Texto publicado por SUEÑOS;

Inteligencia del alma

65.- FORTALEZA

Para ser libre en el mundo, uno tiene que morir al mundo. Nisargadatta.

En la Universidad de Stanfford, se llevó a cabo un experimento conocido
con el nombre de "Test de las Golosinas". El experimento consistía en
situar, uno por uno, a niños de 4 años en una habitación en la que se
les dejaba frente a una golosina encima de la mesa. Al poco, un monitor
les decía: --Ahora debo marcharme y regresaré dentro de 20 minutos. Si
lo deseas, puedes tomarte la golosina, pero si esperas a que vuelva, te
daré dos de ellas--. Gran dilema. Cuando catorce años después estos
niños se vieron sometidos a un estudio comparativo, aquellos que habían
comido inmediatamente el manjar y los que habían esperado, se observó
que los que no habían sido capaces de esperar, eran más proclives al
estrés, tendían a irritarse y pelearse con más frecuencia y eran menos
aptos para resistirse a las tentaciones en aras de la consecución de un
determinado objetivo. ¿Capacidad de aplazar la gratificación inmediata?

Cuando uno reconoce que "necesita" una determinada satisfacción que le
proporciona una cosa o la presencia de una persona, es consciente de su
dependencia. Cuantas más opciones tenga nuestra mente para satisfacer
sus necesidades y lograr sus metas, más poder y libertad experimenta.
Aprender a aplazar el deseo y aprender asimismo a satisfacerlo
oportunamente, supone ser libre de la presión, a veces obsesiva, con que
éste trata de someternos. ¿Cuál es la cara oscura del deseo?,
¿frustración?, ¿apego?, ¿ansiedad? El hecho de satisfacer un deseo que
consideramos irresistible y ante el que nos declaramos sin posibilidad
de control, degrada nuestra vocación de libertad. Un gramo cura, gramo y
medio mata. La medida justa de capricho y de homenaje que le damos al
cuerpo y a la mente, es todo un arte que, en cada momento, varía de
cuantía. El deseo puede ser un motor vital que dinamiza nuestra
existencia, pero también una manera de perder el momento presente
mediante anticipaciones y ansiosas expectativas

El deseo abarca un gran abanico en el espectro de nuestra motivación
interna. Desde la compulsión hedonista hacia sensaciones placenteras,
hasta el propio deseo de liberarse del deseo y ser libre de las
consecuencias que éste tiene en la consciencia. Cuando el deseo es
transmutado en un nivel superior se convierte en voluntad, una capacidad
que marca el rumbo y conduce la vida.

Si uno satisface deseo tras deseo y se olvida paulatinamente de la
sobriedad del alma, sentirá lo mismo que experimenta el que bebe agua de
mar, que por más que beba y beba, nunca saciará su sed. Existe otro
camino que se entrena en el aplazamiento del impulso y en la disciplina
de una renuncia sana. Se trata de cultivar espacios de silencio y una
permanente mirada interna. Ambos convierten el deseo en voluntad,
elevando la energía del estómago apretado hacia el pecho y la cabeza.
Cuando una persona desea algo fervientemente y trabaja su
correspondiente desapego, logra convertir dicha "necesidad" en una
"opción", con lo que su deseo deja de ser exigencia. Los deseos de este
tipo, rara vez perjudican a otras personas.

"El reino de los cielos está en tu interior". Aprender a "pasar", supone
vaciarse de la visión ilusoria y darse cuenta de que la llamada realidad
objetiva, no es más que una proyección de la propia mente soñadora. Y si
uno muere a la ilusión del mundo, ¿a qué nacemos?,¿qué queda? Tal vez
queda el silencio consciente del uno mismo.

Tal vez queda el Observador de los fenómenos que llamamos existencia
manifestada. El Veedor que se sabe Totalidad y que ya saltó tras
integrar lo de dentro y lo de fuera.

19.- Fortaleza. Este día ha llegado especialmente para demostrar mi
constancia, tenacidad, vigor y energía eficaz.

José María Doria.