Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Aviación sin barreras del 15 de septiembre.

Buenos días estimados amigos:  Adjunto el enlace de Aviación sin barreras, con información de medios de comunicación de Ecuador, Perú, Uruguay, Colombia,
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Saludos cordiales.

El Viejo Aviador.

Aviación sin barreras, Martes 15 de septiembre de 2020.
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Martes, 15 de septiembre de 2020.

Buenos días estimados amigos:  El escenario en que “Aguacero” se desenvuelve es tan vívido y real que su paisaje rural envuelto en una lluvia pertinaz,
cala hasta en los huesos del atento lector.  O tal vez, es que a ello se suma una trama singular que a veces da miedo, asusta y la ansiedad se cola en
la mente como si fuéramos quizá el detective o delincuente, o simplemente el omnipresente observador que goza y disfruta de una esquiva búsqueda y resolución
del caso. 

Y es que a pasos forzados o acelerados como el descenso en un tobogán se desarrollan a renglón seguido los hechos que desembocan en nuevas inquietudes
y emociones que seguro los dejarán perplejos.    

En fin, esta es la magnífica novela negra de un nobel escritor que ha dejado conocimiento, tinta, sudor, inspiración, piel, vida, pasión y su trabajo lo
compromete a continuar en la línea de la perfección.

Título:  Aguacero.

Autor:  Luis Roso.

Nota de contraportada:  Un pequeño pueblo perdido en la montaña, cuatro crímenes en la España de los años 50, un lugar donde todos guardan secretos.  Una
cuidada ambientación histórica, una escritura de calidad, magníficos diálogos que dotan de especial agilidad al relato, una atractiva pareja protagonista
y un sutil sentido del humor que recuerdo a ratos a Eduardo Mendoza.  Una gran novela negra, Ángel Vivas, El Mundo.

“Aguacero” cumple maravillosamente el primer mandamiento de la novela negra, atrapa y entretiene al tiempo que denuncia cómo era la España de los años
50, Irma Muñoz, El Dominical.

Un brillante relato policial, con dureza y ritmo. El Bernie Gunther de Philip Kerr, tiene en el detective Ernesto Trevejo un digno compañero, Juan Carlos
Galindo, El País.

Todas las novelas policíacas son diferentes, pero sólo algunas son especiales; todas intrigan al lector, pero sólo algunas atrapan hasta el desvelo.  La
literatura española descubre a Luis Roso en “Aguacero”, Antonio Gómez Rufo, novelista.

Repleta de intriga, velocidad y realismo, Xavier Borrell, Radio 3.

Acerca del autor:  Luis Roso, Moraleja, Cáceres, 1988, es licenciado en filología hispánica por la Universidad de Salamanca; en filología inglesa por la
Universidad Autónoma de Barcelona y posee un máster en literatura española e hispanoamericana.  Apasionado de la literatura, historia el cine y el deporte,
actualmente trabaja como profesor de secundaria en la Comunidad de Madrid.  Admira a Delibes, Cela, Ferlosio, Sender, Azorín, De la Serna, Aldecoa, Barea
y Martín Santos.  “Aguacero” es su primera novela.

Cita 1.

“El agua no tiene memoria, por eso es tan limpia, Ramón Gómez de la Cerna”.

Cita 2.

“Recuerdo que la mañana del 17 de enero del año de 1955, me desperté junto a la marquesita  en su apartamento de la Calle San Bernardo, y que me levanté
como de costumbre a eso de las 6  para salir del edificio antes de que se levantaran los vecinos”.

Cita 3.

“¿Te tienes que ir ya?  ¿Es una orden? Pregunté al tiempo que daba una calada al cigarrillo con cuidado de no dejar residuos de cenizas sobre  el sofá. 
Es un consejo por el aprecio que te tengo, respondió.  O una advertencia considerada, o una amenaza, añadí poniéndome en pie y apurando el cigarro antes
de tirar la colilla por la puerta entreabierta del balcón”.

Cita 4.

“Me abroché los tirantes y me alisé la camisa, en el exterior de cuyo bolsillo izquierdo colgaba una insignia con el yugo y las flechas, reliquia de mi
breve paso por el frente de juventudes.  La conservaba ya que me servía para mantener vivas viejas amistades, y como llave para acceder a ciertos ambientes
que de otro modo me estarían vedados”.

Cita 5.

“Una vez lo tuve todo preparado y tras explicarle a Don Celestino que iba a pasar unos días fuera, y pedirle que recogiera el correo, por mi tono de voz
el anciano entendió que aquella escapada poco tenía que ver con la anterior.    El día había ido oscureciéndose con el paso de las horas, y aunque por
el momento la lluvia se resistía a caer, los viandantes oliéndose la que se avecinaba avanzaban con la vista puesta en el cielo”.

Cita 6.

“En el pasillo me esperaba el mismo guardia civil bigotudo y mal encarado  de la entrada.  Acompáñeme, ordenó con la parquedad de quien no está acostumbrado
a repetir las cosas y mucho menos a razonarlas.  Lo seguí de vuelta hasta la entrada del cuartel, en la primera planta, desde donde nos internamos por
un pasillo que debió haber servido no hace mucho de pocilga”.

Cita 7.

“¿A dónde vamos ahora? Preguntó Aparecido.  Deberíamos ir a averiguar los lugares de los crímenes, pero no creo que con este tiempo sea una buena idea,
respondí.  Entonces, ¿Qué hacemos?  Yo me estaba haciendo esa misma pregunta desde hacía rato.  Tenemos dos opciones, dije, después de vacilar unos segundos,
podemos ir a interrogar a la persona que encontró los cuerpos de los dos guardias civiles, el señor José Manuel Campillo Luna”.

Cita 8.

“Aparecido sonrió al escuchar el nombre.  ¿Qué te hace gracia?  Lo de señor, respondió.  José Manuel, el Lolo, es un crío de 15 años.  Se puede ser un
señor con 15 años y hasta con menos, repliqué recordando que efectivamente en algún rincón de la documentación  se mencionaba la edad del susodicho”.

Cita 9.

“El trayecto hasta las Angustias fue breve pero productivo, Durante el mismo, el Juez Sagunto me fue confirmando, refutando o ampliando algunos de los
datos recogidos en los informes de la guardia civil, datos casi todos de escasa relevancia, tales como la hora exacta en que ocurrió tal o cual evento,
información personal sobre familiares o testigos interrogados, o el número aproximado de manos por los que había pasado cada una de las pruebas antes de
ser archivadas”.

Cita 10..

“Mientras recorríamos con la motocicleta el trecho que nos separaba del puesto de la guardia civil, la lluvia fue ganando en intensidad.  Para cuando alcanzamos
la carretera de vuelta a las Angustias, esta se había trocado   en diluvio.  Obligada a trepar la pendiente a contraviento, la vetusta motocicleta pronto
comenzó a mostrar síntomas de fatiga, aunque justo cuando parecía que iba a dejarnos tirados, Aparecido apretó los frenos deteniéndola en mitad de la carretera”.

Cita 11.

“aparecido señaló al frente, en el margen derecho de la calzada, a medio centenar de metros había estacionado un vehículo de color oscuro con las luces
apagadas.  Si es una avería habrá que echar una mano, dije.  Me apeé de la moto y me aproximé a pie, Aparecido avanzó lentamente con la motocicleta, aunque
yo no era un experto, enseguida reconocí el modelo del vehículo”.

Cita 12.

“La solitaria vuelta hasta la carretera, fue mucho más penosa que la heroica persecución y el posterior tiroteo, helado, dolorido y embarrado, ignoro cuánto
tiempo caminé sin rumbo por la montaña, cuando logré emerger de nuevo a la carretera, a un centenar de metros del Mercedes averiado, me sentí desfallecer
como las damiselas de los cuentos”.

Cita 13.

“Unos golpes en la puerta me salvaron de morir ahogado en en un sueño, por el cristal de la ventana se colaba una luz grisácea  que revelaba la persistencia
de la nubosidad y la lluvia.  Al menos en lo que al tiempo se refería, el nuevo día no se presumía mucho mejor que el anterior.  ¿Quién es? Grité sin salir
de entre las sábanas”.

Cita 14.

“Aparecido y yo saltamos sobre la motocicleta sin reparar en que los asientos estuvieran empapados, José Manuel mientras tanto, siguiendo mi consejo invitó
a la niña a pasar a la casa para que entrara en calor, ya que a la pobre le tiritaban los labios y las manos de caminar en la lluvia en mi busca”.

Cita 15.

“Abandonamos la sala de turbinas y nos detuvimos bajo el tejado de aluminio sobre la terraza de piedra, saqué el Chesterfield que le había birlado al comisario
la mañana anterior y que había puesto a secar durante la noche, me lo puse en los labios y lo encendí.  Estaba todavía algo húmedo y no tiraba del todo
bien, pero no era cuestión de desperdiciarlo.  ¿No dijo usted que tenía que hacer un par de llamadas urgentes?”.

Muy atentamente.

Luis Eduardo Cueva Serrano.

Aviación sin barreras.

Quito, Ecuador, Sudamérica