Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

El sabio que tomó el poder: cuento.

El sabio que tomó el poder

Augusto Monterroso

Un día, hace muchos años, el Mono advirtió que entre todos los animales
era él quien contaba con la descendencia más inteligente, o sea el
hombre. Animado por esta revelación empezó a estudiar un gran lote de
libros arrumbados desde antiguo en su casa y, a medida que aprendía, a
conducirse como ser importante frente a las situaciones más comunes. Fue
tal su empeño que en poco tiempo hizo enormes progresos, aconsejado por
la Zorra en política y en saber por el Búho y la Serpiente. De esta
manera, ante el asombro de los inocentes, pronto inició su ascenso a la
cumbre, hasta que llegó el día en que amigos y enemigos lo saludaron
secretario del León. Sin embargo, durante un insomnio (en los que había
caído desde que sabía que sabía tanto), el Mono hizo aún otro
descubrimiento sensacional: la injusticia de que el León, que contaba
únicamente con su fuerza y el miedo de los demás, fuera su jefe; y él,
que si quisiera, según leyó no recordaba dónde, con un poco de tesón
podía escribir otra vez los sonetos de Shakespeare, un mero subalterno.
A la mañana siguiente, armado de valor y aclarando una y otra vez la
garganta, durante más de una hora expuso al León con largas y elaboradas
razones la teoría de que de acuerdo con la lógica más elemental los
papeles debían cambiarse, pues para cualquiera con dos dedos de frente
era fácil ver cómo lo aventajaba en descendencia y, por supuesto, en
sabiduría. El León, que intrigado por el vuelo de una Mosca en ningún
momento había bajado la vista del techo, estuvo conforme con todo, en
ese mismo instante le cambió la corona por la pluma y, asomándose al
balcón, anunció el cambio a la ciudad y al mundo. De ahí en adelante,
cuando el Mono le ordenaba algo, el León, siempre de acuerdo, asentía
invariablemente con un zarpazo; y cuando el Mono lo regañaba por alguna
orden mal entendida o por un discurso mal redactado, con dos o tres;
hasta que, pasado poco tiempo, en el cuerpo del nuevo rey, o sea el Mono
sabio, no iba quedando sitio del que no manara sangre, o cosas peores.
Por último el Mono, casi de rodillas, rogó al León volver al anterior
estado de cosas, a lo que el León, aburrido como desde hacía mil años,
le respondió con un bostezo que sí, y con otro que estaba bien, que
volvieran al anterior estado de cosas, y le recibió la corona y le
devolvió la pluma, y desde entonces el Mono conserva la pluma y el León
la corona.

Augusto Monterroso

Breve reseña sobre su obra

Nació en Guatemala en 1921 y reside exiliado en México desde 1944. El
origen modesto de su familia y el "miedo a los exámenes" , como él dice,
le hicieron abandonar los estudios. Hacia los 15 años inició su
formación autodidacta; alternaba sus visitas a la Biblioteca Nacional
con el trabajo en una carnicería. De 1954 hasta 1956 vivió en Clille,
donde trabajo como secretario de Pablo Neruda. En 1988 recibió la
condecoración del Aguila Azteca de México por su aporte a la cultura de
este país. Obras completas (y otros cuentos) es el irónico título con el
que se dio a conocer en 1959. Es autor también de La oveja negra y demás
fábulas (1969), Movimiento perpetuo (1972), Lo demás es silencio (1978),
La palabra mágica (1983), La letra e (1987). Sus obras han sido
traducidas a numerosos idiomas. El reconocido escritor italiano Italo
Calvino, alabó la brevedad de sus cuentos en su obra Seis propuestas
para el próxinio milenio. De hecho, no creemos que nadie haya superado
en brevedad este famoso cuento de Monterroso-.e