Texto publicado por Manuel Emilio Ballista Caro

Texto, biblico de hoy.

"Es importante que nuestras oraciones manifiesten un alto nivel de
intensidad, compromiso y enfoque"

En el siglo dieciséis, el gran reformador escocés John Knox exclamó al
Señor en una de sus oraciones a favor de su nación:
“¡Dame Escocia o me muero!”
Ese es el tipo de oración desesperada que Dios se ha complacido en
honrar a través de los siglos, y que siempre ha extraído poder de
parte del trono de la gracia.
A veces Dios permite que nos encontremos contra la espada y la pared
para que se suscite en nosotros la postura de fe concentrada que
provoque de parte del cielo la respuesta que esperamos.
Frecuentemente, las dilaciones y silencios de Dios forman parte de su
trato en nuestras almas, para depurarnos de todo lo que contamina
nuestras peticiones y les quita fuerza e intensidad.

En Jeremías 29:12, Dios les promete a los hebreos exiliados en
Babilonia que al final de setenta años de disciplina y tratamiento
espiritual sus oraciones finalmente alcanzarán Su trono, porque habrán
adquirido esa cualidad de total entrega y concentración:
“Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me
buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.
Y seré hallado por vosotros, dice Jehová”.

Es precisamente esa pasión, ese estado de definición y lucidez en
cuanto a lo que estamos pidiendo, lo que nos permite ser claros y
precisos en la presentación de nuestras peticiones.
¡Cuando nuestra pasión adquiere intensidad al rojo vivo, nuestra
acción y nuestra petición poseerán esa cualidad definida que tanto le
agrada a Dios!
Muchas veces a través de la Escritura vemos que es precisamente ese
tipo de acción apasionada la que genera una decisión favorable de
parte del cielo.

En el caso de Bartimeo el ciego, en Marcos 10:46-52, vemos esos tres
elementos de pasión, acción y petición claramente ilustrados.
Cuando Bartimeo oye que Jesús está pasando cerca de él,
instintivamente sabe que tendrá una sola oportunidad para recibir el
milagro que tan desesperadamente necesita.
Todo el dolor que ha acumulado durante décadas de ceguera y miseria se
vierte en un grito de apasionada petición al Señor:
“¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”
En ese momento, a Bartimeo no le importan las recriminaciones ni las
críticas de la gente.
No le importa que esté haciendo el ridículo gritándole como un loco a
un Jesús que al principio no parece hacerle caso.
Sólo se deja guiar por su pasión, su ardiente deseo de escapar su
triste condición de mendigo y de ciego.
Esto lo lleva a una acción desesperada, a violar todas las reglas de
la etiqueta y la decencia, a gritar hasta ser escuchado, e imponerse
sobre la agenda de Jesús a pesar de las reprensiones de los
discípulos, quienes lo mandaban insistentemente a callarse.

Cuando el Señor se detiene y lo manda a llamar, motivado por la acción
persistente y atrevida de Bartimeo, le hace una pregunta intrigante:
“¿Qué quieres que te haga?”
¿Por qué le hace esa pregunta innecesaria?
¡Es evidente que lo que Bartimeo necesita es recibir la vista!
Como hemos dicho en una meditación anterior, a Dios le gusta escuchar
nuestras peticiones verbalizadas, declaradas en forma clara y
específica, nacidas de un corazón que las ha incubado y acendrado a
través del tiempo, que las ha ido concentrando y reduciendo por medio
de la repetición y el cultivo hasta llevarlas al punto de convertirlas
en una piedrecita lisa, súper concentrada y ultra densa.

Cuando le presentamos al Señor ese humilde pero poderoso producto de
nuestras lágrimas y desvelos, instantáneamente esto suscita la
reacción positiva de parte del cielo.
Bartimeo le contesta al Señor sin titubear, con gran intensidad:
“Maestro, que recobre la vista”.
Cinco palabras.
Pero más que suficiente para provocar la respuesta ansiada de parte de Jesús:
“Vete, tu fe te ha salvado”.
Dice la palabra que “En seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en
el camino”.

Pasión, acción y petición--tres elementos que siempre fundamentarán un
clamor exitoso.

Ustedes me invocarán y vendrán a rogarme, y Yo los escucharé. Me
buscarán y Me encontrarán, cuando Me busquen de todo corazón.
Jeremías 29:12

Muchos lo reprendían para que se callara, pero Bartimeo gritaba mucho
más: "¡Hijo de David, ten misericordia de mí!"
Marcus 10:48

Clama a Mí, y Yo te responderé y te revelaré cosas grandes e
inaccesibles, que tú no conoces.'
Jeremías 33:3

Invoca Mi nombre en el día de la angustia; Yo te libraré, y tú Me honrarás."
Salmos 50:15

Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen, y se les abrirá.
Mateo 7:7

Oh SEÑOR, Tú has oído el deseo de los humildes; Tú fortalecerás su
corazón e inclinarás Tu oído
Salmos 10:17

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A Cristo Jesús le interesas más de lo que te puedas imaginar, quiere
que tengas vida eterna y una vida feliz y productiva, y que seas una
influencia positiva en las vidas de las personas a tu alrededor.

Pide a Jesús que entre en tu corazón a través de esta oración:
“ Jesús, deseo los dones que Tú nos ofreces: la vida eterna, el amor y
un sentido a la vida.
Te abro mi vida y mi corazón ahora y acepto Tu don de salvación.
Te ruego que me perdones todas mis malas acciones, que me ayudes a
volver a empezar, a llegar a conocerte íntimamente y a sentir tu amor.
Amén ”.

14:6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie
viene al Padre, sino por mí.
Juan 14:6 RVR 1960

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¡Que Dios te bendiga y hasta la próxima meditación! EVANGELIO DEL DÍA
Jueves 1 de julio de 2021.
Evangelio según San Mateo 9, 1-8.
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados".
Algunos escribas pensaron: "Este hombre blasfema". Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate y camina'?
Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". Él se levantó y se fue a su casa.
Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.