Texto publicado por Miguel de Portugalete

Somos invitados en este planeta y en nuestros cuerpos

Prashant Kakode, fundador del Centro para la Salud Integral
Tengo 58 años. Nací en Goa (India) y vivo en Cambridge. Soltero, sin hijos.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Los políticos deberían pensar más en el
largo plazo y no en las próximas elecciones. Todos los humanos tenemos una
personalidad noble y un potencial muy valioso.

El mensajero.

Hijo y nieto de médicos, la convicción de que somos algo más que cuerpo y
cerebro le llevó a crear el Centro para la Salud Integral de Cambridge, que
utiliza la medicina holística para curar, y se centra en la educación para
la salud. "Hay un mensaje en la enfermedad". Coordina la Red Científica y
Médica, un foro interdisciplinario, líder a nivel internacional, de personas
comprometidas en la creación de una nueva visión del mundo más allá del
materialismo, para el siglo XXI. Recorre el mundo dando conferencias a
colegas y estudiantes sobre medicina espiritual. Sobre ella ha hablado en la
sede de Barcelona de la Universidad Espiritual Mundial Brahma Kumaris.

En la actualidad los seres humanos no están experimentando su propia
grandeza.

¿Por qué?
Las ataduras. Si alguien es muy fuerte pero está atado o agarrado a algo, no
puede utilizar su musculatura. Lo mismo ocurre con el talento.

Es extremo lo que dice.
La situación es extrema precisamente porque estamos autolimitados. Hay que
entender la vida de otra manera.

¿Cómo?
Somos invitados en este planeta. Si empiezo a poseer, cosas o personas, creo
dependencias. Si disfruto las cosas sin poseerlas y no me preocupa
perderlas, soy libre emocionalmente, y eso crea paz interna.

Según usted, las enfermedades son mensajes.
Si se sienta en esa postura errónea, acabará con dolor; si lo soluciona con
calmantes, tendrá un problema mayor. También una forma de pensar puede
sentarnos muy mal.

¿Cómo llegó a la medicina holística?
Era cirujano de un gran hospital en Manchester; allí tratábamos cuerpos, no
personas. Para el sistema médico imperante la conciencia es algo demasiado
sutil e invisible, así que la ignora.

Usted decidió contar con ella.
Todos percibimos un yo interior más allá del cuerpo y de la mente, capaz de
observarla. Un yo que utiliza el cuerpo y el cerebro pero que no es el
cerebro. Me fijé en ello e investigué como tantos científicos y médicos en
busca de nuevos paradigmas para explicar tantos fenómenos que la ciencia no
puede explicar.

¿Qué investigaciones son para usted clarificadoras?
Un médico griego, George Vithoulkas, invirtió más de veinte años en
investigar cómo reaparecía la enfermedad en otra parte del cuerpo a muchas
personas tratadas con anterioridad.

¿La enfermedad emigra?
Sí. La tesis es que empujamos las enfermedades hacia otro sistema del
cuerpo. En mis observaciones coincido con el doctor Vithoulkas; por tanto,
hay que tratar el problema que está más allá del síntoma.

¿Cuál es su experiencia?
En el centro curamos a muchas personas cambiando su estilo de vida. La
dieta, por ejemplo, es básica, y la mayoría come de manera errónea y tiene
actitudes nocivas.

¿Cuáles son las actitudes equivocadas?
Somos excesivamente dependientes de los sentidos. Si eres libre, hay armonía
y disfrute; si eres dependiente, hay preocupación, y siempre habrá un
motivo. Si estamos ocupados por el dolor, la ira, el mal humor o la
preocupación, no podemos experimentar la emoción en su vertiente positiva.

¿Sus consejos fundamentales?
La primera parte de la comida que ingerimos mantiene el cuerpo vivo; la
segunda mitad mantiene al médico vivo, y si seguimos comiendo, mantenemos al
dentista.

Hay que comer menos, entiendo.
Tenemos que dejar de comer cuando aún tenemos hambre. Si comemos hasta
saciarnos, estropeamos nuestro cuerpo.

¿Y para mantener a ese yo interior contentito?
Ser un observador de uno mismo, un invitado en este cuerpo y de este mundo
cambiante es un buen punto de partida. Desde esa distancia van surgiendo
respuestas.

Pero lo importante son las preguntas.
Hay otra fórmula muy sencilla que aplicamos en nuestro centro: pedimos a
nuestros pacientes que cuiden de otros pacientes. Pasar del "ayúdenme" a
ayudar a otros, colocarse en posición de dar resulta muy saludable y tiene
mucho poder.

Del ombliguismo a un buen deseo.
Si como sociedad más personas dedicaran un poco de tiempo a otros menos
afortunado, estaríamos mucho más sanos, porque este tipo de acción tiene la
fuerza de crear autorrespeto. Hay que cambiar el patrón de la enfermedad, el
insano "yo soy una víctima".

Entiendo.
Cuando mi abuelo era médico no había antibióticos. Médicos y enfermeras
estaban muy expuestos a las epidemias, pero él insistía en que sus
colaboradores no enfermaban, decía que el espíritu de servir era su
protección, y creo que ese es un gran secreto.

¿Algún otro hábito saludable?
Cinco minutos de meditación al día hace nuestra vida mucho más fácil.
Experimentemos la verdad de que somos invitados en nuestra vida, que no
poseemos nada y que por tanto no hemos perdido nada en este planeta. Eso da
ligereza. Estamos tan ocupados quejándonos, que no somos capaces de ver
otras posibles respuestas, nada como la distancia: vivir fuera de la caja.

Todos somos Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
Sí, todos tenemos un lado bueno y otro egoísta y manipulador. Los demás
puede que traten con Mr. Hyde unos minutos, pero cada uno ha de tratar con
él las veinticuatro horas, y eso ataca el sistema corporal.

Pero forma parte de nosotros.
Debilitemos a Hyde, es la confusión la que nos vuelve egoístas. Un poco de
claridad nos ayuda a hallar el siguiente interruptor.

Ima Sanchís.
LaVanguardia.