Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

En el final, otra vez el sapo.H F A M 11.

En el final, otra vez el sapo.
Los Chiriguanos de Bolivia recuerdan la terrible inundación que hubo
en sus tierras.
Tan grande fue que todos los hombres se ahogaron y todos los fuegos
se apagaron.
Sólo sobrevivieron una niña y un niño.
También se salvaron los peces; menos mal, porque eran el único
alimento de los niños, aunque no había fuego para asarlos.
Dicen que, por suerte, andaba por ahí un sapo muy previsor y
servicial: antes de que la inundación apagara todas la fogatas, había
apartado unos carbones encendidos que escondió bajo tierra.
Día y noche sopló sobre ellos para reavivarlos.
Finalmente, cuando la tierra volvió a ser habitable, el sapo salió
del hoyo, fue al encuentro de los chicos y los nombró custodios de ese
tesoro llamado fuego.
Alumbrados y reconfortados por él, los chicos crecieron felices. Con
el tiempo, se amaron y tuvieron muchos hijos.
Tantos, que de la familia que formaron salió toda la tribu de los
Chiriguanos.

Beatriz Ferro