Texto publicado por SUEÑOS;

china,-cuento.

LA ZAPATILLA BORDADA

Hsing shih heng yen

El sol nos da en los ojos y creemos ir corriendo hacia los goces
nuestro corazón nos abate y nunca conoceremos el camino del cielo ni el final de todas las cosas.
Durante el período Hung Chih de nuestra dinastía, vivía en Hang-chow un joven al que llamaban Chang Fidelidad. Después que hubieron muerto sus padres, ya no tuvo a nadie que le orientase y, por tanto, tirando lejos de sí los libros, pasó el tiempo con la clase de galanes que llamamos fulang-tzu, es decir, de "los-que-flotan-con-las-olas" No saben cómo aprovechar la oportunidad. De manera que Chang ya no estudió más, a no ser varios juegos de pelota, se entregó a los placeres del teatro, y encontró satisfacción en aquellos jardines en los que las brisas del amor soplan al claro de luna. En una palabra, siguió las cambiantes flores de la ilusión y, como era tan seductor y apasionado en el placer, y rico y generoso, se convirtió en el favorito de todas las mujeres de la población. Un día, cuando la primavera acababa de hacer aparecer todas flores en las agradables riberas del Lago del Oeste, Chang invitó una compañía de jóvenes cantoras y de ociosos a pasar la tarde sobre las azules aguas.
Se puso un bonete de gasa con unas alas flotantes siguiendo la moda de la época. Su gran túnica de seda transparente era color púrpura y plata, puesta sobre otra túnica bordada de un blanco puro. Medias blancas de gasa y zapatillas rojas completaban la elegancia de su atavío.
Salió caminando sin prisas, agitando suavemente un abanico decorado con pinturas. Tras él caminaba su pequeño esclavo, Claro-Laúd, llevando al hombro un manto para el caso de que el tiempo refrescara, y una larga guitarra con la que acompañar a las jóvenes cantoras.
Cuando iban acercándose a la Puerta de Ch'ien-t'ang, Chang levantó la vista sin ningún motivo especial. En el primer piso de una casa, una doncella mantenía abierta la cortina de su ventana y lo miraba. De toda su persona emanaba un encanto tan hechicero que el joven se detuvo en su camino y sintió un temblor por todo el cuerpo. Durante largo rato permanecieron los dos mirándose uno a otro, hasta que ella fue dibujando lentamente una sonrisa, y él sintió que el alma se le escapaba.
En este momento, se abrió la puerta de la casa que daba a la calle y salió un hombre; de manera que Chang se apresuró a reanudar su paso y volvió al cabo de pocos momentos. La cortina estaba corrida tapando la ventana. Esperó, pero no vio ninguna señal. Por último se alejó, volviendo la cabeza, y tan lentamente como si llevara recorridas cien leguas por las montañas.
De todos modos acabó por traspasar la puerta de la ciudad y por unirse a sus amigos en la embarcación, que inmediatamente fue gobernada hasta el centro del lago. Las orillas sonreían llenas de capullos de melocotonero; las hojas de sauce eran como un brocado de oro y verde. Pequeñas embarcaciones con pasajeros vestidos de alegres colores cruzaban y volvían a cruzar como hormigas. En verdad:
Sobre montes acumúlanse otros montes y pabellones junto a más pabellones.
Nunca cesan ni cantos ni danzas en el lago del Oeste.
La tibia brisa abanica, la embriaguez del complacido paseante.
En lo alto tenemos el cielo pero aquí tenemos los lagos Hang-chow y So-chow.
Pero Chang llevaba en el alma el retrato de aquella joven, y no tenía ánimos para el placer.
Sus compañeros !e ofrecieron cuencos de vino, maravillados de su melancolía; pero él estaba muy discante.
Regresaron a la hora del crepúsculo, y Chang volvió a entrar por la Puerta de Ch'ien-t'ang, pasando delante de la casa de la joven. La ventana estaba cerrada.
Se detuvo y fingió toser; pero no hubo ninguna señal. Llegó al final de la calle y regresó de nuevo, pero todo permaneció en silencio. Por tanto no le quedó otro remedio que marcharse.
Regresó a la mañana siguiente y se quedó en una tienda inmediata para intentar averiguar todo cuanto pudiera. Le dijeron:
-Son una gente llamada P'an. Su hija única tiene dieciséis años y la llaman Vida Eterna. El padre está relacionado con cierta familia poderosa que le concede su protección.
Vive de la estafa y todo el mundo le teme. Es un verdadero desollador y matón.
Estas noticias dejaron algo pensativo a Chang, pero, de todos modos, caminó hasta junto a la casa. La joven volvía a estar en la ventana. Se miraron uno a otro, pero había gente allí cerca y Chang tuvo que alejarse.
Aquella noche, en cuanto cerró la oscuridad, Chang regresó. La luna brillaba tan clara como el sol y la calle estaba vacía. La joven belleza estaba asomada a la ventana sumida en sus pensamientos y bañada en la nívea claridad. Le sonrió y él sacó un pañuelo escarlata de muselina que llevaba en la manga. Le hizo un nudo al que se conoce con el nombre "unión de corazones procura la victoria". Haciendo con él una pelota, lo lanzó, y ella lo atrapó diestramente con las manos. Entonces la joven se agachó, se quitó una de sus menudas zapatillas bordadas y la dejó caer en las ansiosas manos de Chang. Embelesado con este don, que era prenda de amor y fidelidad, se lo llevó a los labios y dijo quedamente:
-¡Gracias! ¡Gracias de todo corazón!
Con tono suavemente enloquecedor, ella contestó:
-¡Diez mil felicidades!
Justo en aquel momento se oyó una tosca voz dentro de la casa. Ella le hizo otra seña y cerró la ventana. Y él regresó a su casa como embriagado, por las calles silenciosas que la luna convertía como de plata, una vez en su biblioteca, examinó la zapatilla. Era un loto dorado, tan pequeño y tan ligero que el enamorado se turbó con mil pensamientos. Se dijo:
-He de encontrar a alguien que disponga un encuentro entre nosotros, o bien moriré de una sobredosis de deseo.
A primera hora de la mañana se guardó unas cuantas piezas de plata en la manga y se apresuró a llegar a una pequeña tienda de vinos cercana a la casa de P'an. Sabía que allí hallaría a una vieja a la que a menudo encontraba en lugares de placer. La verdad es que la vio y la llamó. Ella le saludó inmediatamente, diciendo:
-¡Ay, tío mío! ¿Qué te trae por aquí?
-Pasaba por aquí -le contestó él con tono indiferente-. Pero quisiera que pasearas un poco conmigo.
-¿En qué te puedo servir? -se apresuró a preguntar ella.
Sin decir palabra, la llevó hasta una pequeña taberna silenciosa. Cuando estuvieron sentados y el dependiente les hubo traído frutas y platos de comida, sirvió una taza de vino caliente y lo ofreció a la mujer diciendo:
-Tengo algo que pedirte, ma-ma Lu. Pero me temo que no podrás conseguirlo.
-Sin jactarme -le contestó ella con una ancha sonrisa- te diré que hay pocas empresas, por difíciles que sean, en las que no triunfe. ¿Cuál es tu deseo?
-Quiero que arregles una entrevista entre yo y la hija de P'an, que vive en la calle de los Diez Funcionarios. Aquí tienes, para empezar, cinco onzas de plata. Si lo logras, tendrás otro tanto.
-¿Con la pequeña Vida-Eterna? ¡Ah, la pequeña bruja! ¡Y yo que la creía tan decente! Nunca hubiese creído que fuese una flor silvestre. Pero, el asunto es difícil. En la casa no hay más que los padres y la hija, y el padre es peligroso. Mantiene una guardia constante y desconfiada junto a la puerta. ¿Cómo voy a poder entrar? No me atrevo a prometerte que tengamos éxito.
-Acabas de jactarte de que siempre triunfas. Aquí tienes otras dos onzas.
Los ojos de la vieja brillaron como ascuas a la vista del metal color de nieve y dijo:
-Correré el riesgo. Si todo va bien, será suerte tuya. Si no, habré hecho al menos cuanto esté de mi parte. Pero, dame una prueba, ya que de otra manera ella no querrá ni escucharme.
No sin pena, Chang sacó de su seno la pequeña zapatilla y se la dio a la vieja, envuelta en su pañuelo. La vieja la deslizó inmediatamente dentro de su manga junto con las monedas. Cuando iba ya a dejarlo, dijo de nuevo:
-El asunto es delicado. Habrás de tener paciencia y no acosarme. Sería peligroso.
-No te pido más sino que hagas cuanto puedas. Ven a verme y a contármelo todo, tan pronto como tengas una respuesta.
Vida-Eterna estaba muy agitada. Desde aquella noche de luna no había tenido más apetito, sino que había dicho:
-Si me casara con él no habría vivido en vano. Pero no conozco su nombre ni sé dónde vive. Cuando le vi al claro de luna, ¿por qué no tiene alas para volar junto a él?... Y ahora sólo tengo este pañuelo rojo.
Sin embargo, tenía que vivir y hablar como siempre. Pero, en cuanto estaba a solas, volvía a sumirse en sus ensueños.
Dos días después entraba en su casa la vieja Lu. El padre había salido. La visitante dijo a la madre y a la hija:
-Ayer recibí unas flores artificiales y he venido para mostrároslas.
Y de su canasta sacó un ramo de mil matices.
-¿Quién diría que no son de verdad?
-Cuando yo era joven -dijo la madre-, no llevábamos más que flores corrientes, y no soñábamos en maravillas como éstas.
-Y, sin embargo, éstas no son consideradas más que mediocres. Pero el precio de las más finas es muy alto.
-Si no podemos comprarlas, cuando menos podríamos admirarlas -contestó secamente la joven.
Con sonrisas conciliadoras, la vieja sacó de la canasta un ramo que, de veras, era incomparable.
-¿Y qué precio tiene éste? -preguntó la madre.
-¿Cómo osaré ponerle precio? Os lo dejo. Pero si tenéis un poco de té, de buena gana tomaré una taza.
-Con la admiración que nos han causado tus flores hemos olvidado los buenos modales. Espera un instante mientras traigo un poco de agua hirviendo.
En cuanto la madre hubo salido del cuarto, la mujer sacó un paquetito que llevaba en la manga.
-¿Qué traes aquí? -le preguntó Vida-Eterna.
-Algo muy importante que tú no has de ver.
-¡Oh, sí debo verlo!
-No te lo daré -contestó la astuta vieja-. ¡Ayi ¡Me lo has arrebatado por la fuerza! -añadió dejando caer el paquetito en la mano de la joven.
Impaciente, la niña desató el pañuelo y reconoció la zapatilla. Su rostro se puso escarlata y con dificultad dijo:
-Uno solo de estos objetos no tiene utilidad, ma-ma. ¿Para qué me lo has mostrado?
-Conozco a cierto señor que daría su vida por tener el par completo. ¿No consentirás en ayudarme?
Con el cuerpo temblando, Vida-Eterna le dijo quedamente:
-Ya que lo sabes todo, dime su nombre y dónde vive.
-Se llama Chang y es dueño de cien miríadas de onzas. Es muy gentil; su amor es tan profundo como el mar. Ha perdido el alma de tanto pensar en ti y me ha rogado que arregle las cosas para conseguir entrada aquí.
-¿Cómo podemos hacerlo? Mi padre es terrible. Cuando ya he apagado mi lámpara a menudo viene a echar una mirada a las habitaciones. ¿Cuál es tu plan ma-ma?
La vieja lo pensó un momento y luego dijo:
-No es muy difícil. Tienes que acostarte temprano, y en cuanto tu padre haya subido y vuelto a bajar de nuevo, tienes que levantarte sin hacer ruido y abrir la ventana. Tendrás que esperar una señal y dejar caer una cuerda hecha de ropa. Él subirá con ayuda de esa cuerda y, si tiene cuidado de retirarse antes de la quinta vela, nadie habrá de sorprenderos.
-¡Admirable! -exclamó la gozosa joven-. ¿Cuándo vendrá?
-Hoy ya es demasiado tarde. Pero yo le veré mañana por la mañana. Dame una prenda para tranquilizarle.
-Claro que sí. Toma la otra zapatilla. Él me las devolverá mañana.
La vieja la ocultó dentro de la manga, pues en este momento volvía la madre trayendo el té. Muy poco después, la anciana tomó la cesta y se fue, acompañada hasta la puerta por las dos mujeres.
Fue directamente a casa de Chang, pero éste había salido. Ofreció flores a las mujeres de la casa, esperando en vano.
A la mañana siguiente fue de nuevo a buscar al joven, pero éste no había regresado. La vieja se fue pensativa.
La verdad era que Chang se había quedado tres días en casa de una Flor de Fango. Cuando regresó y se enteró de las dos visitas de la vieja, se apresuró a ir a su encuentro. La vieja le dijo:
-La prenda de amor que me confiaste está en manos de ella. Me pidió que te dijera que su padre es de temer, pero que dentro de poco estará fuera por algún tiempo. Ya nos lo notificará.
De vuelta de su misión, el joven pasó frente a la casa de P'an. Vida-Eterna estaba en la ventana, y se sonrieron tiernamente uno a otro.
***
Habían pasado tres meses. Una mañana estaba sentado Chang en su biblioteca, cuando sus sirvientes le dijeron que cuatro oficiales de policía habían llegado trayendo unas citaciones. Se preguntó asustado si se habría visto envuelto en algún escándalo en alguna casa de placer; pero no le tocaba otro remedio que obedecer. Lo preguntó a los oficiales.
-Es una cuestión de impuestos y gravámenes -le contestaron éstos.
Ya tranquilo, cambió de ropas y se fue con ellos, seguido por varios de sus sirvientes. Fue llevado directamente al salón donde el tribunal celebraba audiencia y, de pie ante la mesa roja, saludó al magistrado. Este lo miró atentamente y le preguntó con rudeza;
-¿Cómo es que has tramado una intriga con la hija de P'an? ¿Cómo ha sido que has dado muerte a su padre y a su madre?
Chang era un libertino; es decir, no tenía ni fortaleza ni energía, Al oírse acusar así, inesperadamente, de un doble crimen, tembló de pies a cabeza, como si acabara de fulminarlo un rayo caído de un cielo sereno. Tartamudeó:
-A pesar de que he tenido la intención de entrar en relación con ella, todavía no lo he conseguido. Y, hasta ahora, no he conocido su casa.
El Gobernador dijo con voz de trueno:
-Ella misma acaba de confesar que sus relaciones contigo han durado varios meses. ¿Cómo te atreves a negarlo?
En aquel mismo instante Chang se dio cuenta de que la joven estaba de rodillas junto a él. Asombrado, se volvió hacia Vida-Eterna y le preguntó:
-¿Cómo puedes decir que tú y yo hemos intimado? ¿Con qué objeto buscas mi ruina?
Ella sollozó sin contestarle. Entretanto, el Gobernador llamó a los oficiales para que le aplicaran al joven el tormento del borceguí. Y los oficiales se lanzaron encima de él como hormigas.
Para su desdicha, Chang fidelidad había sido criado entre gasas y muselinas y había llegado a adulto entre brocados, ¿Cómo iba a poder resistir un tormento semejante? No había hecho más que comenzar a sentir la presión del borceguí que ya estaba gritando.'
-¡Lo confieso todo!
El Gobernador mandó que se le entregaran al prisionero un pincel y una hoja de papel para que el mismo pudiera escribir su confesión. El desdichado joven lloró, diciendo:
-¿Qué he de escribir? Yo no sé nada del asunto -luego, se volvió hacia la joven y le dijo-: Cuéntame al menos lo que has dicho, para poder escribir mi confesión.
Vida-Eterna le contestó disgustada:
-¿No me miraste con ojos lascivos desde el pie de mi ventana? ¿No me lanzaste tu pañuelo? ¿No recibiste La pareja de mis zapatillas bordadas?
-Todo esto es verdad. Pero, ¿y lo demás?
Aquí el Gobernador lo interrumpió:
-Si una cosa es verdad, todo lo demás también lo es. ¿A qué discutir? Ya que se niega a escribir, que le den treinta vergajazos con el bambú pesado, y que lo pongan en la celda de los condenados a muerte.
Por fortuna para Chang, sus carceleros sabían que era muy rico. Sus golpes apenas si lo tocaron, y lo llevaron para su celda con tanto cuidado como si fuera una mariposa. Cada uno de ellos le decía:
-¿Cómo pudiste hacer una cosa así, tío?
-¡Oh, hermanos mayores míos! -se lamentó él-, Si bien es verdad que he deseado a esa joven, no la he conocido todavía. ¿Creéis que yo puedo ser un asesino?
No sé nada del asunto. Contádmelo.
De esta manera se enteró de que, aquella misma mañana, al despertar, Vida-Eterna había quedado sorprendida por el silencio que reinaba en la casa. Desde la planta baja, donde había pasado la noche, subió al primer piso donde dormían sus padres y abrió la puerta de su cuarto. Frente a la cama, bajo las cortinas a medio correr, el suelo estaba empapado en sangre.
Se asustó tanto que bajó las escaleras tambaleándose para ir a caer a la puerta de la calle, sollozando y llorando a gritos. Los vecinos la oyeron a su lado. Ella les dijo:
-Ayer mis padres subieron a su habitación. No sé quién los ha matado a los dos.
Los más osados subieron las escaleras para ir a ver. Abrieron las cortinas del lecho; allí estaban el hombre y su mujer, rígidos y degollados. Miraron a derecha e izquierda. La ventana estaba cerrada y no había nada fuera de su lugar.
Uno de ellos fue inmediatamente a prevenir al jefe de policía del distrito, que se presentó para examinar la escena del crimen. Cerró y selló la casa y llevó a Vida-Eterna al Tribunal del Gobernador. La joven se arrodilló y contó todo lo que sabía, y el Gobernador, dijo:
-Si las puertas y las ventanas estaban cerradas y no han robado nada, el caso es dudoso. ¿Tenía algún enemigo tu padre?
-No que yo sepa.
-¡Eso es extraño! -murmuró el Gobernador, y se quedó pensando unos momentos.
Te repetiré´- les dijo a los oficiales que le quitaran a la joven el velo de seda con el que se había cubierto la cabeza. Pudo entonces ver su excepcional belleza.
-¿Qué edad tienes? ¿No estás desposada?
-Tengo diecisiete años y todavía soy libre.
-¿Y duermes en la planta baja mientras tus padres tenían su habitación en los altos? Eso es muy raro.
-Hasta hace muy poco yo dormía en los altos. Pero hace quince días me hicieron cambiar. No sé por qué.
El juez volvió a reflexionar. Luego dio un violento golpe en la mesa, al tiempo que gritaba:
-¡Eres tú la que ha matado a tu padre y a tu madre. O, más bien, es tu amante. ¡Dime cómo se llama!
-Tu esclava nunca sale de casa. ¿Cómo podría tener un amor prohibido? ¿No lo sabrían los vecinos?
El juez hizo una mueca lasciva:
-En un caso de asesinato los vecinos no saben nada. Está claro que has tenido relaciones con un hombre. Tus padres lo supieron y por eso es que cambiaron de habitaciones. Tu amante los mató en un acceso de cólera.
Al oír estas palabras la joven se puso primero escarlata y, después, pálida. A una seña del Gobernador, los carceleros se lanzaron como tigres sobre la jovencita, cerrando unas crueles tenazas de hierro en torno a su translúcida y delicada mano de jade. Cuando los dientes de la tenaza empezaron a aplastarle los dedos, la joven lanzó grandes gritos:
-Misericordia, señor. Tengo un amante.
-¿Cómo se llama?
-Chang Fidelidad.
Y cayó desmayada. El Gobernador sabía ya bastante.
Hizo comparecer al joven y, estando convencido de su culpabilidad, lo hizo encerrar en la cárcel, mientras aguardaba más informes. Ya lo dice bien cierto proverbio: "Aunque te sientes en tu casa, con las puertas cerradas, la desdicha te caerá del cielo."
Ya en la cárcel, Chang se puso a pensar en aquella súbita acusación. ¿Podía haber cometido aquel doble crimen estando dormido? Al final, acabó ofreciéndoles diez onza a sus carceleros si le llevaban junto a Vida-Eterna. Después de regatear, les prometió veinte onzas. Entonces le llevaron hasta la reja del calabozo de la joven. La muchacha se encontraba allí llorando sin consuelo. En cuanto le vio, le reprochó entre sollozos:
-¡Ingrato y falto de honor! Me volviste loca de amor por ti. ¿Por qué hubiste de degollar a mis padres y ser causa de mi muerte?
-No metas ruido innecesariamente -la interrumpió él-. Veamos mejor de aclarar este misterio. Verdad es que envié hasta ti a la vieja Lu con tu menuda zapatilla.
¿La viste?
-Claro que sí, miserable -contestó ella con desdén.
Otra vez la interrumpió él:
-Me dijo que tú te habías quedado con tu prenda, que tu padre era terrible, y que estabas aguardando que se marchara para disponer una entrevista, Pero, desde entonces no he sabido nada más de ti, a no ser alguna rara sonrisa.
-Asesino olvidadizo -gruñó ella-, otra vez lo niegas. ¿No lo confesaste todo ante el juez? ¿Por qué vienes a atormentarme?
-Mi desdichado cuerpo no pudo resistir el tormento. Mediante la confesión ganaba unos pocos días de vida. No te encolerices y contéstame: ¿qué pasó después que ma-ma Lu te hubo visitado?
-Lo dispusimos todo para la noche siguiente. Tú viniste y me devolviste mi zapatilla. Desde entonces has estado trepando a mi cuarto todas las noches.
¿Osarás decir que no es verdad?
Chang meditó profundamente. Los asistentes pensaron si sería culpable y estaría buscando una explicación astuta que le salvase, o si de veras era inocente.
Por último, Chang dijo:
-Entonces, si nos hemos reunido muy a menudo, has de estar muy segura de cómo son mi voz y mi cuerpo. Mírame bien y piensa.
Los carceleros exclamaron:
-Lo que dice es justo. Si hubiera error, ¿lo dejarías que muriese?
-El que vino -dijo ella por último-, acaso sea un poco más grande, pero, como siempre lo recibí a oscuras ¿cómo podré estar segura? Recuerdo, empero, que en el hombro izquierdo tienes una cicatriz tan grande como una moneda de cobre.
Los presentes exclamaron en seguida:
-Esto es fácil de comprobar. No podrá haber ningún error más. Tío, desvístete en seguida. Si no tienes nada donde ella ha dicho, informaremos al Gobernador.
Chang puso inmediatamente al descubierto su hombro izquierdo, y la blanca piel estaba lisa como el mármol. Vida-Eterna no acertaba a creer lo que sus ojos veían. Cuando el joven, lleno ya de esperanza, hubo vuelto a su prisión, los carceleros fueron a llevar sus informes al Gobernador, que ya había hecho comparecer a rna-ma Lu.
En la sala de audiencia, la vieja se hincó de hinojos y estaba totalmente trastornada. El juez comenzó por ordenar que le dieran cuarenta vergajazos por haber intervenido como instigadora de corrupción. La carne de sus muslos no era más que una masa azulina. Contó toda la historia.
Después de haber salido de casa de Chang sin haberle visto, la vieja Lu había encontrado a su hijo Wu-han en su pequeña casa de comidas. Su hijo habló así:
-Llegas como el anillo al dedo. Esta mañana he de matar un puerco, y nuestro dependiente se ha tomado el día de hoy como fiesta.
A la vieja no le gustaba esta clase de trabajo. Pero le tenía mucho miedo a su hijo y no se atrevió a negarse.
-Aguarda hasta que me haya cambiado de ropas -fue todo lo que dijo.
Mientras se estaba quitando sus ropas exteriores se le cayó un paquetito que traía en la manga. Creyendo que sería dinero, Wu-han lo recogió y lo abrió.
Era el par de zapatillas bordadas. Y Wu-han dijo:
-¡Oh, oh! ¿Cuál es la jovencita que tiene unos pies así? Ha de ser muy adorable. Si pudiera estrecharla contra mi corazón, toda una noche, no habría vivido en vano. Pero ¿cómo han venido a dar aquí estas zapatillas ya usadas?
-¡Devuélvemelas! -gritó su madre.
Valen mucho dinero, que te daré después a ti.
Y le contó todo el asunto. Pero él replicó:
-Hay un refrán muy antiguo que dice que nada más los actos que no se han cometido son los únicos que pueden permanecer o sabidos. Este P'an es un matón.
Si se entera del asunto, toda la plata que recibas será poca para comprar su silencio. Todo nuestro establecimiento irá a dar a sus manos.
Descorazonada, la mujer replicó:
-Tus palabras rebozan razón. Voy a devolver la plata y las zapatillas. Voy a dejar bien entendido que me niego a meterme en asuntos de tras cortina.
-¿Dónde está la plata? -preguntó él.
La vieja la sacó de la manga de su vestido y la puso en manos de su hijo al tiempo que él le decía:
-Déjalo todo de mi cuenta. Si resulta que vienen y nos buscan querellas, hemos de tener pruebas contra ellos. Y si no pasa nada, nadie se atreverá a reclamar el dinero.
-Pero, ¿qué le diré a Chang si me pide noticias?
-Dile que todavía no has tenido bastante tiempo. O hasta puedes decirle que no hay manera de arreglar el asunto.
¿Qué podía hacer ella, que de esta manera se veía privada del dinero y de la prenda de amor? Se vio obligada a mentir.
Por lo que respecta a Wu-han, salió inmediatamente y se gastó el dinero en ricas ropas y en un fino bonete de gasa.
Por la noche, cuando su madre estuvo dormida, se puso sus bonitas ropas y guardó las zapatillas dentro de la manga. En cuanto el gran reloj dio la hora de la primera vela, salió sin hacer ruido y fuese directamente a casa de P'an. Unas ligeras nubes ocultaban la luna que no estaba más que en su mitad.
Al llegar ante la casa, tosió. La ventana se abrió y apareció Vida-Eterna. Ató una tira de seda a la ventana y dejó caer el otro extremo. Él lo asió y trepó por la tira, sirviéndose de los salientes de la pared, en los que apoyaba los pies. Luego, con mil precauciones, salvó el antepecho. Temblando, la joven se apresuró a retirar la tira de seda y a cerrar la ventana.
Entonces él tomó a la jovencita en sus brazos y la pasión se desbocó en sus dos corazones. En la oscuridad y con tal emoción, ¿cómo iba a saberse el engaño?
El usurpador la llevó hacia el lecho.
Exactamente así es la preciosa flor aromática de la nuez moscada al ser abrazada por la enredadera. Exactamente así es el capullo de ciruelo destrozado por el granizo. Exactamente así es el nido del gorrión ultrajado por el cuclillo.
Cuando bajo la lluvia de las caricias se hubieron disipado las primeras nubes de su deseo, Wu-han sacó de la manga las prendas de amor. Ella volvió a dárselas.
-Ahora que soy tan feliz, ya no quiero salir nunca más a la calle.
A eso de la cuarta vela, antes del amanecer, Wu-han se levantó y bajó ágilmente a la calle.
Desde aquel día tuvo que haber alguna tormenta de lluvia o una luna demasiado clara para impedir que Wu-han se apresurara a correr junto a la mujercita.
De esta manera pasaron los días y, después, los meses.
Una noche, al marcharse, el engañador hizo algún ruido. P'an subió inmediatamente a las habitaciones de su hija pero no vio nada, pues, Vida-Eterna consiguió no traicionarse. A la noche siguiente avisó a su amante, diciéndole con muy buen sentido:
-Quédate unos días sin venir. Será lo más seguro. Demos tiempo para que se olvide de todo.
Pero su padre estaba con el oído alerta; oyó crujir la ventana y corrió arriba, aunque también esta vez llegó demasiado tarde. Por la mañana le dijo a su esposa:
-Esta criatura seguramente anda haciéndonos alguna villanía. Mantiene la boca tan cerrada como una trampa.
-También yo guardo ciertas sospechas -dijo la madre.
-Sin embargo, su cuarto da a una escalera que baja hasta nuestro cuarto.
-Voy a hacerle probar el vergajo para que hable.
-Este es un mal plan, un plan muy malo -dijo la madre-. Dice verdad el proverbio de que no has de mostrar las taras de la familia. Si le pegas, todos los vecinos lo sabrán y. entonces, ¿quién querrá casarse con ella? Mejor hagamos que baje a dormir a nuestro cuarto, que no tiene más salida que la puerta.
Nosotros pasaremos la noche en el cuarto de arriba, y veremos qué pasa.
Al hablarle de este arreglo, Vida-Eterna no se atrevió a decir nada. Y, en el piso alto, marido y mujer durmieron en paz.
Una noche, Wu-han sintió que el corazón le hervía de pasión. Temiendo poder verse atacado por P'an, se armó del cuchillo que le servía normalmente para degollar a los puercos. Bajo la ventana de Vida-Eterna tosió quedamente. Nada se movió. Tosió más fuerte, creyendo que la joven estaría dormida. Pero todo permaneció en silencio. Iba de regreso para su casa muy de mal humor, cuando vio una escalera situada junto a una casa en construcción. Se apoderó de ella, la llevó y la apoyó contra la ventana de Vida-Eterna. El pestillo no estaba echado. Empujó la ventana, salvó el antepecho y, silenciosamente, se dirigió hacia el lecho.
Embriagado de alegría, Wu-han estaba ya despojándose de sus ropas, cuando, en la quietud de la noche, sus oídos distinguieron el rumor de la respiración de dos personas en lugar de una sola. Escuchó reteniendo el atiento. Sin error posible, el tosco respirar de un hombre se mezclaba al murmullo más suave del de una mujer.
Súbitamente quedó cegado por una cólera violenta:
-Por eso es que no contestaba a mi señal. Esta vil criatura tiene a otro hombre en su cama. Fue para deshacerse de mí que me contó lo de las sospechas de su padre.
Y, en su arrebato de celos, sacó el cuchillo y palpó suavemente en busca del cuello del hombre. De un solo y potente golpe clavó el arma en la carne y, antes de que la mujer pudiera moverse, también la degolló., casi cortándole la cabeza.
Secó el cuchillo y las manos en el cobertor, abrió la ventana y bajó. Había cerrado los postigos. Una vez fuera, corrió a devolver la escalera a su lugar, y regresó a su casa. Denunciado por su madre y llevado ante el Tribunal, Wu-han intentó negar la acusación. Pero los oficiales, al poner al descubierto su hombro izquierdo, pusieron a la vista la cicatriz. Vida-Eterna reconoció su voz y su cuerpo. El primer tormento rompió su obstinación y lo confesó todo.
El asesino fue condenado a muerte lenta.
Vida-Eterna fue ahorcada y también lo fue la vieja Lu.
Chang, cuyas lascivas intenciones habían sido la causa de todo, fue condenado a una fuerte multa. Desesperado y semi arruinado, ya no salió nunca más de su cuarto de estudio. No hace mucho partió de este mundo, llevado por el hastío y la melancolía.
Hsing shih heng yen (1627)