Texto publicado por carlos marcelo

cuento: Carmen

CARMEN
Por
Carlos Aguilar

Estiró la mano para callar el despertador . Miró al costado su marido no estaba, recordó que hoy abría el negocio más temprano. Miró la cuna de su hija, la poca luz marcaba el contorno de la niña, dormiría hasta las seis y media. Cerró los ojos, pero una luz de alarma llenó su cabeza. Acercó la cuna a su cama Fernando le había colocado ruedas para su comodidad. Inesita no se movía, la miró, no se movía, levantó a la pequeña de diez días, estaba flácida, como la almohada, estaba fría, ¿le pareció o estaba morada ? .Un dolor empezó a subirle desde el vientre, allí donde la niña estuvo nueve meses. Cuando el dolor llegó al pecho se convirtió en angustia. La niña estaba … no diría esa palabra,.. su hija no… la llamó primero con susurros, después a gritos. no reaccionaba. La tomó con las dos manos, con los pulgares apretó el pequeño pecho,1 .2. 3. 1 2 3 nada, colocó la niña en su palma y con la otra mano apretó el pecho,1. 2. 3. 1 2 3 nada. Lloraba, no podía respirar, suplicaba y pedía, pero no reaccionaba, en un impulso la abrazó. Sacó una teta, con los nervios no podía embocar la boca de la niña. Le llenó la cara de leche, algunas gotas cayeron en la boca, pero no las tragaba.
En el campo recuperaba a los cachorros de la perra laica que tenían parvovirosis, abriéndole el hocico y levantándoles el cogote para que tragaran. Lo hizo con su hija como si fuera un animalito. Vio como la leche pasaba por la garganta. Le dio un par de palmadas para que reaccionara, pero nada. De un impulso la puso boca abajo sosteniéndola por los pies. le pegó en la cola, nada. La desesperación invadía toda la casa. Ella vio un pequeño movimiento en el talón si era un movimiento, solo ella que era la madre podría distinguirlo. Eso le dio esperanza. Apretó la cabeza contra la teta, la leche salió con fuerza, Inesita tosió ahogada pero no se despertaba. La dejó en la cama y empezó a vestirse, la remera estaba a mano, se la puso como pudo, la calza no estaba por ningún lado, metió la mano debajo de la cama, estaba allí estiró la mano buscando la silla, pero no estaba. Cuando atrajo la cuna empujó la silla. Corrió la cuna. Se tomó las piernas bajándolas de la cama. Se tiró al piso. Arrastrándose llegó a la silla. La tomó del apoya pie. De un salto subió. Años haciéndolo, giró hasta el mueble donde estaba el morral que hizo su esposo para llevar a la pequeña, se lo puso, fue a la cama , la metió y giró la silla encarando hacia la puerta. En el reloj…seis y cinco. Abrió la puerta y salió, el frío la despejó. La lluvia había parado. De dos empujones llegó a la vereda y lo vio… el pasto de la vereda, largo verde, mojado. Cuantas veces le dijo que cortara el césped, mil. Primero que estaba cansado, después que tenía que escuchar el partido. Lo maldijo con toda su alma. Se acordó que en la esquina izquierda el terreno estaba más bajo. Recorrió la vereda hasta llegar al lugar… no lo podía creer. - ¿Cuándo arregló esto?- . No lo pensó. Se bajó de la silla, apoyó las piernas en el césped, se dejó caer con la niña en el regazo. Entre el cordón y la vereda había una franja de pasto de unos dos metros. De un solo golpe cerró la silla, con el mismo impulso la levantó y la puso en la calle. Ahora entendía para que sirvieron las clases de natación, carreras, lanzamiento de bala y jabalina. Cuando era pequeña nunca quiso hacer deportes. Su abuela insistía y le decía:
—¡algún día te va a servir hacer tanto deporte!,
Ahora lo entendía…. era para salvar a su hija.
Con la luz del día vio las pequeñas venas de la frente que se movían, le tocó la cara ,estaba caliente .No se dio cuenta que le ensuciaba la naricita con barro y pasto. Empujándose con las manos llegó al cordón. Tenía la cola mojada por el barro. No le importaba nada. Tenía que llegar al hospital.
-¡Dónde estaba el viejo Raúl!- Que cada vez que salía estaba sentado en la vereda, y
Rosa la vecina de enfrente.?
—¡Cualquier cosa me llamas!, siempre le decía, Se acordó del teléfono se maldijo por ser tan estúpida, dejó el móvil sobre la cama. No tenía tiempo de volver. Siguió en su silla por el medio de la calle. nadie pasaba.
-¿Dónde estaban los amigos?... su marido, hermanos, su madre. La odió con todas sus fuerza. Por no estar, por no acordarse de ponerle la vacuna contra la polio. La silla seguía rodando, volaba por la avenida, nadie ni un perro, en la esquina pasó una camioneta, pero no la vio. Impulsó la silla que tomaba velocidad, en la esquina estaba la bajada para el desagüe de las calles. No podía frenar, encaró el desnivel decidida, cuando llegó tiró el cuerpo hacia atrás levantando las ruedas delanteras, la silla voló, cayendo con toda su fuerza, tiró el cuerpo para adelante apoyando las pequeñas ruedas delanteras, y con un impulso salió de la trampa. La transpiración le entraba en los ojos, el pelo revuelto se le pegaba en la nuca, un dolor la obligó a mirarse las manos, estaban llena de sangre y barro, las tenía ampolladas por el esfuerzo. Clavó los frenos para revisar a la niña. De un impulso escupió en la boca de Inesita, el líquido asqueroso entró en su boca y la niña lo tragó. Eran microbios, agua y amor, no podía rezar, empezó a cantar una canción de cuna, no mi hija no… era la única cosa hermosa que le pasó!!, la tuvo dentro de su panza y eran felices. Mi niña no por favor… Faltaba una cuadra para el hospital. Se acordó de su madre que una vez le había dicho : “ Dios está dentro nuestro”. Miró a su pequeña y le dijo : ¡Yo soy Dios y te voy a salvar!» ….
Ya no importaba la gente, los autos, iba resuelta. Dobló por la guardia, la rampa de bajada la impulsó con más fuerza, volaba. Y la vio, delante suyo estaba parada la ambulancia. A la velocidad que iba no podría frenar. A pesar de todo sonrió, cuando faltaba un metro, trabó la rueda derecha, la silla derrapó, chocando de costado con la trompa del vehículo. escuchó como se rompía contra la ambulancia. El ruido del hueso del brazo izquierdo retumbó en el lugar. No importaba ella era diestra, de un golpe empujó la silla hasta el cordón, y empezó a gritar:
—¡ayuda, ayuda. ¡Mi niña ayuda!, dos enfermeros salieron a socorrerla. Alcanzó a entregar a su hija y se desmayó.
Se despertó en una cama del hospital. Fernando le sonreía, entonces estaba todo en orden.
J P CHARLY