Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Amor insólito.

Amor Insólito
V-2.14

Esta historia sucedió hace muchos años, allá por el 1600 en la cuna de los piratas de la vieja Inglaterra, cuando aún no habían surgido Los Beatles, cuando el arco iris era en blanco y negro y los relámpagos a kerosén. Era una hermosa noche de luna con el cielo lleno de estrellas, invisibles por la lluvia. Los relámpagos dibujaban la silueta del fastuoso Castillo iluminado por gran cantidad de velas, que el viento iba apagando. No obstante, el sirviente volvía a encenderlas una y otra vez, sin dejar de putear.
Era una Velada de Gala celebrando el cumpleaños de Krety, Princesa de las Meretrices Reales, quien andaba mascando chizitos que luego escupía en las paredes. Como anfitriona recibía a los invitados, había decidido que algo curtiría entre tantos nabos que vendrían a comer de arriba. Por la puerta de servicio ingresó un morocho, cadete de la confitería trayendo el servicio de lunch. Al conocer que el foso de los cocodrilos se inundaba, se calzó las IRROMPIBLES SANDALIAS Skippy. Una vez adentro, para secarse manoteó del perchero una capa roja y un cinturón con espada. Se acomodó en la antecocina esperando los envases y curró una botella de licor de huevos marca Péters, que disfrutó bebiendo sin piedad. Enseguida llegó un bufón acosándolo con sus bajos instintos y al rato apareció el Jefe de la Guardia Real y de inmediato lo interrogó para saber quién era. El muchacho estaba un poco mareadito, pero velozmente ocultó la botella bajo la capa, quedando al descubierto el bufón que a parte de trolo era alcahuete y disimulando la posición comprometida en que se encontraba, buchoneó ante la presencia policial:
- ¡Oficial, el joven esconde el Péters! ¡Tiene capa pero usa Skippy!
- Así que parece un chabón pero “es Conde”…
El sabueso oficial hizo señas a la vitrolera y anunció el suceso:
- ¡Un incógnito! ¡Es el Conde Péters de Skippy!
Los aplausos, silbidos y el papel picado le dieron la bienvenida. Todas las miradas se dirigieron a él pese a su aspecto villero, porque lo hacía interesante el ser un Conde Misterioso. Las jóvenes se lamían los labios y las veteranas se baboseaban. El muchacho ingresó siendo un plebeyo anónimo, una rata del pueblo o sencillamente un dolobu del montón y pasó a ser el “Number One”. Todo era diversión, pero la tormenta no cesaba y comenzaron las filtraciones. La Princesa Krety que le había otorgado franco a la súbdita doncella para quedarse con las propinas del guardarropas, se hizo cargo de las tareas. Introduciéndose entre los invitados ella se agachó acomodando la palangana bajo una gotera, tomando una posición demasiada atractiva para los ojos libidinosos de Péters, quien no titubeó en meterle una mano en el… cuello. Krety se incorporó violentamente, no podía ser de otra manera, si era lo menos que esperaba. Aprovechando las sombras de unas cortinas, se abrazaron con pasión, él acarició sus cabellos, tocó sus ojos, tocó sus mejillas, tocó sus labios, tocó su cuello y así hasta los pies, ella tocó lo que encontró. Se echaron dos, dos maldiciones por la gente que molestaba. Terminaron citándose en el bosque al día siguiente. Péters se sentó a la mesa para picotear algún saladito y entró a sentir que le acariciaban las piernas y pensó que sería un perro, levantó el largo mantel y se agachó, sorprendiéndose al encontrarse con una camarera en cuatro patas como buscando monedas. Impactado se metió abajo haciéndose lugar. Se mandaron dos, dos Cocas para calmar tanta sed. Acordaron revivir ese romance al día siguiente en el bosque. Cuando el joven fue a cumplir una necesidad ante el efecto cerveza, en la entrada del excusado se enfrentó a un robusto soldado, con armadura de acero, teléfono celular Iphone, reproductor mp3, armas y labios pintados, quien habló con voz afeminada:
- Me dicen Litita, ¿vos a qué venís? ¿Querés que te dé una manito?
Péters indignado, tomó coraje y le dijo:
- No entiendo, un tipo como vos, con esos músculos, rebuscándoselas en un baño. ¿Cómo se te dio por empezar a curtir como un mariquita?
- ¡Así, divino, preguntando igual que vos!
La festichola entraba en la madrugada y Péters, comenzó a barrer el salón y juntar envases, porque al amanecer tenía un encuentro salvaje. Se dirigió al bosque en el ciclomotor del delivery. Allí lo estaban esperando las admiradoras acomodando sábanas, toallones y palanganas con sifones (Repulcras como gallinas pero limpitas) Péters iba preocupado, la noche anterior le había dado duro al frito y no se sentía muy bien, andaba flojito del aparato, digestivo. Antes de llegar apareció Litita, el guardia, con calzas y una blusa floreada, condicionándole el paso: primero dunga-dunga. Péters tan amable, optó por aceptar. Las lechuzas abriendo los ojos chusmeaban sorprendidas y los monos mirando fijo se hacían la farra. De pronto se enloqueció al apercatarse que había faltado a la cita su enamorada, la princesa Krety. Rápidamente se dirigió al castillo para rescatarla. Ingresó con facilidad disfrazado de churrero de McDonalds. Al enfrentarse con Krety el mundo se detuvo, el verdadero amor lo paralizó, estaba con la mujer amada, bella, tan buena como Teresa de Calcuta, inocente, pura, inmaculada… ¡Una auténtica virgen! La estrechó entre sus brazos, le acarició el cabello, le tocó los ojos, le tocó los labios, le tocó el… Ella lagrimeando y acariciándose los gruesos rollos del vientre, lo interrumpió:
- Péters, mi amor, esta situación es embarazosa.
- ¡Qué cacho de zapán! ¿Habrán sido los triples de miga de anoche?
- No, no. La culpa es tuya, por lo que pasó, por lo de la cortina. ¿Entendés?
- ¿Qué, la mía es cortina?
- ¡Me quedé embarazada! Sos más papanata de lo que yo pensé. Anoche me hiciste un hijo que ya tiene tres meses de gestación, y además, se parece a vos. ¿Entendés? Ahora somos tres. Si mis padres se enteran nos mandarán a decapitar.
- ¿Qué? ¿Nos echarán de la capital?
- ¡No, Nos mandarán a la silla eléctrica, dolobu!
- Y si lo charlo al viejo de la coronita y le pido la mano ¿Qué pasa?
- Nada importante. ¡Te cortará la mano y las pelucas, infeliz!
- Entonces, hay que huir, hay que huir, amada mía.
- Sabía que harías todo por mí. Con esa cara de bueno que tenés…
- En eso pensaba, amada mía. Entonces: ¡Hagamos las valijas! ¡Hay que huir!
- ¡Bravo Péters! ¡Eres mi Príncipe Azul! ¿A dónde iremos, amor mío?
- No lo sé, andá donde vos quieras. Pero yo, yo me vuelvo a Buenos Aires.

© Edgardo González
“Cuando la pluma se agita en manos de un hescritor, siempre se remueve algún polvillo de su alma”.