Texto publicado por Urria Gorria

los jornaleros en #Lleida #Cataluña viven peor que los animales: duermen hacinados en el suelo, sin agua y sin electricidad y les pagan entre 5 y 7€ por hora

COLECTIVOS VULNERABLES
El drama de los temporeros en Lleida: "Vivimos como animales"
En plena crisis del coronavirus, se agravan las insalubres condiciones en las que viven los trabajadores del campo
Muchos rehúyen los controles sanitarios por miedo a perder el empleo y quedarse atrapados en Ponent
Elisenda Colell
BARCELONA - VIERNES, 03/07/2020 | ACTUALIZADA 06/07/2020 - 12:15

El drama de los temporeros en Lleida: Vivimos como animales
Un centenar de abrevaderos prueban que en una granja que hoy se cae a pedazos en Aitona (Segrià) antes vivía un ganado. Ahora son unos 20 temporeros los que habitan este insalubre lugar. Como ellos, cientos de hombres han aterrizado en Lleida y los pueblos de su alrededor en los últimos meses para trabajar en la cosecha de la fruta. Las granjas abandonadas son uno de los cobijos. Otros duermen amontonados en pisos, garajes o, directamente, tendidos en la calle. Hace décadas que las administraciones miran de reojo este drama campaña tras campaña. Pero este año, la pandemia mundial del coronavirus ha extremado la miseria de los temporeros a la par que el miedo a los contagios. Algunos de ellos rehúyen los radares sanitarios de la administración porque temen perder el trabajo. Los cientos que lo buscan no tienen dónde ir ni qué comer, y viven en condiciones más que insalubres. "Nos tratan peor que a los animales, se han olvidado de que somos personas", responde aflijido Toufik, uno de los ocupantes de la granja de Aitona. Y, mientras tanto, los rebrotes en la provincia no dejan de crecer: el Segrià acumula siete de los nueve que vive actualmente Catalunya.

Hace 10 años que emigró de Marruecos y se plantó en España. Antes de la pandemia, vivía en el País Vasco. No tenía papeles, pero trabajaba de cocinero y parte del sueldo lo mandaba a su familia. "Llegó el coronavirus y me quedé sin nada", explica Alí. Los empresarios agrarios de Lleida, al ver que los extranjeros no podrían cruzar la frontera, hicieron un llamamiento de trabajadores para la campaña de la fruta. La voz corrió y Alí, que nunca había trabajado en el campo, no lo dudó ni un segundo. "Llevo 43 días en este infierno", resume hoy. Malvive en esta granja abandonada en las afueras de Aitona, sin luz, ni agua corriente y donde los mosquitos y el hedor se cuelan en cualquier espacio. Ni cerezos, ni nectarina, ni melocotón. Alí no ha recogido nada de nada. "No hay trabajo para todos, me paso el día dando vueltas por el pueblo a ver si hay suerte", justifica. En este infierno se ha quedado sin ahorros y ha terminado malviviendo en la indigencia. "A veces nos dan comida los vecinos, otros días solo bebemos agua", cuenta. "Nunca imaginaba terminar así, y lo grave es que el ayuntamiento y los vecinos lo saben, pero nadie va a mover un dedo por nosotros", cuenta el chico. 

Telas y colchones sucios

Alí comparte su historia junto a Toufik y Abdel, dos argelinos que también ocupan la nave. Un brasero, un par de ollas sucias y vacías, y un trozo de pan seco es lo poco que tienen para cenar. Su alcoba son telas y colchones sucios tirados y amontonados. Los tres están atrapados aquí dentro. "Tampoco tenemos dinero para volver a casa", se queja. ¿Y el virus? ¿Tenéis miedo a contagiaros? "Mira dónde vivimos, ¿tú crees que este es un sitio higiénico? Si no tengo para comer, ¿cómo voy a comprar una mascarilla? Lo único que queremos es trabajar, honradamente. Y, si me infecto o me tengo que confinar, no podré trabajar", se sincera Toufik. "Pues hay sitios peores donde dormir, aquí en el medio del pueblo hay un garaje donde duermen 70 personas, como si fueran una lata de sardinas, y te hacen pagar 100 euros", relata Abdel, que sí que logró trabajar algunos días en la campaña. ¿Al menos aquellos días tu empleador sí te dio una vivienda? "No, a nadie le importa dónde duermes, aquí solo importa la fruta". Una afirmación que, media hora más tarde, corrobora Omar, el mayor del grupo. Acaba de llegar de trabajar. Durante este mes y medio no ha dejado de recoger fruta en los campos de Aitona, Soses o Torres de Segre, bajo un sol abrasador y soportando los mosquitos. "Mira dónde vivimos, no le importamos a nadie", señala. 
Salah Diop, Idrissa, Kabir, Magan Keita, Moussa, Mor Talla, Bado, Falu Turé, Driss, Ali y cientos de nombres más repiten la misma historia. Nacidos en Gambia, Camerún, Mali, Marruecos o Guinea Conackry vinieron a España hace años jugándose la vida en alta mar para comer y mandar dinero a sus padres, hermanos, mujeres o hijos en África. Antes de la pandemia sobrevivían vendiendo en el 'top manta' en la costa mediterránea, recogiendo hortalizas u oliva en Huelva y Jaén, revendiendo chatarra en la ciudad o jugándose la vida en la construcción sin seguro ni contrato. Dormían en chabolas o hacinados en pisos. Otros trabajaban con contratos eventuales que, tras la pandemia se han roto. La precaria era su antigua normalidad. Ahora, han acabado en el Segrià para "buscarse la vida" y salir a flote. Se concentran de madrugada en Alcarràs, Lleida, Aitona o decenas de pueblos más, para ser trasladados al campo y trabajar. Los que lo consiguen, por el tarde, vuelven a la zona urbana a dormir. Muchos se tienen que costear el transporte y también la comida. Hay quien también paga por usar permisos de trabajo ajenos. Y el alojamiento está bastante lejos de ser un espacio seguro.

Más temporeros, menos viviendas

"El número de personas que han venido a buscar trabajo en el campo se ha multiplicado, pero a la vez hay menos espacios donde alojarlos. Esta pandemia ha puesto de manifiesto algo que venimos denunciando desde hace más de 10 años", señala Roger Torres, párroco y presidente de Arrels-Sant Ignasi.  En los pueblos, los albergues de personas sin hogar que acogían algunos de los temporeros sin vivienda se han reemplazado para confinar enfermos del coronavirus o sus contactos. Además, algunos vecinos tienen miedo de alojarles en sus pisos por el virus. En la capital, Torres abrió la parroquia ya a inicios de mayo para dar cobijo a algunos de los cientos de temporeros que dormían en la calle de Lleida. A principios de junio el ayuntamiento montó tres polideportivos para acogerlos. Hay 300 hamacas de tela que les intentan dan reposo, y les garantizan un desayuno y una cena. El medio centenar que duerme en la calle, o los que lo hacen en pisos patera de la capital, si tienen suerte, consiguen una comida al día. "Yo recojo algo de la basura y vendo chatarra para comer", cuenta Magan Keita, uno de los sinhogar de la ciudad.

"Les estamos perdiendo el rastro"

Mientras tanto, médicos y enfermeros ven con preocupación cómo el número de infectados por el virus no deja de crecer en la zona. "El problema que tenemos es que muchas personas no quieren hacerse el test, y los que sí lo hacen y dan positivo no quieren facilitar los contactos o dan móviles falsos para esquivar el seguimiento. A muchos les estamos perdiendo el rastro", explica una fuente sanitaria del centro de la capital de Ponent. Hay algunos médicos que han visitado los pisos donde viven los temporeros en la capital. Relatan auténticas barbaridades: entre 10 y 20 personas conviviendo en un mismo espacio abarrotado. ¿Se contagian en el campo o en casa? La plataforma Fruita amb Justícia Social ha denunciado que hay payeses y cooperativas que no dotan a los temporeros de las medidas necesarias para protegerse del virus. "El problema está en que si se confinan solo salen perdiendo: se quedan sin trabajo y tampoco pueden acceder a ninguna ayuda. Ni nosotros ni la policía los podemos obligar a confinarse", relatan desde la atención primaria leridana. 
"Hay que dejar claro que hay payeses que hacen las cosas bien hechas" aclara Gemma Casal, miembro de Fruita amb Justícia Social. Esta plataforma lleva seis años denunciando la "grave vulneración de derechos humanos" en la que viven los temporeros en Lleida, y el hecho que muchas empresas y payeses no garanticen el alojamiento de sus trabajadores. "Al final el problema reside en la ley de extrangería, y en este modelo agrario intensivo, que maximiza los beneficios en pocas manos, deja atrás los pequeños payeses, los productos de proximidad, y se olvida de de los más vulnerables", se queja. El negocio sigue. Y los temporeros, otro día más, vuelven a reunirse en las plazas de los pueblos, buscando una oportunidad a la que agarrase, para salir de la miseria.

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LA CRISIS DEL CORONAVIRUS
Temporeros en Lleida | “No nos da miedo ni morir ni la covid-19, nos asusta la miseria”
Muchos leridanos acuden a segundas residencias mientras cientos de temporeros malviven en las calles a la espera de trabajo
Trabajadores temporeros, en el centro de Lleida el sábado.

ALFONSO L. CONGOSTRINA
alfcongostrina
Lleida - 04 JUL 2020 - 20:24 CEST
Tres furgonetas de los Mossos d’Esquadra rodean una de las entradas a la ciudad de Lleida. A un lado de la glorieta, la gasolinera de la carretera de los Alamús; al otro, el club Eva. En medio, a más de 30 grados a la sombra, una línea policial de los antidisturbios de la policía autonómica. Una barrera de agentes que desde la tarde de este sábado se ha convertido en una frontera que incomunica y aísla a los 210.000 vecinos de los 38 municipios de la comarca leridana del Segrià —incluida la capital de provincia— a los que la Generalitat ha ordenado confinar.
“¿Dónde va usted? Muéstreme el DNI”, repetían secos y contundentes los agentes a todo vehículo que se acercaba al control. A las 16.00, toda la comarca quedó prácticamente sellada por 25 controles de los Mossos d’Esquadra. La ciudadanía ya sabía a lo que se enfrentaba y fueron centenares de leridanos los que al oír la orden de la Generalitat llenaron los coches y, antes de que el reloj marcara las 16.00, se marcharon rumbo a Salou y Cambrils (Tarragona) a disfrutar de la playa y las segundas residencias.

En la ciudad han quedado los que no tienen otro remedio, junto a cientos de temporeros que llevan meses malviviendo en las calles. Los mismos a los que culpan de haber ido a trabajar contagiados y de no respetar las distancias sociales. Unas normas complicadas cuando duermes sobre un cartón y amontonado con el resto de compañeros en el mismo lugar donde, por la mañana, aparecen furgonetas de agricultores que seleccionan a dedo a los elegidos para trabajar ese día a cambio de sueldos que oscilan entre cinco y siete euros la hora.
Ali tiene 33 años y es de Senegal. Vino hace un mes y medio a Lleida procedente de Alicante. “Yo vendía camisetas de fútbol en el top manta. Del Barça, del Real Madrid… Siempre les decía que a 30 euros pero las llegué a vender por 15. Con el coronavirus el turismo desapareció y escuché que en Lleida podría trabajar recogiendo melocotones. Llevo aquí semanas y nadie me ha contratado”, lamenta. Alí asegura no temer al coronavirus, pero admite que está complicando mucho la existencia de los más necesitados: “El jueves estuve andando todo el día buscando trabajo. Cuando entré en el albergue municipal sonó una alarma. Tengo verdadero terror a ese ruido. Me dijeron que las cámaras habían detectado que tenía fiebre. Solo era calor. Tuve que ir andando al hospital a hacerme un test. Nadie me llevó”. Hoy Ali duerme sobre unos cartones en una especie de porche junto a la sede de los Castellers de Lleida. Jura que no está enfermo.
“Lo del coronavirus no es más que otra excusa contra nosotros. Aquí en Cataluña es donde peor nos tratan. En Jaén o en Huelva cuando trabajamos nos dan un lugar donde dormir. En Lleida muchas veces hasta tenemos que pagar cinco euros para que nos lleven y nos traigan de los campos. Claro que hay compañeros enfermos pero nosotros somos pobres, no nos da miedo ni morir ni la enfermedad, nos da miedo la miseria”, advierte Ser, de 38 años, también de Senegal. Nadie le ha contratado en los dos meses que lleva durmiendo junto a la plaza de la Ereta.
Los vecinos del centro histórico de Lleida se han constituido en la plataforma Som Veins. Oscar Lanza, uno de sus portavoces, advierte: “Desde marzo lo estamos denunciando. No se puede mantener las distancias de seguridad cuando vives en la calle amontonado y las Administraciones no hacen nada”. Lanza denuncia que dos de los lugares donde se han detectado contagios no respetan el confinamiento. “Uno es un narcopiso situado en la plaza Josep Solans. El otro es el albergue Jericó”, lamenta. Un responsable del albergue Jericó asegura que los cinco positivos están en el hospital y el resto guarda la cuarentena en el albergue.
A las 16.00, los Mossos acababan de cerrar el perímetro de la comarca del Segrià. Cientos de leridanos ya hace horas que están en las segundas residencias de la playa. En el centro de la ciudad centenares de temporeros esperan la llegada de furgonetas que les contraten a cinco euros la hora.

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El drama de los temporeros, detrás del confinamiento por el rebrote de Lleida
EL ALCALDE ACUSA AL ESTADO DE "MIRAR HACIA OTRO LADO" ANTE SU LLEGADA "DESDE HACE SEMANAS"
– EFE / LLEIDA 06.07.2020

Control policial en la localidad leridana de Torregrossa, en la comarca del Segrià, utilizada para ir a las playas de Tarragona. Foto: Efe
El alcalde de Lleida, Miquel Pueyo, aseguró ayer que "el Estado mira hacia otro lado" ante la llegada a la ciudad y su comarca desde hace semanas, incluso en estado de alarma, de personas que desean trabajar como temporeros en el campo, parte de ellas sin permiso de residencia.

El Govern de la Generalitat acordó el sábado confinar desde las 12.00 horas a Lleida y su comarca, que suman unas 210.000 personas en 38 municipios, ante un aumento del número de contagios coincidiendo con la campaña de recogida de fruta.

Pueyo afirmó que, si bien es cierto que "los temporeros no son los responsables" de lo que ahora vive la capital leridana, también lo es que, "en días de confinamiento, en los que el Estado había de garantizar que no había movilidad entre provincias", llegaron a la ciudad personas de Canarias, Baleares, Andalucía y País Vasco, entre otros orígenes. El alcalde recordó que, ya entonces, "ante la llegada de un volumen importante de gente" a la ciudad, dijo que "eso era preocupante".

Pueyo explicó que la actividad agrícola de la provincia de Lleida genera desde hace más de 25 años la llegada cada verano de entre 25.000 y 30.000 personas para trabajar en la recogida de la fruta, bastantes de ellas sin la documentación en regla. "Según las reglas del Estado, no tienen papeles, y como no tienen papeles, no pueden trabajar. Es un bucle que los condena a la marginalidad", afirmó. Ese hecho, continuó Pueyo, "se repite desde hace 25 o 30 años", pero en esta ocasión, con el "plus de excepcionalidad" que ocasiona el covid-19, "sabíamos que podría ser más complicado". "Y el Estado mira hacia otro lado".

"La crisis de este año debería hacer que todos pongamos las manos para solucionar el tema", y lograr que el Estado "se implique en este proceso, para hacer una campaña más ordenada, más tranquila, como se hace en Francia", aseguró el alcalde.

"No tenemos motivos suficientes para decir de forma contundente que esta situación es solo por la gente que coge la fruta", destacó Pueyo, quien explicó que en la zona hay además mataderos y mucha movilidad con otras comarcas, también de Aragón, y que los datos apuntan a que el rebrote se ha dado más por la vida social que por la actividad laboral. "Reacciones racistas hay en todos los sitios; si ahora simplificamos, sería muy injusto", sentenció Pueyo.

TRABAJO PARA TODOS El dirigente del sindicato agrario Unió de Pagesos Jaume Pedrós vinculó la llegada de personas que no tienen empleo ni alojamiento a Lleida a multitud de mensajes en redes sociales, sobre todo en WhatsApp, que dicen que "todo el mundo" encuentra trabajo en la campaña de la fruta, cuando "no es así".

"Siempre hemos dicho que, sin papeles, no habría trabajo. Ahora ha corrido que todo el mundo lo tendría, pero no es verdad. Además, llegan a un colectivo de gente que cree más lo que dice un WhatsApp que lo que lo que dice la autoridad. Y encima no se ha hecho el control de su llegada".

Pedrós aseguró que el rebrote del virus "no es culpa del payés", quien tiene interés en que sus temporeros tengan su documentación en regla y en que estén bien alojados, "porque si no, no rinden".
(fuente: deia, 6-VII-2020)

Fuentes:
El periodico
https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20200703/el-drama-de-los-tempore...

El pais
https://elpais.com/sociedad/2020-07-04/temporeros-en-lleida-no-nos-da-mi...