Texto publicado por Ma. Guadalupe Hernández Méndez

diario de un ciego 7

DIARIO DE UN CIEGO 7

(Hojas perdidas)

Hoy como todos los días llegué a casa sin ganas de nada, ni de pensar siquiera, la comida parecía hecha de plásticos, al menos a eso sabía en ese momento. ¡quien hubiera imaginado el sabor que tomaría después!
Me levanté de la mesa con el sonido del teléfono y lomas rápido que pude intenté contestar, pero seguro que la persona que llamaba tenía mucha prisa pues colgó mucho antes de que yo tomara el auricular, haciendo una rabieta por la interrupción regresé a la mesa para continuar con la ya de por si, desagradable cena. ¿que me pasa? ¿porqué me siento así? Volvió a mi mente el recuerdo de aquel día, el mas nefasto de mi vida, según yo. Era un día soleado y luminoso, el viento soplaba leve pero refrescaba, la bufa (el cerro mas alto en mi ciudad) lucía en todo su esplendor, enmarcado con ese cielo azul, tan azul que siempre existe aquí. La gente con sus cestos llenos de comida poco a poco iban llegando al lugar, buscando los árboles mas frondosos para sentarse debajo de ellos para pasar aquel día acompañados de su familia, los niños corrían alegremente mientras que los jóvenes y los adultos disfrutan del paseo escalando la montaña hasta llegar a una de las cuevas en donde se organizan las misas para el santo patrono de la ciudad. Para este ejercicio de subir a la cumbre se cuenta siempre con la ayuda de las asociaciones civiles y ahora no era la excepción, enfundados en sus uniformes de gala los scouts ayudaban a toda la gente
que deseaba subir a la celebración, él era tan alto que desde lejos se distinguía su figura esbelta, bella, varonil. Muy dentro de mi pensé lamentándome, “siempre tiene tiempo para ayudar a los demás pero a mi me lo limita”, la rabia y la frustración de sentir que me hacía a un lado para cumplir con sus deberes, me hizo temblar de tal forma que creí haber enfermado y retomé el camino de regreso a casa. Ya en el llano, en uno de los claros, muy cerca de la presa de la “olla” levantéla vista hacia el cerro y me pareció que el perfil de Cristo, el cual se mira dibujado en las cimas de los cerros desde algunos puntos de la ciudad, estaba resplandeciente con el sol por detrás de las montañas.Me quedé absorta mirando aquel prodigio mientras ell astro rey se levantaba mas y mas hasta hacer desaparecer la visión, no sé cuanto tiempo permanecí en aquel lugar contemplando lo bello de la naturaleza y dejando libre el pensamiento y el sentimiento dentro de mi cambió ostensiblemente, después caminé sin rumbo fijo por la ciudad admirando su arquitectura y al llegar a nuestro jardín de la unión admiré el teatro Juárez me pareció que aquel día tenía mucho esplendor, con su estilo gótico de inspiración romana y las musas en su azotea, y esos leones que lo custodian día y noche. Sin querer me hizo recordar glorias pasadas de nuestra historia nacional, como el día de su inauguración que se presentó la ópera de aída de Schuber, y de ahí en adelante tantas y tantas historias mas que se han cobijado bajo su techo…y luego ese jardín tan pequeño y acogedor con su forma de un cuarto de queso, lleno de estudiantes y extranjeros a toda hora del día y por las noches se llena de estudiantinas con sus canciones románticas y nostálgicas a la vez, en este lugar han florecido tantos amores... En fin que seguí mi caminata hasta llegar a la histórica plaza de la paz en donde se yergue majestuosa la Basílica de nuestra Señora de Guanajuato, pero no es el único templo digno de admirarse hay muchos otros en esta ciudad, luego dirigí mis pasos hacia la Universidad. En fin que el día entero lo dediqué a recorrer barios barrios, calles, callejones y plazuelas de esta hermosa e histórica ciudad. Pero ni todo el cansancio que sentía quitaba de mi las infinitas ganas de saber de él o encontrarlo en alguna de esas calles, por eso llegué a casa agotada. El repiquetear del teléfono me sacó de mis recuerdos… otra vez ese teléfono, y sucedió exactamente lo mismo de antes, molesta, enfadada y llena de rabia lo dejé descolgado, disponiéndome para ir a dormir, ese día había sido tan cansado que ya solo deseaba tumbarme en la cama aún sin haber terminado la cena pero cuando estaba dispuesta a hacerlo sonó insistente el timbre de la puerta… ¡o no! Esta vez voy a matar a quien sea que se haya atrevido a hacerme otra broma, pensé mientras me dirigía a abrir la puerta…¡¡¡¿tú?!!!
-si yo ¿porqué te sorprende tanto? No pude soportar ir a dormir sin verte ¿me acompañas a cenar? traté de pedírtelo por teléfono y te llamé pero me arrepentí y decidí venir.
-claro que si, vamos. Como negarme a lo que había deseado durante todo el día… fin.