Texto publicado por SUEÑOS;

Cuentos olvidados.

cuento
pais china.
origen relato.

INSTANTE

Xingjian Gao

Está tumbado solo en la playa en una tumbona de lona de espaldas al mar. El viento es muy fuerte. En el cielo límpido no hay una nube, el agua refleja el brillo deslumbrante del sol, no se distingue el rostro.
Un portón enorme de hierro mojado y herrumbroso, el agua resbala sin cesar desde la parte más alta, oculta a la vista. Las dos hojas gruesas y pesadas se abren con lentitud, el hueco que hay entre ellas se ensancha, de la calle llega el sonido de las sirenas de los coches de la policía. Hileras de rascacielos que ocultan la luz del sol más allá de la abertura de la puerta. Las sirenas no cesan de sonar.
La silueta de una mujer que se aleja por el pasillo oscuro hacia el vestíbulo, no ha encendido la luz, se pone el abrigo, duda un instante, sujeta el pomo de la puerta, la entreabre con sigilo, sale. El pomo gira lentamente hacia su posición original, la puerta se cierra con un clac.
El sol tibio invita al sueño. Él cierra el libro, se recuesta en el respaldo, se pone las gafas negras, dos cristales redondos y pequeños le ocultan los ojos. Levanta del suelo el sombrero negro de copa y se tapa la cara, sólo se oye el oleaje.
Las olas rompen contra la playa y antes de retirarse son absorbidas por la arena con un bisbiseo y dejan una marca ocre de espuma.
El brazo que cuelga pica, vienen trepando las hormigas, primero es una y luego una tras otra las que trepan por el brazo.
Dice que se excita mucho cuando hace el amor con dos hombres delante de la chimenea. Está atravesada en la cama con la cabeza apoyada en el reborde y los ojos cerrados, fuera del círculo de luz, la lámpara sólo alumbra la cabellera colgante y la ropa interior y los leotardos tirados por el suelo.
Él tiene la sensación de que la marea está subiendo, el agua llega hasta los pies de la silla, remolonea, vuelve. Una vieja melodía flota en el aire, bella y triste como el lamento fúnebre de una campesina, como el son quejumbroso de un lusheng.
Se ha deshecho de los zapatos con un giro brusco de tobillo, inclinada se pone otro par, uno de ellos tiene el talón gastado y deshilachado y acaba arrojado a un lado del pasillo.
Un cartel publicitario en blanco y negro con la mitad inferior del cuerpo de una mujer de puntillas que se levanta la falda larga dejando al descubierto unos bellos muslos, el anuncio de unos zapatos fijado a la pared del andén de una estación de metro. En la plataforma, una vieja con un bolso grande vacío y un hombre de edad mediana que lee el periódico sentado. Llega el metro, unas puertas se abren y otras no, los que se apean se dirigen a la salida, ni uno solo alza siquiera la cabeza para mirar el anuncio. Sobre el andén sola la figura de él, llega más gente, la figura se aleja.
El agua ondulante cubre ya las cuatro patas de la silla, sigue subiendo la marea. Y la misma melodía triste, ahora más vaga e imprecisa, más parecida a la de un lusheng.
Dice que quiere sentirse aplastada bajo el cuerpo de un hombre que la doble en peso. Está tumbada en la penumbra de la cama con los ojos muy abiertos. Sentado a la mesa con la espalda desnuda, él pregunta sin volver la cara si sería capaz de aguantarlo. Ella dice que le gustaría ser aplastada hasta quedarse sin respiración y ríe. Tuu, la señal del ordenador.
La melodía cada vez más fuerte, cada vez más vaga e imprecisa, como el soplar del viento a través del papel roto de la ventana mezclado con un roce de granos de arena, cada vez más indistinta, pero aún penetrante. El agua llega ya al asiento de la silla, la mece.
Sentado delante del ordenador con un pitillo en la boca. En la pantalla aparece una larga frase: «Qué no comprender y qué comprender o no comprender y no comprender qué y qué comprender y no comprender qué es comprender y qué no comprender y qué es es y qué es no es y no es y no comprender es no querer comprender o sencillamente no comprender y qué y por qué querer hacer comprender y no hacerlo comprender y tampoco comprender si es no comprender de verdad o es no hacerlo comprender o es comprender de verdad y no comprender de mentira o no hacer por comprender o simular querer comprender y querer adrede hacerlo comprender pero no hacerlo comprender o absolutamente hacerlo y no hacerlo comprender y no comprender pues no comprender y más vale no comprender en principio por qué querer comprender…»
Un payaso de nariz blanca toca el acordeón en el circo, el fuelle se extiende una vez y se pliega otra, se extiende y se pliega y se pliega y se extiende y aún quiere desplegarse más cuando está tendido al máximo, el fuelle se rompe, la música cesa al instante.
Sólo en el aire el resonar del viento y el oleaje, el brillo intenso del sol deslumbrante.
Tira en el cenicero la ceniza que está por caer, vuelve atrás y pulsa una y otra vez la tecla hasta borrar cada una de las letras de la frase inacabada de la pantalla.
Baraja con ambas manos el montón de fichas de mah-jong, coge una, la acaricia, aparece un «dragón rojo», luego saca un «dragón verde» y un «dragón blanco», las pone en orden, «dragón rojo», «dragón verde» y «dragón blanco», sigue sacando, «dragón verde», «dragón rojo», «dragón blanco», «dragón verde», «dragón rojo», «dragón blanco», «este», «dragón verde», «dragón rojo», «viento», «norte», «este», «sur», «viento», «oeste», «norte», «dos de bambúes», vuelca las fichas y baraja de nuevo.
«Cuéntame una historia.» Él se vuelve, la luz de la lámpara de mesa le ilumina la nuca, sobre la cama en penumbra ve el cuerpo desnudo de ella acurrucado como una pescadilla.
Una silla vacía flota derecha en la superficie, ondea el reflejo del agua. No se oye el rumor de las olas, sólo un sonido largo conmueve el aire, continuo y monótono.
Un niño llora a lágrima viva en un rincón del muro, pero no hace ruido. La hiedra tapiza el muro pétreo, el sol por la mitad lo ilumina.
El hombre de edad avanzada con pantalón de tirantes y camisa blanca de cuello desabrochado tira de una cuerda sobre el césped esmeralda recién cortado, hace cierto esfuerzo pero se le ve tranquilo y poco apurado.
Parado en la calle delante de un escaparate, al principio no parece interesado pero luego comienza a leer con mucha atención, palabra por palabra, lo que hay escrito en el interior. La calle está desierta con excepción de uno o dos transeúntes.
Ella de pie en el cruce, flujo incesante de coches. Cruza con el semáforo aún en rojo. Se acerca veloz un coche, vuelve con paso rápido a la línea blanca de mitad de la calzada, mira hacia el lado del que viene el tráfico, echa una carrerita cuando acaba de pasar un turismo, llega a la acera, sube las escaleras, cavila un instante, pulsa unos números en el portero automático, un zumbido, empuja la puerta, entra. Mientras la puerta se cierra con lentitud gira apenas la cabeza, pero en la penumbra del interior no se distingue el rostro.
Ya no hay silla en la superficie del agua, sólo espuma. El sonido largo llega por rachas, pero persevera en el aire, nunca se interrumpe limpiamente, siempre queda un rastro tenue.
Las gotas de lluvia resbalan por el vidrio del escaparate, él se aleja. El interior está lleno de anuncios de ventas de casas, todas con su precio. En algunos figuran las fotos, son en su mayor parte casas rurales. Unas cuantas son de alquiler, pero en los anuncios de las más baratas han escrito «alquilada» con letra roja y florida.
Llega otro hombre para tirar de la cuerda, bien vestido y con pajarita, saluda al hombre de edad del pantalón de tirantes, empuña la cuerda y se entrega sin prisas a la misma ocupación, hablando y riendo. De algún lugar no muy lejano llega el ruido sordo de una colisión, el hombre que acaba de llegar frunce apenas el ceño.
Una botella vacía de agua mineral flota en el mar al ritmo de las olas. Luce siempre un sol espléndido y el cielo es tan límpido que parece irreal; tanta nitidez, tanta luz, tanto espacio son quizá los causantes de que la botella de plástico vacía y ya lejana se torne gris negruzco cuando las olas devuelven el reflejo cegador del sol, como un ave acuática o cualquier objeto flotante. El sonido largo intermitente ha desaparecido en algún momento como un hilo de araña llevado por el viento.
«Aquí a la orilla llegó una pareja de cisnes y luego quedó uno sólo y se marchó al poco tiempo, al otro quizá lo mataron para disecarlo.» La voz de mujer se dirige al parecer a un hombre, mientras habla el objeto flotante cada vez más lejano es la viva imagen de un ave.
Uno de gafas también viene a mirar cómo tiran de la cuerda. Observa atentamente desde detrás de los cristales y se quita las gafas y las limpia y como si no viese con claridad o no supiese si ve o no con claridad o no le importase si ve o no con claridad guarda las gafas en el bolsillo de la chaqueta y se suma a la fila de los que tiran de la cuerda.
Él en medio de un callejón vacío y silencioso, el empedrado se alarga en ascenso hacia el extremo de la cuesta, casas viejas de piedra a ambos lados, tiendas de puertas mal ajustadas con el cierre metálico echado. Con la nuca encogida eleva la mirada a uno y otro costado, ventanas con cortinas corridas y todo sombreado y fresco contra la franja larga y estrecha de cielo azul intenso. El punto en que la calle y el cielo se unen suscita la irresistible creencia de que allí está el mar.
Las gaviotas revolotean en el cielo y chillan quién sabe si porque buscan comida o de alegría, hablan un lenguaje que el género humano no entiende pero entenderlo o no no importa, lo importante es que las aves vuelan impetuosas en el cielo azul y chillan.
La cara está vuelta hacia la franja larga de cielo azul intenso tallada por las casas de los costados, su figura desde atrás es una silueta de papel recortado, la corbata ondea al viento, la única cosa viva que se mueve en medio de la calle sombría.
¡Dice que no sabe lo que quiere hacer! La voz de ella está transida de emoción. La de él por el contrario es indiferente cuando dice que él sí sabe lo que quiere hacer pero no puede hacerlo. Ella anda a gatas sobre la cama sumida en la penumbra, levanta los pies, los choca entre sí. Sentado delante de la lámpara de mesa él pulsa las teclas y en la pantalla aparece: ? ! #  ~ ││  I I UU   / / E :: V ± § ¢ = § =