Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Aviación sin barreras del 30 de junio.

Buenos días estimados amigos:  Adjunto el enlace de Aviación sin barreras, con información de medios de comunicación de Ecuador, Perú, Chile, Argentina,
Uruguay, Colombia, España, Internacional, artículos de actualidad sobre aviación, tecnología, cultura, ecología, salud, cinco cuentos a texto completo
y la Guía de aeropuertos del Ecuador accesible para PCD.

Saludos cordiales.

El Viejo Aviador.

Aviación sin barreras, Martes 30 de junio de 2020.
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Martes, 30 de junio de 2020.

Buenos días estimados amigos:  Tanto lectores nobeles como experimentados, se sentirán atraídos e hipnotizados por la deliciosa narrativa de Dolores Redondo,
quien en imperceptible crescendo de hallazgos e intensas emociones irá develando el increíble drama de una familia de tanto linaje como quilates tiene
el oro, pero que al mismo tiempo como seres humanos de carne y hueso, gente común y corriente cuenta y padece de necesidades, vicios, pecados y secretos
que irán apareciendo mientras se disipa la niebla de la negación a la luz y sol del entendimiento. 

Quienes han disfrutado de la Trilogía del “Baztán” de la misma autora, saben que lo que ahora se sugiere es apenas poco para lo que se goza, pues con claridad
meridiana se avanza y se siente familiarizado entre la geografía y los acontecimientos que nos conducen a un final emocionante, incierto.

Cabe indicar que para tiempos de pandemia, un libro así bien vale la pena oírlo, compartirlo animadamente con comentarios incluidos, entre familia o en
pareja.

Título:  Todo esto te daré.

Autora:  Dolores Redondo.

Nota de contraportada:  En el escenario majestuoso de la Ribeira Sacra, Álvaro sufre un accidente que acabará con su vida. Cuando Manuel, su marido, llega
a Galicia para reconocer el cadáver, descubre que la investigación sobre el caso se ha cerrado con demasiada rapidez. El rechazo de su poderosa familia
política, los Muñiz de Dávila, le impulsa a huir pero le retiene el alegato contra la impunidad que Nogueira, un guardia civil jubilado, esgrime contra
la familia de Álvaro, nobles mecidos en sus privilegios, y la sospecha de que ésa no es la primera muerte de su entorno que se ha enmascarado como accidental.
Lucas, un sacerdote amigo de la infancia de Álvaro, se une a Manuel y a Nogueira en la reconstrucción de la vida secreta de quien creían conocer bien.
La inesperada amistad de estos tres hombres sin ninguna afinidad aparente ayuda a Manuel a navegar entre el amor por quien fue su marido y el tormento
de haber vivido de espaldas a la realidad, blindado tras la quimera de su mundo de escritor. Empezará así la búsqueda de la verdad, en un lugar de fuertes
creencias y arraigadas costumbres en el que la lógica nunca termina de atar todos los cabos.

Acerca de la autora:  Dolores Redondo, Donostia, San Sebastián 1969, estudió derecho y restauración económica y durante algunos años se dedicó a distintos
negocios.  Comenzó escribiendo relatos cortos y cuentos infantiles y la novela “Los privilegios del ángel”.  Vive en la Rivera Navarra, donde ya está escribiendo
la próxima obra con la inspectora Amaia Salazar como protagonista, y que es la tercera entrega de su trilogía del Baztán.  “El guardián invisible” y “El
legado en los huesos” son ya un fenómeno editorial con su próxima publicación en diez lenguas, y la venta de los derechos cinematográficos al mismo productor
que apostó por la trilogía “Milenium” de Stieg Larson.

Cita 1.

“Un engañoso silencio se apoderó de la estancia creando por un instante la falsa esperanza de que el intempestivo visitante se hubiera rendido. Pero no
lo había hecho; percibía la presencia de su energía imperativa y quieta al otro lado de la puerta. Volvió la mirada de nuevo hasta el cursor y acercó las
manos al teclado decidido a terminar la frase. En los segundos que siguieron llegó incluso a contemplar la posibilidad de no hacer caso a la llamada que,
insistente, retumbaba de nuevo en el pequeño recibidor”.

Cita 2.

“Buenos días, ¿es éste el domicilio de Álvaro Muñiz de Dávila?  Preguntó el hombre consultando brevemente una pequeña tarjeta que desapareció en el hueco
de su mano.  Sí contestó Manuel olvidando de inmediato su enfado.  ¿Es usted un familiar?  Soy su marido.  El guardia civil dirigió una rápida mirada a
su compañera, un gesto que no pasó inadvertido para Manuel, pero su natural paranoia ya había alcanzado en aquel momento cotas suficientes como para restar
importancia al gesto.  ¿Le ha ocurrido algo?”

Cita 3.

“Le ha ocurrido algo?  No era una pregunta, en algún momento entre la entrada y el salón había dejado de serlo para convertirse casi en una plegaria, una
retórica machacona que su mente repetía insistente: “Por favor, no; por favor, no; por favor, no”.  Y lo hacía aunque de sobra sabía que la rogativa no
servía de nada. No sirvió cuando el cáncer devoró a su hermana en apenas nueve meses”.

Cita 4.

“Se trata de su marido interrumpió la mujer haciéndose cargo de la situación mientras advertía de reojo el alivio mal disimulado de su compañero. Lo lamentamos
pero tenemos malas noticias. Sentimos tener que comunicarle que el señor Álvaro Muñiz de Dávila ha tenido un grave accidente de tráfico esta madrugada.
Cuando llegó la ambulancia ya había fallecido. Lo siento mucho, señor”.

Cita 5.

“Mei, cortó su retahíla, ¿dónde está Álvaro?  Al otro lado de la línea se hizo el silencio durante un par de segundos y Manuel supo entonces que le mentiría,
y hasta tuvo uno de esos flashes de clarividencia en los que uno es capaz de ver, por un instante, la tramoya que mueve el mundo y que, piadosamente, permanece
oculta a nuestros ojos durante casi toda la vida.  ¿Álvaro? Pues...  Está en Barcelona.

No me mientas, Mei, pidió con rudeza, aunque casi susurrando.  El silencio en la línea le trajo la certeza de su desazón y el modo en que ella aprovechaba
la pausa para buscar desesperada un subterfugio que le proporcionase unos segundos más para pensar. No te miento, Manuel... ¿Por qué iba a mentirte?  Dos
guardias civiles acaban de salir de mi casa después de decirme que Álvaro no estaba en Barcelona, que se mató anoche en un accidente de tráfico y que ahora
está en el depósito de cadáveres de Lugo... Así que de una puta vez dime, porque es imposible que tú no lo supieras, ¿dónde estaba Álvaro?”

Cita 6. 

“Soy notario, me ocupaba de los asuntos de su marido y además soy su albacea testamentario. Miró gravemente a Manuel como si acabase de recitar sus honores
de guerra.  Manuel se quedó desconcertado. Durante unos segundos estudió al hombre que seguía observándole impertérrito.  Dirigió entonces su mirada hacia
Doval esperando hallar en él una respuesta o, tal vez, un atisbo de burla que dejase de manifiesto que estaba siendo víctima de una broma”.

Cita 7.

“Mire, Manuel, ¿puedo llamarle Manuel? Siempre aconsejo a mis clientes que sean sinceros, sobre todo con sus esposos o esposas, al fin y al cabo es con
ellos con los que han de compartir la vida y son ellos los que han de bregar con los padecimientos de la muerte. El caso de Álvaro no fue una excepción,
pero yo no soy quien para juzgar las razones y los motivos que le movieron a obrar como lo hizo. Asumo mi condición de cartero del zar y el hecho de que
ser portador de la información que traigo para usted no me va a acarrear sus simpatías, pero éste es mi trabajo, me comprometí con Álvaro y lo cumpliré
hasta el final.  Álvaro Muñiz de Dávila era el marqués de Santo Tomé desde hace tres años, cuando falleció su padre, el anterior marqués. Este marquesado
es uno de los títulos más antiguos de Galicia, el pazo de su familia dista pocos kilómetros del lugar donde se produjo el accidente y, aunque en esa ocasión
yo no sabía que se encontraba aquí, puedo asegurarle que nos visitaba con asiduidad para encargarse de sus obligaciones”.

Cita 8.

“El repaso enfermizo de sus actos en los últimos días buscando el instante frágil en que el equilibrio se había roto, sintiendo el peso de los ocho años
de diferencia entre ellos, culpando a su exagerada querencia por los libros y por la vida tranquila que quizá había sido demasiado para alguien más joven,
más guapo, más... Y maldiciendo la incapacidad que le había impedido ver cómo se derrumbaba el mundo a su alrededor. Álvaro estuvo fuera cinco días de
escasas llamadas nocturnas, precipitadas, de explicaciones eludidas y amparadas en la promesa de confianza que le había arrancado en el último momento”.

Cita 9.

“La lectura había sido un refugio a lo largo de su vida, cuando su hermana y él se quedaron huérfanos siendo apenas unos críos, en los años en que convivieron
con una anciana tía hasta que su hermana cumplió la mayoría de edad y se lo llevó a vivir con ella a la casa que había pertenecido a sus padres y que estuvo
cerrada hasta ese momento. Leer fue la fortaleza en la que defenderse mientras se batía en una guerra perdida contra el instinto exultante de su sexualidad.
Leer era una defensa, un escudo con el que armar de recursos su timidez para relacionarse. Pero escribir era infinitamente más que eso. Escribir era el
palacio interior, los sitios secretos, los lugares más bellos formando parte de un conjunto de ilimitadas estancias que él recorría, riendo, corriendo
descalzo, deteniéndose a acariciar la belleza de los tesoros que allí albergaba”.

Cita 10.

“Sabía que de algún modo ambos habían llegado a creerlo. Y mientras se hacían mayores la seguridad de que ya nada malo podía pasarles se afianzó en sus
vidas y les permitió experimentar una temeraria felicidad. A veces imaginaba que era algo así como la osadía del último soldado, como el valor del único
superviviente. De alguna manera habían llegado a pensar que su cupo de calamidades estaba ya copado con la muerte de sus padres, que tanto sufrimiento
debía de servir para algo, que en algún lugar había un contador en el que las desgracias y el dolor puntuaban hasta alcanzar un nivel en el que era imposible
ir más allá. Pero se había equivocado, y el destino golpeó en su único factor vulnerable”.

Cita 11..

“Tengo miedo de que al dejarte solo de nuevo comiences a llorar como cuando eras un niño, entonces no me dejabas dormir, ahora no me dejarás descansar... 
Él intentó apartarse, huir de lo que venía después. Pero ya era tarde, ella lo había aprisionado con sus delgados y largos dedos.  Prométemelo, Manuel,
prométeme que no sufrirás, no me conviertas en el factor vulnerable en tu vida, no dejes que nadie lo sea jamás”.

Cita 12.

“El rostro de Álvaro aparecía céreo y, no supo si por efecto de la luz, un poco amarillento, como una máscara del hombre que había sido. Se había quedado
allí, detenido, consciente de la presencia del capitán a su espalda y sin saber qué hacer. Estuvo a punto de preguntar si podía tocarlo, pero supo que
no lograría hacerlo, ya no podría volver a besar jamás aquel rostro que se había transformado en una burda copia del que amó y comenzaba a desaparecer
ante sus ojos. Aun así se forzó a mirar, consciente de que su cerebro se negaba a reconocerlo en un obstinado intento de rebatir su muerte. Algo no funcionaba.
No lograba ver lo que estaba ante su vista y, por defecto, se revelaban ante él los detalles con una crudeza extraordinaria”.

Cita 13.

“Entonces vio la mano de Álvaro. Asomaba bajo la sábana que lo cubría dejando a la vista los dedos largos, morenos y fuertes. Las manos de los muertos
no cambian. Yacen llenas de las caricias contenidas, entreabiertas, desmayadas, como en reposo. La tomó entre las suyas para percibir el frío que desde
la mesa había trepado por las puntas de los dedos dejándolos ateridos.  Aun así era su mano. Un lugar amado. Sintió la suavidad de la piel, que contrastaba
con la de las palmas, sorprendentemente curtidas. “Debes de ser el único publicista con manos de leñador”, solía decirle. Y mientras le alzaba la mano
para llevársela a los labios sintió cómo la compuerta del dolor explotaba en pedazos tan pequeños que nunca podría recomponerlos, y la riada, como un tsunami
de barro y piedra, se abría paso arañando los estrechos límites de su alma. Llegó a rozar la piel helada con los labios, reparando entonces en la marca
blanquecina que delataba el lugar en el que durante tantos años había llevado la alianza. Se volvió hacia el funcionario.  ¿La alianza?”.

Cita 14.

“La primera vez que le vio ni siquiera se fijó en él. Le firmó el libro un sábado por la mañana y cuando por la tarde regresó y Manuel abrió por la página
donde tenía por costumbre poner su dedicatoria sonrió sorprendido.  Pero si ya te lo he firmado... El joven sonrió también sin decir nada, y Manuel reparó
por primera vez en él. Pensó que aparentaba menos de treinta, el pelo castaño le caía ladeado sobre los ojos grandes, brillantes, de chico listo. La sonrisa
pequeña, educada, el gesto prudente. Le tendió la mano sólo para sentir la suya, firme y morena, y quedó atrapado en el modo en que musitaba un “gracias”
que se dibujó en su boca húmeda “.

Cita 15.

“Álvaro se sentó a su lado.  Temí no llegar a tiempo, se disculpó sonriendo.  Es una suerte que todavía estés aquí. El corazón le latía tan fuerte que
sintió la sangre agolpada en su cuello y no estuvo seguro de si la voz le saldría.  Espero a mi jefa de prensa, mintió.  Álvaro se ladeó para mirarle a
los ojos.  Manuel, tu jefa de prensa se ha ido hace rato, me crucé con ella y con un grupo de autores que salían del parque cuando yo llegaba.  Manuel
asintió lentamente y sonrió.  Es cierto.  ¿Y la verdad es...? Sus ojos conservaban toda la frescura del chaval que había sido, del reto y la seguridad
de un chico cuya mirada reconocería muchos años después en una foto”.

Cita 16.

“¿Intenta advertirme de que serán hostiles?  ¿Hostiles? No. Serán de hielo. Como agua y aceite, no se mezclan, y no debe ofenderse, no hay en su proceder
nada personal. Comencé a ocuparme de los asuntos de Álvaro desde el momento en que heredó, mi notaría cuenta con un servicio jurídico de asesoría y con
un contable que se ocupa de que cuadren los números, impuestos, contribuciones... Hasta entonces había sido el padre, con la ayuda de un viejo abogado
amigo de la familia, el que había llevado sus negocios”.            

Cita 17.

“Como saben, me encargaba de los asuntos de don Álvaro Muñiz de Dávila, marqués de Santo Tomé, y soy su albacea testamentario, explicó mientras sacaba
del sobre un pliego de documentos. Los he convocado aquí para dar lectura a las últimas voluntades de don Álvaro Muñiz de Dávila antes de la entrada en
vigor de las disposiciones testamentarias, que como les he informado previamente llevarán algo más de tiempo por todas las complicaciones derivadas de
la cantidad de propiedades objeto del legado.  No les resultan ajenas las condiciones en las que quedó el patrimonio de la familia tras el fallecimiento
del anterior marqués. Una serie de malas decisiones e inversiones habían dejado su fortuna más que mermada y una sucesión de hipotecas y pagarés a punto
de ejecutarse sobre todas las propiedades, incluidas el pazo de As Grileiras, la casa de verano de Arousa y las bodegas de la Ribeira Sacra”.

Cita 18.

“Si les he explicado todo esto es para que entiendan que don Álvaro compró, saldó y pagó las deudas de la familia con su dinero. Tanto la anciana como
el nuevo marqués asintieron. ... Y que, por lo tanto, todas las propiedades pasaron a ser suyas. Madre e hijo se miraron mientras los demás se removían
incómodos en sus sillas.  ¿Qué significa esto? preguntó él. Significa que todas las tierras e inmuebles que eran de los bancos o de acreedores externos
pasaron a ser propiedad de su hermano. Bueno, ¿y?  Pensé que debían saberlo antes de leerles este documento. Es muy breve, incluye un apartado con las
asignaciones detalladas, que si quieren después les leeré, pero principalmente dice: “Nombro como único heredero universal de todos mis bienes a mi amado
esposo, Manuel Ortigosa Martín”. Hizo una pausa—: No dice nada más. Hubo un par de segundos de silencio en el que todo quedó como en suspenso”.

Cita 20.

“Lo que he encontrado es a unas personas tan sorprendidas y espantadas como yo por lo que está pasando. El único que se mantuvo a salvo en esta historia
fue Álvaro, a salvo de dar explicaciones, a salvo de una vida conmigo de la que se sentía avergonzado, a salvo para poder vivir dos vidas distintas siendo
un noble de España y mariconeando a escondidas.  ¿Qué es eso de un noble de España?  Reaccionó Mei, parecía auténticamente sorprendida.  Me extraña que
no lo supieras. La familia de Álvaro es por lo visto grande de España, él tenía un título nobiliario”.

Muy atentamente.

Luis Eduardo Cueva Serrano.

Aviación sin barreras.

Quito, Ecuador, Sudamérica.