Texto publicado por ADELA PINZON

El PAPA FRANCISCO en su libro el verdadero poder es el servicio

En el mensaje que en el año 2005 el hoy papa Francisco les dirigia a los catequista en Argentina, se aprecia su marcado servicio hacia las clases sociales màs excluidas y manifiesta que la iglesia debe salir de sus claustros y llegar directamente a las comunidades.

Aqui pego el capitulo del libro donde esta escrito este mensaje.

“...Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tu estás conmigo...” (Sal 22, 4).
Quehacer de catequistas, que en el caso de ustedes, se realiza aquí, en Buenos Aires, en esta gran ciudad que con su complejidad la hace de alguna manera sumamente singular. ¡Son catequistas porteños! y, en este sentido, por lo que conlleva una gran ciudad, los deberá diferenciar del catequista de cualquier otro sitio.
Toda gran ciudad tiene muchas riquezas, muchas posibilidades, pero también son muchos los peligros. Uno de ellos es el de la exclusión. A veces me pregunto si como Iglesia diocesana no somos cómplices de una cultura de la exclusión en la que ya no hay lugar para el anciano, el niño molesta, no hay tiempo para detenerse al borde del camino. La tentación es grande, sobre todo porque se apoya en los nuevos dogmas modernos como la eficiencia y el pragmatismo. Por ello, hace falta mucha audacia para ir contra la corriente, para no renunciar a la utopía posible de que sea precisamente la inclusión, la que marque el estilo y ritmo de nuestro paso.
Anímense a pensar la pastoral y la catequesis desde la periferia, desde aquellos que están más alejados, de los que habitualmente no concurren a la Parroquia. Ellos también están invitados a la Boda del Cordero. Hace unos años les decía en un EAC: ¡Salgan de las cuevas! Hoy se los repito: ¡Salgan de la sacristía, de la secretaría parroquial, de los salones vip!, ¡salgan! Hagan presente la pastoral del atrio, de las puertas, de las casas, de la calle. No esperen, ¡salgan! Y sobre todo hagan presente una catequesis que no excluya, que sepa de ritmos distintos, abierta a los nuevos desafíos de este mundo complejo. No se transformen en funcionarios rígidos, fundamentalistas de la planificación que excluye.
Dios los ha llamado a ser sus catequistas. En esta Iglesia de Buenos Aires que está transitando tiempos del Espíritu, sean parte y protagonistas de la asamblea diocesana, no para “manijear”, ni imponer, sino para hacer juntos la apasionante experiencia del discernir con otros, de dejar que sea Dios quien escriba la historia.
Cada año ustedes como catequistas se reúnen en el EAC. Y el EAC es sinónimo de comunión. Dejan por un día el trabajo de la parroquia para experimentar la riqueza de la comunión, sinfonía hermosa de lo distinto y común. Es un día de compartir, de enriquecerse con el otro, de hacer la experiencia de vivir en el patio del La Salle “la carpa de encuentro” de quienes semana a semana, a grandes y a chicos, anuncian a Jesús. Vivan esa comunión también con los otros agentes pastorales, con los demás miembros del pueblo fiel. Sean diáconos, es decir, servidores casi obsesivos de la comunión. Súmense a este soplo del Espíritu que nos invita a superar nuestro individualismo porteño que canoniza el “no te metás”. Desterremos por un rato la mentalidad nostálgica y tanguera del “no va a andar”, para vencer a los profetas de desgracia que ya el camino los encuentra viejos y cansados...
En el mundo actual, ya hay demasiado dolor y rostros entristecidos como para que quienes creemos en la Buena Noticia del Evangelio escondamos el gozo pascual. Por eso, anuncien con alegría que Jesús es el Señor... Esa alegría profunda, que tiene su causa justamente en el Señor.
Con los catequistas de todo el país pidan a Dios esta gracia para este año del ENAC. Por eso marcharán juntos con los catequistas del Gran Buenos Aires el 24 de abril, para cuidar y preservar la capacidad de fiesta, la alegría del peregrinar con otro, el gozo de saberse hermanados en esta hermosa vocación de catequistas. Lo harán ligeros de equipajes, con un corazón lleno de fervor... Y lo harán en Luján, junto a la Madre Fiel, para que ella los ayude a encontrarse con su Hijo, y en Él, con todo el pueblo de Dios que peregrina en esta tierra Argentina...
Renovarán su vocación, confirmarán su misión. Pedirán la gracia de ser instrumentos de comunión, para que haciendo de la Iglesia una Casa de todos, puedan hacer presente la ternura de Dios en las penosas situaciones de la vida, aun en los tiempos de conflictos que sé que se vislumbran en un futuro no muy lejano.
Que María de Luján les conceda lo que piden con los catequistas de todo el país: “Hacer de su ministerio un lugar de escucha, anuncio y alegría”.
Homilía a los Catequistas, EAC, marzo de 2005