Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Cosa de animales: cuento.

En el Día del Animal y por el orgullo de pertenecer a su preciado reino, en mi condición de tiflobípedo, vayan mis mejores cariños para todos los animalitos del mundo, extensivos a aquellos bichos humanos que saben cómo cuidarlos y brindarles el amor que se merecen.

¡Doble ración de balanceado para ellos! ¡Y muuuchas felicidades!

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Cosa De Animales

A fin de vacacionar disfrutando del verano la familia de Lucas se trasladó a su casa quinta. El niño tenía 11 años y era tan inquieto como inteligente, gracias a lo cual había logrado convencer a los demás para llevar consigo a los seres queridos: los peces, el perro, la gata, los canarios y los prolíferos hámsters.

Apenas llegaron, liberó a los animalitos acuáticos multicolores en la piscina para que gozaran de las profundidades, evocando a Jacques Cousteau. Fue así que en un momento cuando su madre nadaba plácidamente, la rozó un pececito rojo, y al interpretar que sería una piraña sangrienta emergió aterrorizada huyendo de aquel "monstruo carnívoro". Lucas fue reprendido severamente por su padre con los primeros gritos y cachetazos de vacaciones.

Más tarde aprovechando el terreno, junto a su hermana se dedicaron a explorar y recolectar bichitos silvestres. Daiana capturó vaquitas de San Antonio y mariposas, que al exhibirlas fue elogiada por sus padres. Paralelamente, una araña, gatas peludas, orugas y varios insectos fueron la fauna obtenida por Lucas. Al mostrar una tarántula posada en el hombro su mamá se desmayó y el padre enfrentó a la ponzoñosa bestia aplastándola de un certero pisotón. Se repitieron los cachetazos de rigor en las mejillas y las advertencias sobre lo nefasto de los bicharracos para la vida humana.

La familia no olvidaba cuando Lucas tenía siete años de edad y en un instante le cortó un mechón de cabellos a su cariñosa abuela Adelaida, además de revisarle las arrugas y várices para conocer su metamorfosis. Todos coincidían en que tenía hábitos asquerosos porque manipulaba animales enfermos, gusanos, escuerzos y bichos sucios. Su mamá decía que era una especie de Daktari mugriento, mientras también vaticinaba con halos de felicidad, que seguramente su vástago sería médico veterinario en el futuro. En cambio el padre reivindicó el empleo del "cachetazo" como infalible método de educación. para Lucas, por supuesto, y le prohibió que se acercara, que tuviese cualquier contacto o simplemente, que mencionara jamás a animal alguno, porque si no abandonaba esas costumbres, en su madurez terminaría siendo un criador de renacuajos o un miserable vendedor de lombrices.

Pasaron algunos días amargos para el seudo biólogo y sin poder contener su relación con el reino animal, escondió una víbora culebra entre las sábanas. La única que se enteró fue la abuela, aunque ofició de cómplice involuntaria ya que nadie supo el motivo de su ataque de hipertensión y porqué enmudeció durante una semana. Menos mal que nadie llegó a observar la yunta de murciélagos que protegía bajo la cama y así, por primera vez salvó sus mejillas de los didácticos cachetazos.

Una tarde al vibrar el timbre en forma insistente, su madre le pidió que averiguara de quién se trataba. Lucas observó a través de la mirilla de la puerta y no llegaba a comprender lo que estaba viendo. Asombrado llevó sus manos a la cabeza y salió a verificarlo. Segundos después entró tan sonriente como si hubiese visto a los Reyes Magos dejándole bolsas de juguetes.

- ¿Quién es el que insiste tanto, Lucas?

- Nada, no es nadie, mamá.

- Pero siguen insistiendo con el timbre. Fijate quién es, por favor. ¡Decime quien es!

- Bueno, vos preguntaste, mamá: ¡Es un camello! ¡Un jorobado del desierto! -respondió gritando pleno de alegría.

- Lucas no te burles, no me mientas, ¡por favor!

- Tenés razón, mamá. La verdad es. ¡Que además del camello hay una cebra y se están comiendo las flores!

- ¡Ya basta! ¡Encima de mentiroso, fantasioso de las bestias! -intervino el padre indignado.

Coherente con sus modales, el progenitor no soportó que Lucas se burlara de su mamá, y menos que siguiera metiendo animales en cada diálogo, entonces irrumpió cacheteándolo exageradamente al tiempo que le gritaba:

- ¡Te comportás como una bestia! ¡Serás tan miserable como el peor animal!

La abuela sin comprender que sucedía, intervino pidiendo sensatez en un intento de apaciguar a su yerno. La madre en defensa del niño lo escudaba con su cuerpo. Daiana, desesperada quiso calmarlos pidiendo cordura, y terminó recibiendo una paliza paterna, por comedida nomás. ¡Un desastre familiar!

Mientras tanto el timbre no dejaba de repiquetear y a medida que cada uno se asomaba para dar una ojeada, expresaba un desconcierto y tanta intriga en el rostro, que desorientaba a los demás. Lo que no podían creer, era que en el jardín anterior de la casa se encontraban saboreando flores, precisamente una cebra y un camello. El animal jorobado tenía medio cuerpo introducido en el jardín y el resto entre los pilares de la puerta, pulsando con sus cuartos traseros, sin intención, el timbre de llamada. Justo en ese momento, se acercaban los cuidadores del Circo al que pertenecían los artistas cuadrúpedos, para su rescate y traslado "a casa".

Esta historia se encontró mucho tiempo después, en el Diario Intimo de la abuela Adelaida, quien en contraposición a la conducta de su yerno, nunca había tolerado a la violencia como método educativo. Pudo saberse que en la actualidad Lucas es un Biólogo que desarrolla tareas de investigación en el Instituto Africano de la National Geographic, donde llegó a recibir la distinción internacional más importante de la ciencia, y en momentos de percibir el premio de millones de dólares, sin dejar de acariciarse las mejillas dijo;: "Este galardón se lo dedico a mi padre. y que Dios lo perdone."

© Edgardo González

"Cuando la pluma se agita en manos de un escritor, siempre se remueve algún polvillo de su alma".

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Van mis amables saludos.

Edgardo de los Buenos Ayres.