Texto publicado por Brenda Stéfani

Nota: esta publicación fue revisada por su autor hace 3 años.

Obsesión

sinceramente, sinceramente no sé cómo empezar.
Siempre me costó empezar, empezar a crecer, empezar a sentir, empezar a decidir, empezar... Es lo más difícil del mundo, porque te das cuenta de que eres el último eslabón de la cadena, que no es cierta la frase que dice, siempre hay alguien mejor o peor que tú, porque cuando empiezas, tú eres el peor.
Para entrar en el juego de la vida, debemos competir para sobrevivir y yo, siempre compito conmigo, con tal fuerza que no me aferro a nada, a nada, pero el tiempo pasa tan rápido que me di cuenta sin querer, que tengo guardado en el placar de los recuerdos, uno en particular, uno que aunque cambie, aunque crezca, aunque pasen los días, los años, está ahí, siempre en un rincón, agazapado, al acecho de que lo convoque, de que verbalice ese conjuro, y tan solo con pensarlo, aparece tan nítido, tan fresco como si lo hubiera vivido ayer, como si fuera de lo mejor que haya pasado en mi vida y eso no puede, de ninguna manera ser así.
Es el problema de los recuerdos, son retazos de vivencias, cada vez más depuradas, más recortadas, con la forma que inconscientemente quisiéramos que tenga esa experiencia espectacular que vivimos, pero no es así, lo que sea que haya pasado, en nuestra mente al revivirlo no se replica con exactitud.
Cariño, esta es la cuestión... quisiera decirte que mi recuerdo tuyo se ha difuminado, como un papel amarillo de una carta de amor, como una tarde rojiza de otoño, pero sabes, mientras me encuentro sentada intentando no decir tu nombre, intentando no traerte para no desfigurar esa imagen perfecta de nuevo y romper ese juego de sombras, siento que el deseo en la distancia solo aumenta, nunca disminuye, por eso me gustaría sostener ese equilibrio, tener el impulso de nombrarte a raya, de olvidarme de tu existencia y saber que estarás agazapado, escondido en una esquina del placar, hasta casi desaparecerte comido por las polillas del olvido, pero con la certeza de que si te vuelvo a llamar, ahí seguirás, a pesar de todo.
Mi corazón, esa máquina bombeadora de emociones irracionales, con solo pensar en la idea de revivirte, quiere más de lo que no puede tener, y a la vez piensa que no sería buena idea convertirte en un ser tangible, en materia que puedan tocar, porque sé que lo arruinaría todo, que mi forma de ser tan aplastantemente apasionada , solo haría una cosa, exigirte, que de tanto querer acercarme a ti, termine por alejarte de mí, y eso no lo voy a permitir.
Te prefiero como una imagen borrosa, como brisa pasajera que se desvanece, como una foto que puedo mirar cuando me encuentre perdida y necesite un poco de tranquilidad.
sabes, lo más increíble y predecible de todo esto, es que no tienes ni idea de lo que me está sucediendo, simplemente apareces como una tormenta de verano, de esas que llegan, se llevan todo a su paso y se van, tan tranquilas como si aquí no hubiese pasado nada, dejando después de tanto remolino, el mar en calma.
Pero el mar no es mi corazón, y esto es lo que ocurre cada vez que te atreves a aparecer... Un torbellino en mí, eso es lo que causas.
¿Entiendes lo que significa? Yo soy tu playa y tú mi tormento.

07/08/2020