Texto publicado por Félix Manuel

Una leyenda de Chequia.

Cuenta la leyenda que, en el siglo VIII, nació una princesa de nombre Libuše, la hija menor de Krok, un gobernante checo. Sus hermanas se llamaban Kazi y Teta y, aun siendo la más joven, Libuše resultaba ser la más amada por el pueblo, quienes la definían como hermosa, casta, inteligente y sensata; tanto era así, que incluso los hombres más valientes moderaban su voz y sus palabras cuando la joven princesa pasaba a su lado.

Por todo ello, cuando el padre Krok murió, sus hijas, los ancianos, los nobles y los sacerdotes de los clanes se reunieron junto a la muchedumbre en un bosque sagrado cubierto de tilos, robles y hayas, para dilucidar de común acuerdo cómo proceder a continuación.

El resultado fue que, por abrumadora mayoría, se decidió que quien debía continuar con el legado de Krok debería de ser la princesa Libuše, por lo que la nueva soberana fue trasladada a su nueva morada, Vysehrad, donde poseía su propio castillo.

Enseguida dio muestras de su buen hacer y de su buen juicio, gobernando de manera sabia a todo su pueblo, que acudía a ella con sus problemas y desacuerdos para que la monarca dictase justicia, demostrando constantemente ser una dirigente sabia y prudente.

Sin embargo, pronto comenzaron a surgir los desencuentros, provocados porque cierto sector masculino no estaba de acuerdo con que fuese una mujer quien los gobernase. A este respecto, le pidieron a Libuše que eligiese un príncipe con quien contraer matrimonio: el elegido fue Přemysl, un labrador natural de la aldea de Stadice. De su unión nació Nezamysl, dando comienzo así en la República Checa a la dinastía Přemyslida.

Además, se dice que la soberana poseía el don de la profecía y, en uno de sus augurios profetizó la fundación de la ciudad de Praga:

“Veo una gran ciudad, cuya gloria alcanzará hasta las estrellas.

Allí en ese boque hay un lugar, desde aquí alejado treinta cacerías. El río Vltava lo circunda.

Hacia la medianoche lo encierra con profundo valle el arroyo Brusnic; hacia el lado del mediodía una montaña rocosa en un lateral, al lado del bosque de Strahov.

Allí, cuando lleguen, en medio del bosque, encontrarán a un hombre que está labrando el umbral* de una vivienda.

Y llamarán al castillo que edificarán, Praha. Y así, como inclinan su cabeza los soberanos y gobernantes frente al umbral, así también la inclinarán frente a mi ciudad.