Texto publicado por SUEÑOS;

Cuentos olvidados.

cuento
pais peru.
origen mitos.
NI ERA CABALLO

Miguel Angel jusavú

En aquel día, yo era el único niño. Mi familia me quería mucho y mis abuelos y abuelas cuidaban de que nada malo mi edad. Vivíamos en lo alto de una colina, cerca del mar. Hacia el este y el sur, había unas montañas que se veían azules desde la casa. Hacia el norte, un cementerio; al oeste, un arroyo llamado "Kulematamaana" -que en nuestra lengua quiere decir "en la sonrisa"-, y hacia el sureste nuestra huerta. Nuestra casa estaba en medio de vegetación y no en medio de sabana, rodeada de cujíes, dividivis, cardones y tunas.
U día, cuando yo ya estaba crecido, mi papá trocó un caballo con un hombre que tenía muchas ovejas y trajo a la casa unas veinte a punto de cría y muy bonitas. -Bueno, aquí hay unas ovejas para que las pastorees -me dijo él-. Es bueno tener animales. Si no tienes animales tendrás que pedir por ahí leche de animales ajenos -me dijo.
Fue una tarde cuando me entregaron las ovejas.
-Aquí te entrego las ovejas. Aprécialas mucho, no las descuides, cuídalas. No vayas a quedarte en la cocina contemplando la olla -me decía mi padre.
Me alegré mucho porque en aquel tiempo no teníamos ovejas. Lo que abundaban eran cabras. Todos los días llevaba las ovejas al monte. Las llevaba por el lugar que me parecía mejor y nunca me alejaba de ellas. Siempre estaba pendiente para que no se mezclaran con otros rebaños y las enderezaba a tiempo para que no se fueran lejos. No es bueno que las ovejas se mezclen. Puede perderse una de ellas y pueden comérsela los dueños de las ovejas con las que se ha mezclado. Al principio, no conocía bien los sitios de pastoreo, porque antes no salía mucho de la casa; sólo me alejaba un poco para recoger leña o buscar a Kuna, el burro viejo de mi abuela. Al principio lo que hacía era dar vueltas con las ovejas, antes de conocer bien los sitios más retirados. Tenía miedo de perderme junto con las ovejas. Más tarde, me iba lejos a pastorear. ««Página 03»». despertaban temprano, todavía a oscuras.
-Despiértate ya -me decían, sacudiéndome el chinchorro. Me levantaba con sueño, restregándome los ojos.
-Despiértate ya, vete a ordeñar antes de irte -me decían.
y me marchaba al campo, llevándome las ovejas cuando apenas amanecía. Las ovejas me animaban y me daba menos miedo encontrarme con el zorro, con el buho, con el oso hormiguero y con el diablo. Con ellas me sentía como si fuéramos muchos. No me apartaba de ellas; a veces me ponía por delante, otras veces a un lado, otras veces atrás. Eso hacía yo siempre.
pasaba todo el día en el campo. solamente llegaba a la casa para comer cualquier cosita, allá por el mediodía. Traía las ovejas y las ponía a descansar bajo la sombra de unos dividivis. Al mediodía, a veces comíamos carne de nuestro rebaño, o carne traída de los velorios o pedida a otra familia que había matado algún animal, o traída de alguna cacería. Si no había carne comíamos waa, o semillas tostadas de auyama, patilla o de maíz. Apenas terminaba de comer, salía otra vez, con el sol y las ovejas.
Y así pastoreaba día tras día. Al tiempo, la gente que me veía con el rebaño, me halagaba: -¡Qué voluntario es! -decía la gente-. Ojalá tuviéramos un hijo así -decía la gente, sin que yo me diera cuenta. Y entonces hablaban con mi padre, y traían las ovejas para que yo las pastoreara. Por eso, los dueños de los rebaños me estimaban mucho. Me regalaban sombreros, camisas y otras veces me daban comida. Y si alguna vez llegaba con hambre por su rancho, decían:
-Ahí está, dénle de comer.
Después de un tiempo, el rebaño se multiplicó tanto que ya las ovejas no cabían en el corral, y ya no podía con ellas solo. Se iban unas por ahí y otras por allá en todas las direcciones. Yo corría tras ellas pero se me clavaban espinas y me rasguñaba mucho. Y todos los días las ovejas se dispersaban y todos los días yo los pasaba corriendo tras ellas.
Por fin me aburrí de correr. Muchas veces me Provocaba quedarme sentado después de almuerzo.
-¿Qué estará haciendo ese ahora que está . sentado? -decían.
Y me iba con toda la desgana, porque no era mayor de edad como para decir:
Voy a quedarme, tengo pereza. Me duelen los rasguños.
"tenía que levantarme a perseguir el rebaño.
"¡Ojalá se acabaran!" me decía yo mientras caminaba"Ojalá se murieran todas esas pedazo de obejas". Quería estar en casa. Quería jugar con mis hermanos menores. ", Qué se puede ver en el campo?", pensaba. "Sólo cujíes, dividivis, cardones, tunas, machorros y oír hablar a los pájaros . No tenía con quien hablar ni con quien bromear en el campo. Lo único que había era el balar de las ovejas por encima de mi cabeza nunca pude entender lo que decían. Algunas veces me encontraba con muchacho si veía uno más grande que yo le sacaba el cuerpo, porque tenía miedo de que me diera coscorrones.
Si veía uno de mi tamaño hablaba con él y jugábamos un ratico. Estaba m uy solitario.
Cierto día, en tiempo de lluvia, cuando la tierra aparecía verde y las yerbas estaban muy altas, las ovejas se enfermaron. Se hincharon, echaban espumarajos, estaban atontadas y no comían. Una tras otra se murieron de la noche al día.
¡Qué lástima daba! El hígado, el estómago, las tripas estaban como cocidas, se deshacían de blandas. Era una
enfermedad desconocida. No se sabía de dónde venía; llegó por sorpresa a nuestras ovejas. Después que todo pasó, sólo quedaron unas pocas.
-Conviene que busque el reemplazo de las muertas -dijo mi padre. Y así lo hizo. Trajo unas cuantas ovejas grandes, les colgó un palo a cada una en el cuello y emparejó a cada una de las nuevas con las viejas de la casa.
-Aquí tienes estas. Cuídalas mucho -me dijo-. Si las pierdes te pegaré -dijo.
Pocos días después, estaba yo pastoreando mis ovejas a la sombra de unos cujíes cuando se me ocurrió construir una casita mientras las ovejas pacían. Sin que me diera cuenta, desapareció una de las ovejas nuevas. Y de repente también, apareció mi padre. Yo estaba sentado en la sombra jugando y no lo vi llegar. Me sorprendió al pegarme con su pala. Y me dijo muchas palabras.
¡Con que eso eres tú! Y yo que creía que cuidabas las ovejas y en cambio estás jugando me dijo-. ¿Dónde está la oveja nueva?
-me dijo. Allí está -contesté asustado. En realidad, se había ido hacía rato. Se había separado de las otras mucho antes . No sabía qué hacer. Por fin me fui llorando mis ovejas hacia la casa. En la noche las mettí al corral.
Al día siguiente, mi padre se levantó en la madrugada. Ensilló su burro para buscar la oveja.-Si no aparece, te mataré al regreso -me dijo antes de marcharse. "Lo habrá dicho de rabia, porque yo no tengo el mismo precio de una oveja", decía yo para mis adentros, pero estaba muy asustado. "¿Y si fuese verdad?" Al amanecer, mi madre me dijo:
-Mira, vete por allí a ver si la encuentras. Búscale las huellas, puede ser que ande por ahí cerca.
Y me fui caminando por una colina, entre dividivis y cardones por donde antes andaba con las ovejas. Procuraba buscar la huella de su palo, pero no la veía; sólo había huellas de animales ajenos. Cuando el sol estaba llegando al mediodía, decidí ir a una sabana que quedaba retirada de las casas.
"A lo mejor está por allá", me dije. Era una sabana sin árboles, con sólo yerbas. Era un sitio preferido de ovejas y, además, se podía ver fácilmente en todas las direcciones. Pero resultó inútil. No la encontré.
Yentonces, mientras regresaba por la sabana, escuché un ruido de no sé qué. "¿Qué clase de sonido será aquél tan horrible?" me pregunté. ¡PAT! Me estremecí.
"Seguramente será lo que llaman el diablo", me dije. Levanté la cabeza, miré hacia donde se oía el ronquido de la cosa.
"¡Pobre de mí! Me voy a tropezar con una visión por estar buscando este pedazo de oveja", dije dentro de mi cabeza. Vi asomarse desde lejos una cosa enorme que andaba rapidísimo. Venía por un camino ancho y largo. Era muy grande y corría como un caballo de carreras. "Ahora me voy a morir", pensé. Del miedo iba a gritar pero mi garganta estaba como si tuviese tapa, no me salían las palabras, sólo temblaba. Caí al suelo, lleno de pavor.
-¿Qué podrá ser? -dije-. ¿Qué podrá ser?
No era vaca ni era caballo. Ciertamente no era burro, ni era ventarrón, ni cabra. Era una cosa completamente desconocida. Tumbado en el suelo, vi pasar la tal cosa. Jamás había visto algo igual. No tenía patas. Tenía una cabeza grande de color verde, un cuerpo grueso y pequeño, unas partes negras por debajo y por delante y unos bultos en la frente que podían ser los ojos. En un lado de la cabeza tenía unos huecos, como oídos, y la parte posterior del cuerpo era muy grande. No tenía carne y se le veían las costillas; el lomo era ancho, hueco, sin carne. Era sumamente veloz sin tener patas. Se deslizaba como si fuera arrastrado, pero no se veía el arrastrador.
-¡El demonio es capaz de correr aun sin tener patas! -dije.
Por fin pasó. Se alejó levantando una polvareda y al pasar dejó su olor. Un olor raro, que hedía a quemado, que olía a diablo.
"Menos mal que no me vio, menos mal que no me olfateó", pensé. Esperé a que se alejara, acostado sobre la grama. Después me levanté y corrí hacia la casa.
Corrí como si me hubiera escapado de la misma _ boca del diablo. No me atreví a mirar hacia atrás. Sentía cosquillas en todo el cuerpo; estaba seguro de que me seguían. En la carrera, se me rompieron las cotizas y no me atreví a recogerlas. Preferí correr descalzo. Saltaba los huecos y las tunas, me clavaba espinas en los pies, pero del miedo y del susto aquello no me dolía nada. Corría como un sin cabeza. Llegué a la casa y ya no podía más. Me tiré en el suelo. Los viejos se acercaron.
- ¿Qué te ha pasado? -preguntaron.
No me salían las palabras. Allí me quedé, acostado con la boca abierta.
- ¿Qué habrá podido ser lo que lo ha venido persiguiendo desde el campo? -se preguntaban.
Me levantaron entre varios y me acostaron en un chinchorro. Me refrescaron con agua. Cuando recuperé las fuerzas y pude hablar, les conté lo que había visto en el campo. Y todos se echaron a reír.
-¡Pero qué niño tan tonto!
¡Llamarle diablo al camión! Lo que has visto es un camión -me dijeron.
Era la primera vez que oía hablar de un camión. Mi primo mayor me explicó en qué consistía eso que llamaban "camión".
-El camión es una cosa hecha por los alijunas en tierras lejanas. Es hecho de hierro, de tablas, de caucho -me decía mi primo-. Dentro de él hay una máquina llamada motor, que es lo que hace andar al camión y tiene fuerza porque lleva gasolina encendida. Cerca del motor hay un alijuna, que es el que lo hace andar, el que lo detiene, el que lo endereza, el que lo hace retroceder y lo llaman "chofer". -Eso me decía mi primo.
-El chofer se encuentra dentro de aquello que parece la cabeza -dijo-. El camión es magnífico. Se usa para cargar, tiene mucha fuerza, no importa que le pongan la cantidad de carga que sea. Es veloz, no se cansa, no come, no bebe agua como un animal -me decía mi primo.
-¡Qué maravilloso es el camión! -le respondí yo.
Después de eso, tenía muchas ganas de ver el camión.
"Ojalá me encuentre otra vez con él", pensaba en mi interior. Entonces le pregunté a mi primo: -¿El camión es manso? ¿No come gente?
Y él me dijo: -¡No hombre! ¿Y por qué va a ( omer gente? ¿No te dije que es de hierro, de tabla? corre si hay gasolina encendida en su motor y si no hay no anda me volvió a explicar mi primo.
"Caramba, qué misteriosa es la gasolina que hace correr una cosa si se quema dentro de ella", pensaba yo por todo lo que me decían. Desde ese día, en mi chinchorro, en los caminos, no se me iban de la mente el camión y la gasolina.
"El alijuna sí sabe, que es capaz de hacer una cosacomo esta", pensaba yo.
Entonces vi a Kuna, el burro viejo y manso de olor moro y lento caminar. A pesar de que no andaba con él se iba por agua y era él el que servía decabalgadura para los distintos lugares. Era el burro favorito de mi abuela.
En mi cabeza entró una idea rara. ¿Qué le ocurriría a Duna si yo le encendiera gasolina encima?
"¿Será veloz? ¿Tendrá la velocidad de un camión?", pensaba yo dentro de mí. Y así pensando, me marché hacia una casa donde vendían gasolina. Llevaba una totuma mediana para envasarla.
-Aquí estoy. He sido enviado de casa. He sido enviado para que me den gasolina fiada, que luego será pagada -dije al vendedor.
-¿Para qué es la gasolina? -me preguntó con cierta curiosidad.
-No sé. A mí solamente me mandaron. No sé para qué pueda ser.
Casi me llenó la totuma. Con eso me fui y la escondí en un hueco.
Cuando lleg´ué a la casa cerca del mediodía, huna estaba amarrado en su sitio.
- Ya va quedando poca leña. Será mejor que vaya por más -les dije a los viejos que se encontraban allí. Todos me miraron con sorpresa.
-¿Por qué será que tiene tanta voluntad hoy?
- ¿Cómo no voy a estar pendiente si no hay otra persona que se ocupe de eso? -les dije.
-Vete enjalmando entonces.
Y así lo hice. Enjalmé a Kuna y partí con él. La verdad es que estaba asustado y tenía el ánimo turbado al intentar hacer aquello.
"¿Qué haré si Kuna se me escapa de las' manos? Porque ahora probablemente tendrá demasiada velocidad por efecto de la gasolina y correrá como el camión", pensé. Lo amarré en un árbol de olivo de abundantes hojas, recogí pequeñas ramas secas que amarré por encima de la enjalma, y después fui a casa a buscar un tizón.
- ¿Qué vas a hacer con el tizón? -me preguntaron los viejos.
-Es para quemar un avispero que queda por ahí a la orilla del camino, que me pican siempre que paso -les dije.
- Está bien que hagas así, hijito. A las avispas les suele dar por picar a la gente -me dijeron.
Todo hice rápido, nervioso: recogí cortezas y ramitas y encendí la candela cerca del burro, y coloqué la totuma de gasolina encima de la enjalma. Me paré retirado de Kuna. "No vaya a ser que nle lleve por delante porque ahora con gasolina va a correr demasiado", pensé. Apenas prendió la candela, cogí un tizón y lo lancé a la totuma de gasolina. Y aquello no tardó: se encendió y las llamas saltaban hacia arriba. Estuve a punto de ser alcanzado por el fuego. Me asusté mucho, creí que se había derrumbado el firmamento sobre mí.
¡Caramba! ¡Pobre Kuna! Lo veía retorciéndose entre las llamas. Del susto empecé a gritar. Entonces los viejos corrieron desde la casa al oír los gritos. Al verlos venir, me asusté más: "Ahora me matarán por el burro", me dije. "Mejor corro ahora mismo para que no me peguen". De una vez cogí un camino que iba a dar bien lejos, descalzo, sin darme cuenta de lo que hacía. .
Aunque no perdieron un instante en perseguirme, no me alcanzaron y estuve corriendo hasta la noche.
Estaba pasando por un amargo sufrimiento. Me sentía triste, tenía hambre, tenía sed. Me quedé llorando en una quebrada toda la noche, hasta que me dormí. Al día siguiente, me marché. Caminaba paralelamente al camino en todo momento para que la gente no me viera. Si veía siembras, me las cogía al pasar para no morir de hambre. Comí yuca, patilla y también datos.
personas que llevaban cabras, ovejas, pieles de cabra y gallinas. Iban a vender adonde los alijuna.
- ¿Adónde vas niño? ¿De quién eres hijo? -me preguntaron.
- Vengo de ahí, soy un extraviado, no sé adónde voy -les dije.
-Pobrecito, come de nuestro avío -me dijeron ellos-. Nosotros vamos a vender adonde los alijunas. Vente, estarás mejor con nosotros. Partí con ellos y arreé las cabras. Después, al día siguiente, tenía los pies maltrechos y no daba para caminar porque andaba descalzo.
-Móntate aquí -me dijeron, montándome en un burro.
Yahora estoy aquí, entre los alijunas, lleno de miserias, porque no sé su lenguaje para poder hablar con ellos. Les trabajo como sirviente, a cambio del pobre bocado y la ropa usada que me dan. Me hace mucha falta mi casa, pero no tengo ganas de ir allá, porque la vergüenza que tengo es demasiado grande. El haber quemado el burro de mi abuela me causa mucha tristeza. Y en fin, estoy acostumbrándome a vivir entre los alijunas y ahora ni siquiera me bajo del camión al que antes le tenía tanto miedo.
En el relato ni era vaca ni era caballo, el escritor guajiro
Miguel Angel jusavú cuenta sus vivencias de niño pastor y su encuentro nada feliz con el mundo del hombre blanco. Dice el autor que aunque su cuento está basado en la realidad, el final dramático y triste es inventado, y con él quería expresar la miseria en que cae el indígena cuando abandona a su gente y sus costumbres y se va a vivir entre los blancos. Los guajiros son un pueblo indígena que vive en la península de La Guajira, al norte de la América del Sur. Su territorio está dividido entre Venezuela y Colombia, pero esta frontera no existe para los guajiros pues todo es una misma tierra, su tierra. Sus habitantes se refieren a ella como jaumain wayuu o wayuu (gente), a los extraños les dicen "alijuuna".
La sociedad guajira está organizada en clanes matrilineales: los hijos pertenecen al clan de la madre y heredan su "apellido" Cada clan está identificado con un animal y un símbolo. El autor de este cuento pertenece al clan Jusayu, el del mapurite, y su símbolo es éste: Varias actividades constituyen hoy en día la base de la economía guajira: el huerto familiar. el tejido, el comercio, la caza y la pesca; pero desde los tiempos de la colonia la más importante es la cría de animales, y hoy día sobre todo la de ovejas y cabras. De los rebaños depende tradicionalmente la riqueza del guajiro; son su medio de pago y muchas veces orientan su destino, cuando las largas sequías lo obligan a abandonar el lugar donde vive en busca de alimento para sus animales.
La tierra guajira es árida, caliente y plana, barrida por un viento incesante. Largas estaciones de sequía se alternan con estaciones cortas de lluvia. La sequía es tiempo de desierto. Los ríos y pozos se secan, el pasto desaparece; es tiempo del hambre y sed para hombres y animales. Con la llegada de las lluvias, el desierto hostil se transforma en pocos días en un paisaje de sabanas verdes y matorrales intrincados. Es tiempo de alegría para el guajiro. Se siembran los huertos, y hay comida y bienestar. Sin embargo, con las lluvias también llegan las enfermedades.
Desde temprana edad, los niños guajiros se incorporan a las tareas del clan. Alrededor de los 7 años, los varones aprenden el trabajo del pastoreo. El pastor empieza su faena antes del amanecer. Lleva sus animales primero al abrevadero. Cuando en época de sequía el agua desaparece de la superficie de la tierra, los guajiros cavan huecos en los caños de los ríos. Entonces es importante llegar allí temprano porque cuando hay muchos animales, se acaba el agua en el hueco y el pastor tiene que esperar largo rato hasta que se llene de nuevo.
En los sitios de abundantes pastos, los niños suelen escoger un árbol alto para montarse en él a vigilar su rebaño lo preparan cuidadosamente, cortando las ramas donde pueden esconderse culebras y tamhién las que estorban la vista. Montados en sus puestos de vigilia, tocan sus canciones de pastoreo en una especie ede ocarina que ellos mismos se fabrican con taparitas silvestres. Cada clan tiene su canción que el abuelo le enseña al nieto. De esta manera. los niños se llaman unos a otros para reunirse a jugar, muy a pesar de los adultos, quienes los regañan al verlos descuidar a sus rebaños.
Cuando en este cuento se habla del "diablo", no es el demonio de nuestra tradición, sino un ' tvluja". Los puluja son las almas de los guajiros muertos que regresan al mundo de los vivos. Salen al atardecer o en la madrugada en días nublados, en sitios despoblados, cerca de los cementerios y en los caños. que son los "caminos de los jolujas". No tienen forma especifica. Pueden parecerse a una persona, muchas veces a un alijuna; pueden ser un animal, o hasta un palo. o una piedra con que uno se topa en el camino. Cuando alguien se encuentra con un joluja, siente un cosquilleo en todo el cuerpo que le anuncia el peligro: si el loluja lo llega a atacar, cae muy enfermo y hasta puede morir.

Este cuento apareció publicado por primera vez en el libro RELATOS GUAJIROS de Miguel Angel jusavú. El autor también ha publicado en colaboración con el padre jesuita jesús Olza, un diccionario ede la lengua guajira. una gramática y una morfología guajira. Jusavú fue pastor hasta los 13 años, cuando perdió la vista. Actualmente vive con su esposa y sus hijos en Maracaibo.
Alijuna: Nombre con el que los guajiros designan a los que no son indígenas.
Avío: Provisión de alimento que se lleva para consumir en los viajes o paseos al campo.
Cují: Especie de acacia de hojas muy finas.
Dividivi: Arbol mediano cuyos frutos se usan para curtir pieles. Cardón, tuna: Especies de cactus.Antiguamente, la madera del cardón, el voto julo, se usaba en la construcción de las casas guajiras. Mazamorra: Alimento preparado con harina de maíz tostado, leche y papelón.
Waa: Nombre guajiro de una mazamorra preparada con manteca o sebo en vez de leche.
Machorro: Lagartija.
Enjalma: Aparejo que se usa con los animales de carga. En l.a Guajira es también la silla de montar de la mujer.
Olivo: Arbol que debe su nombre a un cierto parecido con el olivo mediterráneo, pero que. no tiene nada que ver con él.

Damos nuestro agradecimiento a todas las personas de La Guajira y de Maracaibo que prestaron su colaboración
a la ilustradora, en especial a Dalia Durán y sus familiares y a la familia de Noelí Pocaterra.
Edición a cargo de Carmen Diana Dearden
Asistente editorial: Marianne Delon
Séptima edición, 2007 © 1984 Ediciones Ekaré
Av. Luis Roche, Edif. Banco del Libro,
Altamira Sur. Caracas 1062, Venezuela
www.ekare.com
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ISBN: 980-257-212-8
HECHO EL DEPÓSITO DE LEY
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