Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

La rosa púrpura.

“La rosa púrpura.”

El rey, que era muy viejo, temblaba de frío y aunque le traían las
mejores mantas y el fuego ardía en el enorme bracero de hierro, no
conseguía entibiar su cuerpo cansado. Sus médicos, pajes y criados se
esmeraban en atenderlo, pero todo resultaba inútil. Una tarde le
llevaron una muchacha virgen para que lo acompañara en su alcoba; era
blanca como la leche de cabra, sus cabellos y ojos negros, su boca
húmeda se parecía a una flor recién abierta. Se llamaba Ángela y estaba
enamorada de un pastor de los montes que rodeaban su aldea. La juventud
y belleza de la muchacha, le devolvieron al rey el vigor y encendido de
pasión la hizo suya. Esa misma noche, Ángela clavó una daga en el pecho
del monarca que dormía y huyó deslizándose por la ventana. Había
escondido entre sus ropas la daga homicida y como sabía que no era
posible escapar al desprecio del pastor y a los hombres del rey, en
cuanto estuvo sola en el campo, se cortó las venas. El pastor, que
bajaba del monte con su rebaño, halló el cadáver y la llevó a la aldea
para darle sepultura. En el suelo regado con la sangre de la joven
creció un rosal y en su extremo abrió los pétalos una rosa color
púrpura. El rey, que siempre le había dicho a sus hijos que al morir
deseaba descansar junto a la flor más bella, fue enterrado al pie del rosal.

Jorge muñoz gallardo