Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

La cuna: un escrito.

LA CUNA

Si yo supiera de qué selva vino

El árbol vigoroso que dio el cedro

Para tornear la cuna de mi hijo…

Quisiera bendecir su nombre exótico.

Quisiera adivinar bajo qué cielo,

Bajo qué brisas fue creciendo lento,

El árbol que nació con el destino

De ser tan puro y diminuto lecho.

Yo elegí esta cunita

Una mañana cálida de Enero.

Mi compañero la quería de mimbre,

Blanca y pequeña como un lindo cesto.

Pero hubo un cedro que nació hace años

Con el sino de ser para mi hijo,

Y preferí la de madera rica

Con adornos de bronce. ¡Estaba escrito!

A veces, mientras duerme el pequeñuelo,

Yo me doy a forjar bellas historias:

Tal vez bajo su copa una cobriza

Madre venía a amamantar su niño

Todas las tardecitas, a la hora

En que este cedro amparador de nidos,

Se llenaba de pájaros con sueño,

De música, de arrullos y de píos.

¡Debió de ser tan alto y tan erguido,

Tan fuerte contra el cierzo y la borrasca,

Que jamás el granizo le hizo mella

Ni nunca el viento doblegó sus ramas!

Él, en las primaveras, retoñaba

Primero que ninguno. ¡Era tan sano!

Tenía el aspecto de un gigante bueno

Con su gran tronco y su ramaje amplio.

Árbol inmenso que te hiciste humilde

Para acunar a un niño entre tus gajos:

¡Has de mecer los hijos de mis hijos!

¡Toda mi raza dormirá en tus brazos!

JUANA DE IBARBOUROU