Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Mala onda: cuento.

Mala Onda

Esa tarde húmeda y sofocante, Danilo regresaba tristemente de internar a su perro en el centro antirrábico municipal, pues como lazarillo había fracasado. El tierno Rotwëiller de mirada asiática, oriundo de Taiwán, tenía algunas falencias: era daltónico, desconocía el idioma, iba hacia donde se le ocurría y los minusválidos no le simpatizaban… así pasaron por sus fauces el amo, tres ciegos, dos rengos y un sordo.

El joven dolido intentaba caminar con su bendito bastón, pero no era cosa fácil. Mucha gente detenida ante las vidrieras, chicos que jugaban, personas a paso lento luciendo el celular o fumando y algunos simplemente abriendo la boca, pero todos a la espera que “el otro” lo ayude, y “el otro” ese día pintaba su ausencia. Eso justificaba el haber sido ignorado y que lo llevaran por delante pisándole su bastón blanco hasta dejarlo como una encorvada banana. Buscando la parada del micro fue embestido por una chica que “no lo vio” haciéndolo caer sobre el puesto de pochoclos. El vendedor enfurecido le lanzó una acaramelada manzana a la cabeza y de inmediato comenzó a recoger del suelo las palomitas de maíz, pero sin dejar de insultar a la mamá de Danilo. Al final, arrastrando su inocencia el joven logró ascender al transporte colectivo con el cabello meloso y el bastón revirado. Dirigiendo sus nalgas hacia el primer asiento palpó con ellas el rostro de un señor que de puro “mala onda” se enojó, aprovechando el disgusto para no cederle el lugar. Con la educación que lo caracterizaba y señalando sus ojos, Danilo le explicó que era discapacitado visual, y aquel hombre con cara de pocos amigos le respondió:

- Ah sí, pero lo que usted quiere sentar aquí precisamente no tiene ojos. ¡A llorar a la iglesia!

- Chofer, por favor, ¿puede decirle al señor que me ceda el asiento?

- Escuchame una cosa –dijo el conductor- todavía no sacaste boleto y ya empezás a joder…

- ¿Boleto? No, no. Soy discapacitado, la ley me asiste para no hacerlo.

- Las leyes… ¿sabés dónde te las podés perder?, ¡pagá o te bajás!

Indignado y tratando de evitar problemas, el joven comenzó a buscar monedas en el bolsillo, descubriendo que alguna mano ajena ya había pasado por ahí. No le había quedado ni una chirola. La desagradable sorpresa lo dejó inmóvil con un semblante que rogaba piedad y los ojos mirando la nada, hasta que una mujer algo excedida de peso que desbordaba el asiento, salivó en el piso y le gritó:

- ¿Y a mí qué me mirás?, ¿no pensarás que te pague el viaje, no? ¡Con esa cara de violador y depravado que tenés!, ¿qué estás pretendiendo de mí?

Los pasajeros no podían permanecer indiferentes y una joven somnolienta de pronunciadas ojeras, cabellos multicolores y Satanás tatuado en la frente, se puso de pie vociferando:

- ¡Ah! ¿Así que este es un depravado? ¡Ya fue, loco, ya fue! ¡Hay que matarlo! ¡Es un police, al atáaaaaaaque!

Y comenzó a golpearlo con su enorme cartera recubierta de tachas y tachuelas. El conductor no podía permitir tanta violencia a bordo y deteniendo la marcha tomó intervención. Sujetando a Danilo por el cuello le reprochó:

- ¿Para qué subiste, para hacer despelote nomás? ¡Abajo, abajo!

Pero no todo era malo, una anciana acudió en defensa del muchacho y para evitar que el chofer lo bajara, lo tomó de los pantalones y se inició un forcejeo aunque la tela de sus prendas no eran de lo mejor. Danilo terminó tendido en la vereda, golpeado, los pelos azucarados, descalzo, cara de desconcierto y unos colgajos a modo de pantalón. Trataba de ponerse de pie apoyado en su bastón tipo media luna, cuando una señora que cubría los ojos de su pequeña hija, gritaba con desesperación:

- ¡Es un exhibicionista perverso y degenerado!, ¡hagan algo, por favor!, ¡cástrenlo!, ¡ampútenlo ya!

De inmediato, por ser un tema tan interesante, la gente lo cercó para repudiarlo y algunos lo zamarrearon diciéndole epítetos irreproducibles ante las cámaras de televisión. Oportunamente llegó la policía reduciéndolo con dureza y colocándole las esposas, Danilo fue arrastrado hasta quedar dentro del patrullero, mientras el público aplaudía con beneplácito y ovacionaba a los hombres de la ley por su impecable accionar.

- Pero Oficial… -preguntó Danilo- ¿Por qué me llevan preso?, ¿yo qué hice?

- ¡Por que sos un degenerado!, ¡degenerado igual que todos los ciegos! ¿O no viste cómo la gente trató de ayudarte?, ¿no viste cómo se preocupó por vos? ¡Desagradecido, no ves nada! ¡Espero que te manden a la silla eléctrica por mala onda!

En ese momento, estalló la indignación. La pacífica imagen de Danilo despertó al igual que un indio sanguinario y agitando el blanco bastón como lanza, profirió gritos neurasténicos al tiempo que saltaba como una pantera y demolía todo lo que encontraba a su alrededor. ¡Muerte, muerte! –repetía sin cesar-.

Así fue como destruyó una lámpara, la radio, una almohada, el reloj despertador……

© Edgardo González

“Cuando la pluma se agita en manos de un escritor, siempre se remueve algún polvillo de su alma”.