Texto publicado por Rody Armando Mora

CARTA A LOS PODEROSOS DE LA TIERRA:

 
Una realidad social que resulta absolutamente evidente en el mundo humano, que siempre ha existido y cada vez adquiere contornos más notables, es la desproporción en el reparto de los bienes y la riqueza. Los extremos se alejan más y más, encontrando millones y millones de personas que carecen hasta de lo más elemental -de siquiera un plato de comida o agua en buen estado-, mientras por el contrario hay quienes acaparan incontable cantidad de bienes y dinero, dedicándose a los lujos extremos, las diversiones costosísimas y la gran vida. Dentro de estos límites, muchas variantes y categorías, pero siempre con un marcado desprecio por los que tan poco tienen por parte de la mayoría de quienes tienen tanto.

En algunos casos, tal tenencia de riqueza es perfectamente legítima, en cuanto no desobedece las leyes que la sociedad ha promulgado; en otros, es adquirida por medios ilícitos, a través de la corrupción, la dominación, el robo u otra forma de delito. Sin duda que es muy detestable esta última forma de ser rico, pero tampoco deja de serlo la primera. El egoísmo invade toda tenencia exagerada, porque sólo aprecia el goce de los bienes naturales o culturales por uno mismo, y a lo sumo por su familia y allegados. Para el egoísta los demás, claro, no somos nosotros. Su pensamiento es: “¡Sálvese y goce quien pueda, los otros que se arreglen –a la larga, pueden morirse de hambre, no es problema de uno!”

Unido al egoísmo está la falta de solidaridad. No hay conciencia de humanidad. De que el otro también soy yo, que yo podría haber sido él de haber tenido la suerte –o la desgracia- de haber nacido en su familia, en sus circunstancias. ¡Cómo puede ser esto posible!, tanto desprecio por nuestros semejantes, ¡tanta indolencia! Si pudiéramos observarnos desde fuera, digamos desde arriba –supongamos que fuéramos extraterrestres que llegamos a la Tierra-, ¿qué veríamos?

Palacios, torres, iglesias monumentales, obras arquitectónicas de un costo elevadísimo, sitios de enorme envergadura como canchas de deportes y lugares de diversión, grandes obras destinadas a servicios para fulgurantes ciudades llenas de luz y de lujos; mucha, muchísima riqueza por un lado. Y por otro lado, a veces pegados a esas mismas ciudades, enormes asentamientos de ranchos y viviendas muy precarias, con nulos o escasos servicios, imagen de abandono, sufrimiento, segregación y menosprecio. Y si sumáramos las personas que viven en una u otra situación, veríamos que las del segundo tipo son la gran mayoría...

Cualquiera que contemplara está situación –y tuviera la posibilidad de discernir-, no se sentiría sino asqueado. Como cuándo se ve a un indigente arrodillado rogando a Dios por un mendrugo de pan para él y sus hijos, en una iglesia repleta de adornos, pinturas, estatuas, de un porte esplendoroso y de un valor incalculable. ¡Cuántos panes, cuántos puestos de trabajo se podrían haber logrado con el valor de esa construcción y de su contenido!

Cada uno de nosotros puede hacer algo al respecto, y son muchas las personas que lo están haciendo. Pero es evidente que eso no alcanza si no se involucran los poderosos de la Tierra, los que realmente tienen las grandes riquezas y pueden decidir sobre ellas. A ustedes va dirigida esta carta. Por favor, en nombre del ser humano, de ustedes mismos, ¡cambien su actitud!

Los que pueden decidir -gobernantes, empresarios, líderes religiosos-, favorezcan a todas las personas, no sólo algunas. Los que mucho tienen, dense el gusto (sin duda que esto les dará mayor placer que cualquiera de sus sofisticadas diversiones) de hacer obras solidarias; no tanto de dar, sino de crear oportunidades de superación para otros semejantes. Verán que allí está la verdadera grandeza del ser humano, el sentido de su vida, y no tanto en su capacidad de hacer y tener obras materiales o culturales extraordinarias o en abundancia.

Es una reflexión sobre la inmensa disparidad de posesiones y oportunidades para unos y otros en nuestro mundo social

Colaboración de Humberto Bazán Mesquida
Argentina