Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera
La monja y el camionero: humor.
Un camionero iba conduciendo por la A6 desde La Coruña hacia Madrid, llevando un cargamento de marisco. Cuando había recorrido unos cien kilómetros, vio a una monja que hacía autostop. Pensando en hacer una buena obra, detuvo su camión y le invitó a subir. Acomodada la joven monja en el asiento del copiloto, continuaron viaje.
Tras unos minutos de charla, el camionero detuvo su camión en un descampado e invitó a su acompañante a que viera su carga. Ya en el remolque, el camionero dijo:
- Obviamente, no te he traído aquí para enseñarte mi mercancía. Te vengo observando desde que te recogí y me he dado cuenta de que estás muy buena, y ahora me gustaría que me pagaras el viaje.
- Pero... ¡esto no se le hace a una esclava del Señor...!
- Mujer, cuando accediste a subir a un camión, debiste pensar que se te cobraría el viaje.
- Pero... ¡Yo soy una novicia y no me he acostado nunca con ningún hombre...!
El camionero insistía y ella seguía implorando:
-. ¡Yo quiero consagrar mi vida a Dios, y quiero permanecer virgen...!
La muchacha lloraba ante la mirada impasible del conductor, quien insistía.
- Pues lo siento mucho. Si no te acuestas conmigo, te dejaré en mitad del campo.
Ante la perspectiva de ser abandonada, la monja accedió.
Cuando hubieron terminado y ya en la cabina, la joven exclamó con cara de satisfación:
- ¡Qué bien! ¿Qué van a decir mis compañeras cuando les diga que lo he hecho cuatro veces al venir a Madrid?
- ¿Cuatro veces? –pregunta extrañado el camionero. ¡Pero si sólo ha sido una...!
- Sí... ¡Pero aún quedan más de 300 kilómetros!