda llamar al jefe de preceptores. Éste recrimina a la clase por el ruido y el desorden. Amenaza con sanciones colectivas, pero culmina su advertencia con un ataque de risa que contiene enseguida y que es descubierto por el desolado profesor
Tousa se aboca a trabajar en detalle cada figura mientras toda el aula salta gritando: "Gallego, gallego, andá a lavarte el culo". El profesor se va maldiciendo por lo bajo sin despedirse del curso. Tousa los mira y mira los bollos de papel, ve como Vázquez y Sánchez arrinconan a Lucero, intentan desvestirlo mientras le gritan: "Te vamos a hacer la fiesta, pibe". Le quitan sendos anillos de los dedos meñiques y sujetándolo empiezan a sacarle los pantalones. Las chicas ven la escena y se hacen comentarios al oído. Iñiguez mira a Tousa."Están locos." Tousa le hace una mueca y sigue con su dibujo. "Déjenlo, pobre ángel", ríe la negra ante los azorados ojos de Lucero.
La escena es apocalíptica. Los hombres son castigados -sodomizados- con hierros candentes, las mujeres maniatadas a ruedas de hierro, se arrancan los pelos y miran extraviadas en derredor. Todos los nacimientos conviven con las torturas y producen monstruos. Las gárgolas devoran en vuelo a los niños y los centauros violan a las mujeres casadas.
Tousa dibuja de memoria las expresiones en los pequeños rostros. Delinea las sombras y organiza los cuerpos que como el suyo, se agobian sobre sus miserias. La escena cobra, de a poco, vida. La muda algarabía que reproduce en el papel, lo ensordece en el aula. Retoca las figuras con la punta de grafito, como si acariciara al bordear, la carne de esos seres bidimensionales. Lucero pide auxilio afeminadamente, las risotadas se van aislando y lo dejan manoseado, temblando en un rincón como una actriz violada, acaba de entrar el profesor de Anatomía, que no presta atención al incidente y se deslumbra con el dibujo de Tousa. Ahora varias cabezas se perfilan por encima de la cabeza de Tousa.
En el trabajo sobre los rostros va imprimiendo, sin quererlo, las caras de sus compañeros. Sánchez es un centauro, Vázquez un demonio, Iñiguez, un hombre sodomizado por sátiros. El único rostro que no consigue reproducir es el de la negra Segura. "Tatuame el culo, pajarito." Se imagina en el espejo para incluir sus propias facciones en algún personaje de la escena a modo de firma. A un primer intento fallido se sucede un segundo, un tercero."Dibujá la cara de cagazo que pusiste con la negra" le dice Sánchez. Si no es la nariz, demasiado grande, son los ojos muy juntos o la boca ladeada. Opta finalmente por un rostro neutro como los de las estatuas griegas.
-¡Qué bárbaro! -dice Vázquez a quien Tousa reconoce por la voz. -¿Quiénes son?
-Nosotros -contesta Tousa con cierta alegría tenebrosa.
Se saca los anteojos, los deja sobre el banco, se levanta, mira de nuevo el dibujo y sale del aula rumbo al baño.

Maximiliano González Jewkes (Argentina)
Breve reseña sobre su obra
Profesor en Letras y crítico de cine y escritor argentino. Ha trabajado como docente y como columnista de cine en las revistas Generación Abierta, Rizoma (en la que además fue miembro del consejo de redacción) y en La pecera.
Ha publicado los libros de cuentos La garganta del sapo (1991), Cuadrivio (1997), Círculo en la Plaza, (2003, segundo premio del Fondo Nacional de las Artes) y los ensayos Literatura y Cine (1997); Sostiene Tabucchi, lecturas críticas (2000); Medios de comunicación, diez enfoques (2002, Premio Edenor). El Lungo, su primera novela, obtuvo un subsidio del Fondo de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Tousa aparece recopilado en Cuadrivio, Ediciones del Tridente.