Texto publicado por Germán Marconi

De lo que estoy leyendo - El infierno de Gabriel

“Julia alzó la vista, temblando al oír la dureza en su voz.

Tú has dicho lo que querías decir. Creo que las leyes de la cortesía me otorgan el derecho de réplica. Se apartó de la puerta y se la quedó mirando fijamente, con furia reprimida.

Te abro las puertas porque es así como se trata a las damas, y tú, señorita Mitchell, eres una dama. Sé que yo no siempre me comporto como un caballero, aunque Gréis intentó inculcármelo.

»Réichel es una chica muy dulce, pero demasiado sentimental. Si por ella fuera, estaría recitando sonetos bajo tu ventana, como un adolescente. Así que vamos a dejar a mi hermana fuera de todo esto, ¿de acuerdo?
»Por lo que a ti respecta, si Gréis te adoptó como me adoptó a mí, quiere decir que vio en ti algo muy especial. Ella tenía un modo muy particular de curar a la gente, gracias al amor. Por desgracia, en tu caso, igual que en el mío, probablemente llegó demasiado tarde.

Julia levantó la vista al oír esas últimas palabras. Habría querido preguntarle a qué se refería, pero no se atrevió.

Te he pedido que bailaras conmigo porque me apetecía estar contigo. Tienes una mente brillante y una personalidad encantadora. Si quieres otro director, no me opondré, pero francamente, me decepcionas. No creía que fueras de las que se rinden ante la primera dificultad.
»Y si piensas que hago cosas por lástima es que no me conoces. Soy un cabrón egoísta y egocéntrico que no suele darse cuenta de los problemas de la gente que lo rodea. ¡Maldito sea tu discurso, maldita sea tu baja autoestima y maldito sea el curso de especialización! resopló, tratando de no perder la compostura.
Tu virginidad no es algo de lo que debas avergonzarte y, desde luego, no es asunto mío. Sólo quería hacerte sonreír y...
Se calló y le acarició la barbilla. Luego le levantó la cara con delicadeza hasta que sus ojos se encontraron.

Se inclinó hacia ella hasta que sus labios quedaron a escasos centímetros de distancia. Estaban tan cerca que Julia podía notar su aliento en la cara.
«Whisky escocés y licor de menta.»

Los dos aspiraron, empapándose del aliento del otro. Ella cerró los ojos y se humedeció el labio inferior, esperando.

Facilis descensus Averni susurró él y sus palabras agoreras y premonitorias golpearon a Julia en el alma. Qué fácil es descender al infierno.”
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De “-el infierno de Gabriel”, de sylvain Reynard.