Texto publicado por SUEÑOS;

inteligencia del alma:

66.- FORTALEZA

Juega la partida que te toca. Puede ser dolorosa pero debes jugarla.
James Brady

¿Traemos acaso un pliego de experiencias que "por narices" nos toca
vivir? ¿Se trata de algún extraño plan prenatal que nuestra supuesta
entidad espiritual ha planeado para el tratamiento de sutilización?
¿Podemos escapar del laberinto emocional que parece habernos íntimamente
tocado? Son preguntas que la humanidad, conforme se ha visto enfrentada
a situaciones incómodas y dolorosas, ha venido haciéndose de forma
sistemática y cuyas respuestas no se plantean en clave racional. La
intuición termina por insinuar sutilmente a cada cual que existen áreas
de pesadumbre no tan fluidas como otras y que, al parecer, es nuestro
llamado Karma el que nos demanda experimentarlas con todas las
consecuencias que conllevan.

¿Nos toca ser padres de hijos con defectos que atribuimos a nuestros
excónyuges?, ¿nos toca trabajar con un jefe insoportable y déspota?,
¿acabar el proyecto en que nos hemos visto metidos?, ¿aplazar nuestra
gratificación placentera para un momento más adecuado?, ¿quedarnos una
noche en vela?, ¿cuidar de esa persona que nos "cayó en el lote" al
nacer?, ¿ sentir dolor por el sufrimiento de alguien con el que nos
sentimos irrenunciablemente vinculados?, ¿nos toca esperar y esperar?
Pesadumbres variadas que parecen saldarse en alguna etapa del camino a
través de procesos que no podemos soslayar y que tememos nos acompañen
"de por vida". Sin embargo, con el paso del tiempo, las aparentes cruces
que parecieron llegar a nuestras vidas por una desgraciada lotería
cósmica, son precisamente los resortes de un futuro salto de conciencia
por el que se supera un modelo mental caduco y se accede a una nueva
expansión de conciencia.

¿Nos toca aguantar a compañeros o socios que sentimos "ponen menos"?,
¿nos toca vivir un período de estrechez económica?, ¿aceptar un cuerpo
que no nos gusta?, ¿nos ha tocado una familia que nos abruma?, ¿hemos
vivido ocasiones en las que hemos deseado morir y, que al parecer,
todavía no era el tiempo?, ¿nos toca soportar una pérdida tras otra?,

¿nos toca enfrentar la soledad? Son momentos de dolor que conllevan la
certeza de un nuevo y esperanzado ascenso. Y bien es cierto que,
mientras éste aprieta, la sabia aceptación del mismo rebaja la dolencia
en grado sumo.

El dolor aceptado conduce al alma a reinos insospechados. Cuando un ser
humano se siente motivado por el correcto juego de sus cartas y por
terminar la partida con dignidad y nobleza, en realidad, está elaborando
la competencia emocional que madurará su persona y abrirá la puerta del
sentido de su vida. Cuando transmutamos aspectos tales como lo puedan
ser la cólera, el sentimiento de injusticia, el deseo de venganza, la
codicia, la envidia y otras muchas miserias personales, convirtiéndolas
en amplitud mental y desapegada templanza, estamos haciendo aflorar al
alquimista interno que encontró plomo en su interior y terminó por
transformarlo en oro. El oro de la lucidez y la conciencia despierta.

En pleno dolor, el hecho de seguir adelante, aceptando sin resistencias,
supone encender un cohete hacia planos de amor y lucidez que, más pronto
o más tarde, endulzan el alma de ternura y grandeza. Una actitud que
recuerda las palabras del lúcido: En Tus manos encomiendo mi Espíritu.

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