Texto publicado por Enrique López Clavel

carta para adelaida

... En el instante que cruje el sentido estéril,
brota el amor entre mandarinas y epidermis: ...

“Yo fatigo sin rumbos los confines
de esa alta y honda biblioteca ciega.”

JORGE L. BORGES

HE AQUÍ MIS MANOS

Sé de dormidas miradas en los rostros,
las que no se despiertan ni ante el ruido de la claridad
y obligan al canto omnipresente
a descifrar imágenes con ingredientes de miel,
que devuelven posible apariencia
a mis rotundas verdades.
El horizonte vuelca su fragilidad pueril,
como las ansias de turno,
que piensan más en la luz apagada de los ojos,
que los mismos ojos por su luz.
Aquellos que pasean la vista:
olviden la magia de los sueños,
olviden las huellas calladas del pincel
y no unan las noches con los días,
si ambos tienen nombres de estro,
y solo escribo bajo el reflejo nocturnal.
Se han roto aspiraciones
de las que son inexplicables,
como si la yema de lo absurdo se desprendiera del silencio
coloreando estatuas de emociones inéditas.
En el instante que cruje el sentido estéril,
brota el amor entre mandarinas y epidermis:
nuevamente rubríquese el eco de mi ciudad,
y permítanme lloviznar, es un clamor,
en el fuego cotidiano.
He aquí las palmas abiertas como párpados,
virtuosa armonía de piel
y retorna la dicha,
penetrando la savia
por las pupilas de los dedos.
Es el sol una idea tangible,
regocija sentirlo,
quemando penas, precipitando fe:
cada día es su luz
continuidad de vals
que revierte en el ego