Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Sonría, pero no balla.

La sonrisa nos diferencia de los animales. Entonces, ¡sonreí y no seas animal!

¡Vamos, vamos todos al gimnasio!

Esto de ir al gimnasio tres veces por semana, me ha permitido sacar algunas conclusiones:

Mi abuela comenzó caminando 3 kilómetros por día cuando tenía 60 años. Ahora tiene 62… ¡ y no sabemos, ni tenemoss idea por dónde carajo está!

La única razón por la que empezaría a trotar es porque así volvería a escuchar de cerca una respiración jadeante…

Tengo que hacer ejercicio muy temprano por la mañana, antes de que mi cerebro se dé cuenta de lo que estoy haciendo.

No hago ciertos ejercicios. Si Dios hubiera querido que nos tocáramos la punta de los pies, ¡los habría puesto más arriba!

Me gustan las caminatas largas, largas, largas, especialmente cuando las hacen algunas personas a las que no soporto.

Tengo los muslos flácidos, pero afortunadamente los cubre el estómago.

La ventaja de hacer ejercicio todos los días, es que cuando te morís… ¡estás en un excelente estado de salud!

He pasado por el gimnasio, pero no necesité entrar pues ya bajé bastante mi panza… Casi me llega a las rodillas.

Se ha documentado hasta el hartazgo que por cada kilómetro que trotás, le añadís un minuto a tu vida. Esto permitirá que cuando cumplas los 85 años, tengas
derecho a cinco meses de vida adicionales en un geriátrico del estado nacional….

¿Ir al gimnasio, yooo? Síiii, cómo noooo… ¡Esperame que ya voy, jajaja!