Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Nuestro cuerpo le molesta al cerebro.

Nuestro cuerpo le molesta al cerebro

Kevin Warwick, catedrático de Cibernética, Universidad de Reading
Mi cuerpo tiene 58 años; mi ilusión de aprender se mantiene adolescente.
Nací en Coventry. Mi mujer, Irena, se implanta electrodos
conmigo. Mis jefes
son ustedes, que pagan con impuestos mi fascinante investigación: me afano
en serles más útil. Colaboro con CosmoCaixa.

'Capitán Cyber'.

Kevin Warwick, Captain Cyber en los medios, ha movido por
internet desde su
cerebro en Nueva York un brazo robótico en Inglaterra: ha conectado su red
neuronal a la de su señora para hablarse sin palabras. Ha generado un
cerebro con neuronas de abortos humanos y se lo ha implantado a
un robot que
aprende y toma decisiones. Sus pacientes de parkinson le agradecen sus
avances en estimulación electrocerebral. Y explica que nuestro
cuerpo -evolucionado para correr tras la caza- engorda porque gana su
sustento inmóvil ante pantallas (PC, tele, móvil, iPad...). Por eso me
inquieta su profecía de que nuestros cerebros en red se librarán
de nuestros
cuerpos.
Conecté mi cerebro a un ordenador en Nueva York y envié sus impulsos a
través de internet a un brazo robótico en mi laboratorio de Inglaterra. Y
ese brazo se movió. Y pude sentirlo igual que el mío.
¿Para qué sirve ese experimento?
Además de perfeccionar brazos y piernas artificiales para quienes los han
perdido, piense, por ejemplo, en su cerebro en la Tierra y su cuerpo
trabajando en la Luna o Marte.
¿Me pagarían a mí o a mi cuerpo?
¡Ahí esta el problema! La gran incógnita del futuro es nuestra identidad.
Hay otros: ¿cómo se lleva con su pareja? ¿La escucha?
Siempre ha habido quejas al respecto.
La mía, Irena, también se quejaba. Estaba claro que teníamos un
problema de
comunicación. Así que un día conectamos mi sistema nervioso a su mano y,
cuando ella la movía, yo recibía los impulsos en mi cerebro, y nos
comunicábamos con código morse.
Y lo que se ahorraban de teléfono.
Fue un modesto homenaje a Morse. Porque recuerde que el inventor del
telégrafo, Samuel Morse, escribió hace casi dos siglos que con
aquel invento
quería "enviar señales de un cerebro a otro cerebro".
Y lo logró.
No, porque topó con la misma barrera que nosotros: la interfaz entre
cerebros, el lenguaje. Porque las neuronas se conectan on line con exactos
impulsos electroquímicos. pero para llegar de una mente a otra deben pasar
por el arcaico lenguaje humano.
Estamos incomunicados por la lengua.
Comparado con lo instantáneo y preciso de la transmisión en la
red neuronal,
nuestro lenguaje es un código ambiguo e impreciso... Y hablar,
¡qué lenta y
primitiva manera de emitir y recibir ondas sonoras!
¿Tan maravilloso sería conectar nuestros cerebros directamente
sin lenguaje?
Trabajo con cirujanos de Oxford para curar el parkinson. Conectamos los
cerebros enfermos a una inteligencia artificial que les proporciona un
estímulo eléctrico que corrige la disfunción que genera temblores.
Brillante.
Pero la solución definitiva está en regenerar o incluso generar
más cerebro
con células neuronales. Por eso mi apuesta favorita ahora es la
metamorfosis
de Kafka al revés.
Un robot que se convierte poco a poco en humano y un día podrá
explicar qué
siente.
¿Cómo lo hacen?
Cultivamos células de cerebro humano, las alimentamos hasta que crecen y
espontáneamente se conectan entre sí en red -momento mágico-;
creamos así un
cerebro que responde a nuestros estímulos y... ¡aprende!
¿De dónde sacan las neuronas?
Nos las vende una empresa estadounidense que las extrae de abortos o
embriones que no han prosperado.
¿Y le ponen ese cerebrito a un robot?
Y a ese robot le enseñamos hasta que toma iniciativas relativamente
autónomas.
¿Relativamente?
Porque depende de nosotros: lo alimentamos. Pero ¿usted es totalmente
autónomo?
Cerebro natural en cuerpo artificial.
Artificial y natural; virtual y real; biológico o robótico... Es ya lo
mismo. Corregimos disfunciones neuronales bioquímicas con implantes
electrónicos. ¿Y acaso ese implante corrector no es cerebro también?
¿Implantarán memoria, recuerdos?
Sí. Por ahora trabajamos para manipular la manifestación física de nuestra
memoria.
Mis recuerdos son mi identidad: si los borra, modifica o me añade, ¿quien
soy?
Usted está grabando esta conversación con su smartphone. El móvil ya es su
memoria: da igual que sus recuerdos estén en un chip de silicio y no en
neuronas biológicas.
¡Hay tanto de nosotros en nuestros móviles como en nuestros cerebros!
Usted es su memoria, y también está en el móvil, que guarda la charla y la
pone en red.
Hoy vivimos más ante pantallas (ordenador, móvil, teles...) que ante
personas.
Las pantallas nos dan compañía, trabajo para subsistir, sexo, información,
estímulo: la vida es la pantalla. No hay diferencia.
Para esa vida necesito unos ojos enormes que pantallearían día y noche.
Es que nuestro cuerpo ya es un impedimento para nuestro cerebro: nuestras
neuronas se conectan mejor en red que nuestras células. Por eso nuestro
cuerpo hoy se engorda y degrada: la obesidad, la diabetes...
Pronto nuestros
cerebros se librarán de ellos.
No sé si es un futuro estimulante.
Tampoco necesitará ojos: cuando solucionemos el problema de las interfaces
estaremos conectados directamente a las redes sin pantallas. Enlazaremos
directamente nuestros sistemas neuronales. Y será un enorme avance, porque
las conexiones electroquímicas son más precisas y rápidas que la vieja
sintaxis de sujetos y predicados.
Suena a Matrix, el filme de ciencia ficción en el que los cuerpos son
ignorados.
Excepto en que nuestro futuro en red no tiene protagonistas: la red diluye
identidades, y eso Hollywood no sabe reflejarlo, porque sin
protagonistas no
hay taquilla. Pero nuestro destino cierto no es la identidad y la acción,
sino la red y su conexión.