Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Trasnoché, cuento.

Trasnoche.

A eso de las tres de la madrugada, completamente ebrio, subí la escalera
que conduce a mi cuarto. La fiesta había estado muy buena, las piernas
de Gloria también. Giré con dificultad la llave y entré sin encender la
luz, tampoco fui al baño. Estaba demasiado cansado, sólo quería tirarme
en la cama y dormir tres días seguidos. Cuando me senté en el borde de
la cama para quitarme los zapatos, comprobé con indescriptible asombro
que alguien dormía en mi lecho. Mayor aún fue el asombro al ver que el
individuo que dormía plácidamente, era yo mismo. Los vapores del alcohol
empezaron a huir de mi cerebro, mientras mis ojos no podían apartarse de
mi propia imagen. Seguramente el cansancio, la noche intensa y
alcohólica... Quería apartar la mirada, pero no podía hacerlo… Ahí
estaba él, es decir yo mismo… Las canas que empezaban a teñir las
sienes, la nariz aguileña, la marca rojiza en el lado izquierdo del
cuello ( testimonio de una batalla infantil ). No cabía ninguna duda,
ese sujeto era yo. Cuando Gloria lo supiera diría riendo que el alcohol
me había envenenado los sesos. Cerré los ojos, apretando los párpados,
al abrirlos volví a verme durmiendo en mi cama, mientras yo permanecía
sentado en el borde. ¿ Era él un reflejo de mis alucinaciones de ebrio ?
Fui al baño y me lavé la cara con agua fría, luego regresé a la
habitación. El otro, es decir yo mismo, continuaba durmiendo. Me quedé
parado sin saber qué hacer. Por fin me decidí: la única forma de
resolver el enigma era despertarlo.

Lo sacudí con fuerza por los hombros. En cuanto el otro despertó, yo me
quedé dormido y empecé a soñar que el otro, es decir yo mismo, subía la
escalera que conduce a mi dormitorio. Como estaba borracho, le costó
bastante introducir la llave en la puerta. A eso de las doce y media me
desperté, me dolía la cabeza y sentía la garganta áspera.

Jorge muñoz gallardo