Texto publicado por Leandro Benítez

Un artículo sobre la comunidad los horcones, la única en el mundo que aplica la psicología para crear un modelo alternativo de sociedad, y además funciona como centro terapéutico para niños con autismo

Una aldea
vs. el autismo
Desde hace cuatro décadas, esta comunidad vive bajo las reglas de la psicología conductual. No son una comuna de hippies, tampoco una secta. Con su método crearon un centro de ayuda para niños autistas que se utiliza como modelo en otros países. Día Siete estuvo en Los Horcones, en Sonora, un lugar único en el mundo que aplica la técnica del reforzamiento natural para el aprendizaje y el cambio de hábitos.
La base de las relaciones humanas en Los Horcones es el principio de compartir, no el de competencia. La técnica ha resultado útil para atender el autismo.
CCésar Andrés Pérez Robinson lee 20 libros en promedio al año. Cada uno de los ejemplares tiene unas 500 páginas. Su nivel de lectura está a la altura de un país desarrollado como Estados Unidos o Alemania y sobre el promedio de México de 1.2 libros, según los datos oficiales. César tiene 13 años y vive en Los Horcones, una comunidad alejada de las ciudades, que vive bajo sus propias reglas. Incrustada en la sierra de Sonora, en el noroeste del país, es la única en el mundo que aplica la psicología conductual.
Un grupo de siete psicólogos y un niño llegaron en 1973 a ese lugar desprovisto de civilización donde se escucha el soplo del viento y el sonido de los animales en la noche. Ahí fundaron un centro especializado en problemas de conducta para niños autistas y una comunidad en una superficie de 20 hectáreas, inspirados en el libro Walden Dos de B.F. Skinner, autor de un modelo de comunidad basado en el análisis de la conducta para crear una sociedad más perfecta.
Sólo cuatro de los fundadores se quedaron con el tiempo. Dos parejas, los Robinson y los Armendáriz. Ellos continúan su vida de la comunidad. César Andrés es un miembro de la tercera generación. Desde los 7 años trabaja con niños autistas en el Centro y estudia a través de un Modelo Personalizante Comunitario Conductual y del reforzamiento natural –principio estudiado por Skinner– que permite aprender de forma autodidacta y a distancia la primaria, secundaria y preparatoria en tres años y presentar los exámenes ante la Secretaría de Educación Pública.
“Estoy muy interesado en estudiar a las antiguas civilizaciones. Acabo de terminar de leer una serie sobre los griegos”, dice César Andrés.
A sus 13 años alimenta su hambre de lectura constantemente. Una práctica que realiza con metodología. Su secreto: siempre tener algo que leer.
“Leo de todo, series, libros de historia, novelas. Acabo de terminar El Código Da Vinci. A veces leo un libro en una semana. Otras en un mes, dependiendo”. Hace una pausa y mira a su alrededor antes de contestar sobre los tiempos y lugares para leer.
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“Lo hago en mis tiempos libres. Cuando termino de comer o de estudiar algo. En vez de irme a ver televisión, me pongo a leer en el porche
o en la biblioteca. En las noches antes de dormir. Siempre tengo un libro. Si no he escogido algún libro interesante, postergo la lectura del que ya tengo para tener todos los días un capítulo para leer. Aunque lo quiera terminar ese día, dejo un poco para el día siguiente. Así, siempre estoy leyendo”.
Mal interpretado Cuando Los Horcones inició, hace casi 37 años, era una comunidad no del todo aceptada por los vecinos de Hermosillo y de las comunidades aledañas.
Ubicada a la altura del kilómetro 63 de la carretera Hermosillo-Tecoripa, a una hora de camino de la capital sonorense. El proyecto fue visto con reservas e inició a marchas forzadas.
Si un niño empieza a pintar y es elogiado por sus padres, la diferencia intrínseca la hace el darle un pincel para que la actividad sea más reforzante y trasladar el efecto natural a lo exterior que sería el halago...
El terreno fue accesible, debido al bajo costo, y la construcción de las áreas ocurrió poco a poco. En un inicio sólo se construyó el área de la sala, el comedor y la cocina. Y el Centro donde trabajarían.
Se tejieron al mismo tiempo mitos alrededor de los habitantes de Los Horcones. Principalmente por sus semejanzas con Walden Dos, modelo de inspiración, más no copia fiel del mismo, donde se aplica el “Condicionamiento operante” propuesto por el autor.
“Skinner ha sido mal interpretado. Al momento que entras a la página y ves la comunidad, piensas que es como un laboratorio con ratas. El error que cometió fue escribir de una forma muy técnica y no fue comprendido. Utilizar la palabra control. La gente lo tomó como un control despótico y no como un manejo de las variables de la conducta”, asegura Esteban Armendáriz, de 32 años y miembro de la segunda generación.
En el lugar hay más niños como César Andrés. Como sus hermanos Diana Mariza, de 7 años y Daniel, de 16.
La primera juega ajedrez con su abuelo y apoya a los adultos en la enseñanza a los niños autistas. El segundo, toca el piano y estudia con atención de forma autodidacta la toma, los planos, la fotografía, la producción cinematográfica y construye guiándose por internet una mega pantalla plana para la sala audiovisual y así poder ver largometrajes y documentales como si estuviera en el cine.
El secreto de estos niños que a su corta edad muestran un adelanto superior al promedio de los infantes que se forman a través de los métodos de la educación oficial, se debe al reforzamiento natural de Skinner. Un método que es la base para todos los procesos de aprendizaje de Los Horcones.
“El reforzamiento natural es todo lo que es intrínsecamente reforzante de la misma actividad. Muchas veces por estar haciendo las cosas para recibir un reforzamiento extrínseco nos olvidamos de reforzar la actividad”, explica Amin Robinson.
El terapeuta ejemplifica con un niño que empieza a pintar y que al ser elogiado por los padres, continúa pintando por este reforzador más que por la actividad misma. La diferencia la hace el darle
un pincel al niño, para que la actividad sea más reforzante y trasladar el efecto natural a lo exterior que sería el elogio.
Compartir vs competir En Los Horcones, a diferencia del modelo de sociedad convencional, se aplican principios básicos como: igualdad, cooperación y solución efectiva de problemas. Actualmente a esta comunidad la conforman 18 personas. Su hogar lo constituye una especie de finca con lugares comunes como estancia, biblioteca, cocina, comedor, áreas de trabajo, casa de muñecas, canchas y una pequeña plaza recreativa.
“Es una organización que promueve ese tipo de valores, utilizamos la ciencia de la conducta, el análisis de la conducta para organizarnos. Se hacen reglas para que el compartir sea suave. Si vamos a compartir una sala, vamos a poner reglas. Si vamos a compartir la ropa, pondremos un armario donde encontremos camisas para diferentes propósitos”, señala Esteban Armendáriz.
No son hippies A diferencia del mundo exterior a la comunidad, en donde uno de los valores es el principio de competencia, en los Horcones el compartir es la base de sus relaciones sociales. Comparten la ropa, los libros, las tareas domésticas, las labores de preparación de alimentos, el horneado de pan, la siembra de hortalizas, la crianza de los animales, el cuidado de los niños y a las mascotas.
Los pequeños tienen una casa de juegos o de muñecas, donde se ubican los juguetes que los niños comparten. No sólo entre los menores miembros de la comunidad, también con los pequeños visitantes del Centro de Tratamiento de Autismo.
Existen diferentes propiedades: la propiedad comunal y el uso privado de ésta. El libro que César Andrés lee, no le puede ser sustraído mientras él lo ocupa. Ni el reloj o la vestimenta que Esteban lleva consigo. Hay espacios comunes y privados, como las habitaciones.
Los Horcones es la única comunidad en su tipo en México y el mundo. Aúnque es poco conocida, el mismo Skinner visitaba Los Horcones e invitó en más de una ocasión a sus fundadores a la Universidad de Harvard en Estados Unidos para presentar ponencias sobre el tema. Hasta el lugar se trasladan grupos de universi
dades del estado, profesionistas, científicos del país
y de otros continentes.
“Existen muchas comunidades llamadas intencionales. Son un grupo de personas que se juntan con un objetivo común, antes había las comunas, que eran un movimiento hippie. Las hay con una base religiosa, arquitectónica, ecológica. Nosotros somos la única que se basa en cómo llevarnos mejor como personas. La única que aplica la psicología conductual para llegar a esos valores”. B.F. Skinner deseaba pasar los últimos días de su vida en la comunidad, relata Esteban. Pero su salud impidió ese deseo. Actualmente mantienen relación con la hija de Skinner y Los Horcones tiene convenios de intercambio de estudiantes con la Universidad de Barcelona en España, una de Canadá, Noruega y Polonia, entre otros.
En la comunidad se permiten to
das las creencias religiosas y afiliaciones
políticas. Los miembros ejercen el voto como cualquier ciudadano. Está permitido casarse o vivir en unión libre. Hay libertad de elección.
Amin David Robinson, de 32 años, miembro de la comunidad, compara Los Horcones con el proyecto de La Biósfera Dos de Arizona, una estructura diseñada en 1985 por Space Biosphere Ventures en Oracle, Arizona, para estudiar la interacción de los ecosistemas y la viabilidad de ésta en el espacio.
“Las personas conocían todo a la perfección. Se
metieron ahí, iban a tratar de ser autosuficientes, de
interactuar con el ecosistema. Donde fracasó fue en las relaciones humanas. Esas personas vinieron a visitarnos y se sorprendieron. Nos dijeron ‘llevan 30 años juntos y han podido resolver sus problemas’, porque nosotros le damos prioridad a las relaciones humanas”.
Autismo y conductismo
La comunidad está registrada como una cooperativa y sobrevive con los recursos que genera el trabajo que los miembros realizan como terapeutas en el Centro de Tratamiento de Autismo.
Según los especialistas de Los Horcones, un niño de cada 100 es diagnosticado con autismo. Cuando se fundó la comunidad, el diagnóstico era uno de cada 10 mil. El autismo se convirtió en el primer problema de desarrollo infantil y su tratamiento requiere un trabajo especializado.
En el Centro se atienden niños de diferentes partes del país como Tijuana, Mazatlán, Hermosillo, Distrito Federal, Guadalajara y de ciudades fronterizas de Estados Unidos como San Diego y Nogales. El paciente más pequeño es un niño de 1 año y 8 meses y el más grande, un adulto de 35.
La comunidad ocupa una superficie de 20 hectáreas. Se inspiró en el libro Walden Dos, de B.F. Skinner, autor de un modelo de comunidad basado en el análisis de la conducta para crear una sociedad más perfecta
“Ahorita en Estados Unidos ya está de moda aplicar el análisis de la conducta a los problemas de autismo. Antes no. Se aplicaba la delfinoterapia, la equinoterapia, la meditación y un sinfín más. Nuestro centro es uno de los más intensivos que existen y damos talleres y capacitaciones a otros centros”, indica Esteban.
El centro trabaja con seis niños dentro de un programa de Intervención Temprana, ocho horas diarias, cinco días a la semana.
“El niño viene, se le enseña todo. Tenemos cinco niños en el programa de Comunidad Enseñante. Esos jóvenes son adolescentes que se incluyen en la vida cotidiana de la comunidad. Se les enseñan las conductas ocupacionales”.
El pronóstico de los niños es bueno, dicen. Son pacientes que aprenderán a hablar, a contestar preguntas, a bañarse, lavarse los dientes, conductas de autocuidado y a socializar.
Los jóvenes terapeutas de la segunda generación empezaron su preparación como psicólogos conductistas, especializados en autismo, desde los 8 años de edad, educación a cargo de Juan Robinson, uno de los fundadores, y prosiguieron en España y en los estados de California y Michigan, en Estados Unidos.
Buscan crecer Hace 10 años, Juan Robinson, uno de los fundadores más fuertes de la comunidad visualizaba como estrategia para crecer la adopción de niños. Esto no se materializó. Ahora el crecimiento de Los Horcones está en manos de la segunda generación. Juan Robinson se encuentra delicado de salud en una clínica en Hermosillo. Su esposa lo acompaña y la pareja Armendáriz.
Los jóvenes tienen otra estrategia. Promoverse en las grandes ciudades.
“Nuestro objetivo es dar una propuesta, ojalá estuviéramos en medio de la ciudad de Hermosillo para que más personas se juntaran y nos ayudaran a vivir de una forma más cooperativa”, dice Esteban Armendáriz.
Los planes para Los Horcones son inaugurar un Centro de Autismo en el Distrito Federal a mediados de 2010 e iniciar con talleres la promoción de su forma de vida. Los atardeceres en Los Horcones son apacibles y cálidos a pesar de la
temporada invernal. El sol, al ocultarse, va tornándose anaranjado y al morir la luz, va dejando una estela rosada en el cielo.
Los adultos disfrutan el tiempo bajo la sombra de un mezquite o descansan en alguna de las mecedoras del porche. Las mujeres se dividen las labores culinarias. Unas preparan la cena, mientras otras hornean el pan en la panadería comunitaria.
Los niños de la comunidad se entretienen jugando pin-pong. Leyendo, creando aparatos o en una partida de ajedrez con el abuelo.
La mirada felina de Diana Mariza, de 7 años, se clava en las piezas del ajedrez. Es hábil para el juego y también para la palabra. De todos los niños nativos de la comunidad, es la más entusiasta al trabajar con los menores autistas.
“Me gusta recibirlos. Ayudar a los adultos en la enseñanza”, dice.
Diana comparte su vida con esos niños. También los juguetes de la comunidad. A pesar de que tiene la casa de muñecas, para la pequeña niña es más divertido pasar un poco de tiempo pensando en cómo ganarle la partida a don Idelfonso, el abuelo de la comunidad. •
Una vida nueva
A sus 73 años, Idelfonso Pérez Gerardo pone a prueba su capacidad de adaptación y vive en una comunidad como Los Horcones, después de tener una vida marcada por los cambios de residencia y la búsqueda de nuevos horizontes.
Es originario de Mocorito, Sinaloa. Estudió Ingeniería Civil en el Distrito Federal, donde radicó durante 30 años, contrajo matrimonio y procreó a sus hijos.
Vivió tres años en Tucson, Arizona, y después en Mexicali, Baja California. Uno de sus hijos se casó con una integrante de Los Horcones.
De acuerdo a los nativos de la comunidad, al lugar entran y salen personas que intentan cambiar su forma de vivir. Para la mayoría es difícil modificar los hábitos aprendidos durante
toda una vida.