Texto publicado por José Luis Rios

Alba de Toro enseña a los niños invidentes de la India a realizar sus sueños

La intérprete y traductora catalana Alba de Toro, ciega de nacimiento, explica en su primer libro, "Los colores de un sueño", su experiencia con niños invidentes en la India durante más de un año, donde siempre hizo bandera del lema que mueve su vida: "puedo hacer cualquier cosa que me proponga".
En una entrevista con Efe, la joven, de 25 años, rememora cómo desde siempre se ha sentido atraída por la India, un país al que acudió por primera vez con 18 años y al que no ha dejado de ir desde entonces, acompañada en sus últimas estancias por Tory, su perra lazarillo, sus ojos y su guía por las caóticas calles de Anantapur.

En "Los colores de un sueño" (Plataforma Editorial) da a conocer su experiencia en la escuela de Kadiri, un colegio de primaria para niños ciegos de entre cuatro y diez años, y lo que allí vivió con los pequeños Sandeeb y Santosh, por ejemplo, pero tampoco rehuye otras cuestiones sobre cómo se ve la muerte allí o cómo en determinados momentos se sentía "como un mono de feria".

"Una chica blanca, ciega y con un perro guía debe ser la cosa más rara que hayan visto jamás. La privacidad no existe en Anantapur, ni para mí ni para nadie, de modo que a veces me apetece salir corriendo y desaparecer por unos días. Sin embargo, cuando corro bajo la lluvia con mis niños, cuando juego y me peleo con ellos para llevarlos hasta el enorme charco que hay en el camino, cuando chapoteamos y nos quedamos chorreando, siento que tengo un poco de esa libertad que necesito", escribe en una de las páginas.

Alba, que actualmente trabaja en Manchester (Inglaterra) como traductora de español y de télugu -una lengua de la India que hablan unos 60 millones de personas-, comenta que lo que ha querido enseñar a los pequeños invidentes indios es que todo es posible si uno se lo propone.

Reconoce que mientras ella desde pequeña todo lo tuvo adaptado y "fácil", con unos padres que le "ayudaron siempre", y "con una institución como la ONCE detrás, allí nadie se había planteado que los niños ciegos podían dibujar o jugar al fútbol".

"Todo el mundo es muy sobreprotector con ellos, pero alguien les tenía que decir que si no saben hacer algo lo tienen que intentar y que es posible cocinar o escribir en un ordenador", insiste.

También les ha querido inculcar que por el hecho de ser ciegos no deben ir "con la cabeza baja" y que sin la ayuda de nadie pueden lavarse, peinarse, vestirse o tener la ropa ordenada. "Les he enseñado a ser independientes", apostilla.

Por otra parte, no esconde que en su peripecia en el país ella también ha aprendido que allí se respeta mucho más que en Occidente a la gente mayor y a la familia. "Tienen una visión más altruista de la vida así como una espiritualidad diferente", remacha.

Lo único que no ha aprendido, bromea, es a cultivar un huerto: "aunque ponía mucho entusiasmo en ello, pronto me di cuenta de que no era muy buena con los tomates o los calabacines", explica.

A pesar de que ahora lleva un tiempo en Inglaterra, dice que llama a menudo por teléfono a los niños de Anantapur y anuncia que los piensa visitar en un futuro próximo.

A punto de coger las maletas para pasar un mes de vacaciones en Cuba, Alba de Toro tampoco rehuye las preguntas sobre su actual trabajo como traductora e intérprete en Manchester, aunque, a menudo, debe dejar esta ciudad para desplazarse hasta Londres u otras ciudades del país.

Acompañada por la inseparable Tory -ataviada siempre con vistosos pañuelos-, la joven coge el tren y se planta en la capital británica, ya sea para trabajar de traductora en un hospital o de intérprete en una cárcel.

"Siempre me ha gustado ayudar a la gente. Es una manera de retornar todo lo que yo he recibido desde pequeña", apunta.

Sin planes de futuro a largo plazo, ahora sólo tiene claro que en agosto volverá a l'Ametlla del Vallès (Barcelona), donde vive su familia, porque va a ser tía de una niña y lo que quiere es ejercer como tal durante un tiempo.