Texto publicado por Miguel Ángel Rodríguez Sánchez

Democracia y el movimiento indígena

DR. Galo Verdesoto- docente de la UIDE

El 29 de abril de 2023 en la ciudad del Puyo, el movimiento Pachakutik, brazo político de la CONAIE, en una atropellada elección eligió a su coordinador Guillermo Churuchumbi que reemplaza a Marlon Santi, todo esto en un contexto del juicio político al presidente de la República que se desarrolla en la Asamblea Nacional. Este líder indígena ha advertido con aplicar justicia indígena a los legisladores de su bancada que no voten por la destitución del presidente. Presentes aún están las violentas manifestaciones dirigidas por la CONAIE de octubre de 2019, que lograron que el entonces presidente Moreno no elimine el subsidio a los combustibles y de junio de 2022 que lograron la reducción del precio de los combustibles en el gobierno del presidente Lasso. 
La CONAIE emerge formalmente en 1986 y parte de su ideario político es consolidar los pueblos y nacionalidades, la auto legislación comunitaria y desarrollar el comunitarismo integral. Participan en elecciones con el movimiento político Pachakutik que surge en 1995 y de su ideario destaca la construcción del estado plurinacional inspirado en la cosmovisión indígena y declaran expresamente oposición al modelo neoliberal capitalista. Un hito importante que visibilizó al movimiento indígena fue el levantamiento en 1990 en la presidencia de Rodrigo Borja cuando expresamente se opusieron al FMI, al pago de la deuda, al imperialismo y exigieron la creación de un Estado Plurinacional. Las codificaciones de las Constituciones de 1998 y 2008 reconocieron derechos colectivos a comunidades, pueblos, y nacionalidades indígenas, al pueblo afroecuatoriano, montubio y comunas. Adicionalmente se reconoce a la justicia indígena jurisdicción en base en sus tradiciones y su derecho propio, en su territorio, siempre que no sea contraria a la Constitución y Derechos Humanos.
Su narrativa parte de que sus derechos ancestrales fueron arrebatados por la colonización y la marginación y explotación continuó con la independencia y la república. No obstante, esta visión es insuficiente para explicar el mestizaje de la sociedad ecuatoriana, donde más que nuestros componentes genéticos tanto de nativo americano como de colonizadores europeos, existe un elemento aglutinador que es una construcción cultural histórica. Empero, no es lo mismo haber nacido en el campo o un barrio marginal que en una ciudad o barrio de clase media, no es lo mismo autodefinirse como indígena o afroecuatoriano que ser mestizo. Pues los servicios públicos no son los mismos, las oportunidades no son iguales, la exclusión y miseria es una lacerante realidad.
Bajo este legado histórico y narrativa, algunos pronunciamientos de líderes de la CONAIE y Pachakutik consideran que el Estado ecuatoriano es un enemigo, que pretende atacar la estructura del movimiento indígena y perseguir a los luchadores sociales y que la declaratoria de grupos terroristas a la delincuencia organizada es para perseguir la protesta, en suma, son opositores al sistema. Paradójicamente, ese Estado, esa sociedad política y jurídicamente organizada, cuyo génesis y límite son la Constitución y la ley, consagra derechos y libertades, incluida la libertad de pensamiento y prohíbe el racismo, discriminación y xenofobia.
Preocupa que las justas reivindicaciones del movimiento indígena se hayan contaminado del clientelismo, la corrupción en la gestión pública y actitudes autoritarias de algunos de sus dirigentes. La imposición de una agenda política por la fuerza de la paralización dista mucho de las prácticas democráticas, la amenaza de la justicia indígena a sus propios integrantes que no se alineen, desnaturaliza y tergiversa a la propia justicia indígena. El discurso que la causa de los problemas sociales es el “neoliberalismo” es simplista e inexacto. Acá no se privatizó, acá el Estado tiene un peso, intervención y rol muy gravitante en la economía. Acá han existido en el tiempo políticas económicas de corte liberal de forma aislada. La historia nos ha dado lecciones en América Latina y el mundo de que la construcción del desarrollo social y económico pasa por más: democracia, consensos, justicia, participación, sociedad civil, tolerancia.