Enlace publicado por Toni Fernández Ortega

ira y yanto.

estallé en un mar de lágrimas, la rabia me tenía cegado, igual ue la furia contenida que sentía por él, ese ser que no se merecía el calificativo de hombre, ese que se aprovechó de la princesa que yo amaba absorviéndola como si él fuera una gigantesca sanguijuela hábida de sangre, sudor y lágrimas salientes de su cuerpo de sirena. Ella, na chica a la que veía con mis manos con unas curbas perfectas, se había combertido ahora en un esqueleto humano al que podía agarrar de una cadera, para aumento de mi dolor, con una sola mano. Toda esa alegría, toda esa luz que irradiaban sus ojos oscurecidos por el destino había muerto y cada vez que me daba cuenta de ello aumentaba todavía más mi sufrimiento. Frente a frente, en plena lluvia y mientras rayos nos iluminaban, le sacudía con todas mis fuerzas intentando arrancarle la vida que él le robó a mi amada fugada. Ella ya no me quería, cierto era; mi único propósito era hacerla feliz pero no pude hacer más que ver cómo se apagaba poco a poco por culpa de ese desalmado cabrón que no hacía más que alejarla de mí y ponerla en mi contra. Ella ahora deambula como alma en pena y yo no me atrevo a mirarla, huyo lejos y comienzo una nueva vida sin lograr olvidar esta otra.