Texto publicado por Jorge García Leal

Nota: esta publicación fue revisada por su autor hace 3 años.

TODO EMPEZÓ CON LA ZARZAPARRILLA.

Hola, buenos días…
Cuando les hablé sobre los betaglucanos y los tratamientos realizados para la infección por el COVID-19, mencioné a los antiinflamatorios esteroideos.
Recordando ese fragmento del escrito decía así:
Los antiinflamatorios esteroideos tienen una historia que pareciera una novela de ciencia ficción y que te compartiré en otra ocasión con el título: “TODO EMPEZÓ CON LA ZARZAPARRILLA”. Pero esa, como decía la nana Tencha… ¡esa es otra historia!
No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague… como les debía este escrito sobre las hormonas esteroideas, ahora se los comparto.
Mi investigación al respecto se inicia cuando una amiga, doctora con especialidad en ginecoobstetricia que conocí en mi servicio social en 1979 en el hospital auxiliar de Pemex, en Agua Dulce, Veracruz.
Ella, ahora que está jubilada se ha dedicado a escribir.
En su más reciente proyecto, se ha propuesto crear una novela histórica sobre la píldora anticonceptiva.
Cuando me compartió esta inqquietud, decidí echarle la mano… ya jubilado, tenía tiempo suficiente para hacerlo.
Si me es permitido, debo informarles que para escribir una novela histórica, el autor debe consultar fuentes fidenignas de información que permitan que en este género literario, las referencias y citas históricas deben escribirse tal y como fueron apareciendo en el desarrollo del evento histórico que se pretende novelizar. Esto exige invertir mucho tiempo en la búsqueda de bibliografía, que no es poca, antes de sentarse a escribir para que el autor inspirado ya tenga toda la información precisa para desarrollar la narrativa y la novela se vaya creando a manera que fluye de la pluma del escritor.
Mi amiga, la doctora se llama Alicia Flores Ramírez, para que cuando veas publicada su novela sobre la píldora anticonceptiva, te acuerdes del escrito de hoy.
Por si no lo sabías, el invento de la píldora anticonceptiva se debe a un químico mexicano: “Luis Ernesto Miramontes Cárdenas.”
Esta información me la encontré en un libro que habla de todas las peripecias que los químicos del siglo XX tuvieron que hacer para que al día de hoy, tengamos de manera sintética los esteroides y, además a un precio económico.
En él encontrarás toda la investigación realizada por Russel Marker.
Como te había comentado, el título del escrito es: “Todo Empezó con la Zarzaparrilla”…
Aquí te los presento y espero lo disfrutes…

TODO EMPEZÓ CON LA ZARZAPARRILLA

Millones de gentes en todo el mundo, toman píldoras para el control de la natalidad, medicamentos formulados originalmente para combatir la esterilidad para lo que se usan mucho todavía. Pocos consumidores piensan que su destino como padres, literalmente tiene sus raíces en una planta trepadora tropical de hojas acorazonadas y pequeñas flores, un camote silvestre del género Dioscorea. La diosgenina.
Milagrosa sustancia producida por los órganos de reserva de estas plantas. Es la materia prima para la síntesis de los esteroides, sustancias complejas, que bajo diferentes nombres comerciales recetan los médicos para el control de la natalidad, entre una de sus múltiples indicaciones.
Las consecuencias de este uso solamente, son tan trascendentales que la dioscorea bien puede ser la planta productora de medicamentos más importante que se haya descubierto. Además, las hormonas corticales derivadas de los Camotes proporcionan alivio para la artritis, reumatismo, asma, quemadas intensas e infecciones serias de piel y ojos. El curso Principal de muchas enfermedades metabólicas se altera con las hormonas. Las hormonas masculinas formadoras de tejidos reconstituyen organismos debilitados por una enfermedad o atrofiados por un crecimiento anormal. Las hormonas femeninas alivian los síntomas de la menopausia y curan condiciones de invalidez que de otra manera requerirían cirugía. Gran variedad de hormonas están dando buenos resultados en el tratamiento de dos grandes amenazas de la salud, las enfermedades mentales y las cardiacas.
Resultados tan increíbles como dar niños a padres que han pasado mucho tiempo sin ellos, motivan a conocer las peripecias que los investigadores realizaron para lograr que los esteroides estén ahora disponibles en el mundo.
La investigación de la historia de la Dioscorea, nos lleva al área remota de San Juan Evangelista, en el estado de Veracruz, México, principal lugar del país en donde existe este tipo de camotes.
La historia comienza en el Centro de Manhattan en la oficina del bioquímico
Norman Applezweig que es el autor del extenso libro de consulta Steroíd Chemestry, publicado en 1962 con una valiosa bibliografía de 5000 citas, al que se le preguntó:
“¿Qué porcentaje de los productos de hormonas esteroides que se usan, provienen de camotes como materias primas?”
Su respuesta fue: “Creo que un 70 - 75%, y el resto se deriva de fuentes animales. Otras plantas como la soya y los Agaves que producen sisal, contribuyen al total, en pequeña cantidad”.
Recordando los primeros días de la industria de hormonas en 1930, citó al profesor Russell E. Marker como figura clave. Applezweig se detuvo a reflexionar ante la figurita mexicana que, adornaba su oficina y dijo: “El gobierno mexicano debería conceder una medalla a Marker, por lo que para ese país significan los 30,000,000 dólares (360,000,000 pesos) de la industria de camotes. Esto se convierte en 120,000,000 dólares (1,440,000,000 pesos) de productos elaborados, cifra que crece día a día. Y en lo que al resto del mundo se refiere, le debemos más que a nadie la accesibilidad, fácil y barata de las hormonas esteroides. Sin sus contribuciones probablemente no tendríamos las hormonas sintéticas que actualmente conocemos”.
De Russel Marker averigüé lo siguiente acerca de su pasado y sus éxitos. Nació en Hagerstown, Maryland, en 1902. A los dieciséis años decidió ser científico y leía cualquier libro científico que encontraba. Se graduó en 1923 en la Universidad de Maryland, con un grado de Química Orgánica, después de una beca de dos años, trabajó tres años en el laboratorio de una compañía de aceites. Pero Marker era incansable. Desde que era estudiante quedó encantado con el amplio y complejo universo molecular de la materia orgánica. Había un grupo de compuestos que tenía un magnetismo especial para él, los esteroides, tan complejos que hacen falta años de intenso trabajo sólo para aislarlos e identificarlos.

Los esteroides, término genérico que incluye esteroles (existen tanto en plantas como en animales), hormonas corticales, hormonas sexuales, ácidos biliares y otros compuestos, están formados de moléculas con un núcleo de diecisiete átomos de carbono dispuestos en cuatro anillos. Es importante para nuestro relato, saber las posiciones de los átomos de carbono, sobre todo la posición once del anillo C, pues tiene un papel muy importante. Estos anillos están ‘desnudos”. En realidad tienen más átomos de carbono, oxigeno, hidrógeno y otros, en cadenas laterales, conjugados en los puntos expuestos y entre los anillos.
En la posición once, la cortisona y otras hormonas de la corteza adrenal (capa externa de la glándula adrenal) tienen un átomo de oxígeno en esa posición, pero lograr el oxígeno allí resultó ser uno de los problemas más difíciles para los químicos.

Para poder sintetizar hormonas a partir de sustancias químicas o formarlas a partir de materias primas vegetales era necesario encontrar una reacción química apropiada para cada caso que colocara el átomo apropiado en el lugar apropiado. Este campo de la química estaba virtualmente virgen a mediados de 1920, en que Marker se interesó por primera vez en él, aunque algunos médicos desde 1902 habían empezado a estudiar los efectos de las hormonas producidas por el cuerpo y a pensar en la posibilidad de usar a estos mensajeros químicos como medicamentos.

En 1928, Marker ingresó en el Instituto Rockefeller para hacer investigación básica en química orgánica. Por primera vez tenia ocasión de poner a trabajar sus ideas. Pero según Applezweig empezó su carrera allí de la manera más extraña. El Dr. P. A. Levene, en el Instituto, se dio cuenta de las cualidades excepcionales de Marker y lo quiso contratar pero no había dinero suficiente en el presupuesto, para otra persona. El Dr. Levene resolvió el problema diciéndole a Marker que mientras no hubiera oportunidad de darle un puesto le daría una asignación que había para reactivos químicos; así que el salario de Marker en los seis años siguientes salía de este pequeño fondo. A pesar de la falta de posición Marker cumplió con su promesa. Tenía la habilidad de encerrarse en el laboratorio 48 horas seguidas, hasta salir con cristales puros y no miligramos de ellos, sino que a veces llegaba a obtener kilos. Sin embargo, a los seis años, por una desavenencia y a pesar del excelente trabajo realizado, un día Marker dejó el Instituto para no volver más.

Entonces pasó a ser profesor de química orgánica en la Universidad del Estado de Pensilvania, en donde con una beca de investigación de Parke, Davis & Companv, publicó el asombroso total de 147 trabajos científicos sobre esteroles, entre 1935 y 1943. Sacó también 75 patentes a nombre de Parke Davis. En ese periodo le interesaban especialmente las hormonas secretadas por los órganos sexuales. Otros habían aislado estrona — la hormona femenina -androterona y testosterona — dos hormonas masculinas – en 1929 y 1931 respectivamente. Se conocía ya. También, la progesterona “hormona del embarazo”. Se decía que uno (le cada tres embarazos terminaban en aborto por la insuficiencia de progesterona. Pero la producción de esas hormonas se basaba entonces, completamente. En costosas extracciones de muchísimas etapas de glándulas y excreciones animales. Se producían gramos cuando en realidad se necesitaban cientos de kilos, Como los convenios extranjeros legales en Europa controlaban los procesos de fabricación con sus patentes, en los Estados Unidos la progesterona costaba 200 dólares el gramo.

Marker llegó a convencerse que los esteroles vegetales eran la respuesta a este impedimento y empezó una búsqueda agotadora para poder demostrar sus ideas. A través de sus estudios científicos sabía que los esteroles se encontraban más frecuentemente en el orden de las Liliales, donde pertenecen las familias de la cebolla, espárragos y lirios, el ñame del género Dioscorea, así como los géneros Yucca y Agave que crecen en el desierto. Marker estaba especialmente interesado en las saponinas que se extraían de estos dos últimos. Las saponinas hacen espuma con el agua y actúan como veneno porque destruyen los eritrocitos. Los navajos usaban las hojas carnosas de Yucca como jabón y champú; los nativos de los Andes cosechan la corteza de Quillay del “árbol del jabón” para lavar lana y gran número de tribus primitivas usan plantas que contienen saponinas, como venenos de peces (el pescado no es venenoso al comerlo).

Marker sabía que las saponinas se podían “diseñar” químicamente, de tal modo que resultaran parecidas a las hormonas animales, quitando el azúcar de la molécula y aislando una serie de compuestos llamados sapogeninas. Estas sapogeninas vegetales se convirtieron en las materias primas para fabricar las hormonas sexuales y corticales que consumimos. Su primer trabajo sobre esteroles vegetales se publicó en 1939, en el Journal of the American Chemical Socity, bajo el título de “Obtención de Sarsasapogenina de Raíz de Zarzaparrilla Mexicana”.

Resulta que la zarzaparrilla del género Smilax fue una de las plantas medicinales, descritas en 1568 por Nicolás Monardes. Médico sevillano, en su Historia Medicinal de las Cosas que Traen de Nuestras Indias Occidentales. Fue un remedio para la sífilis entre los cirujanos piratas y era popular entre muchas culturas para combatir el reumatismo y otras enfermedades. A mediados de 1800, la zarzaparrilla era algo así como un fenómeno nacional en los Estados Unidos. Se recomendaba como tónico primaveral, se decía que “eliminaba el veneno de la sangre y purificaba el sistema de todas las infelicidades acumuladas en el invierno”. El ingrediente de los remedios de “virilidad perdida” era la contraparte masculina del sonsonete moderno del medicamento de patente “¿Es Usted Sólo Media Mujer? Deshágase de Esa Sensación de Cansancio”. El antropólogo suizo Alfred Metraux encontró a unos indios del Amazonas usando zarzaparrilla para curar la debilidad general y dijo que vigorizaba todo el sistema.

Nuestros antecesores iban por el buen camino, pero los pasos que hay entre los tés y tónicos de raíces crudas, hasta las uniformes dosis de hormonas puras, eran muchos y complejos. Estas materias primas proporcionaron compuestos que se podían convertir en hormonas.
Para el profesor Marker y sus colegas de Pensilvania, la zarzaparrilla era sólo el principio. Se analizaron cientos de plantas de todo el mundo y se aislaron e identificaron docenas de Sapogeninas que no se conocían anteriormente. Muchas de éstas se obtuvieron de plantas del sudeste de los Estados Unidos, como Helonias y Trilliurn, que tenían su historia como remedios populares. Algunas las habían usado los indios americanos para prevenir nacimientos prematuros y eran ingredientes de panaceas para “molestias femeninas”. Uno de éstos tenía en la etiqueta una doncella india arrodillada frente a la planta Y diciendo “Tómela y cúrese —El Gran Espíritu la Plantó”. (Estudios recientes de los doctores C. L. Butler y C. H. Costello muestran que la acción estrogénica y estimulante del útero existe en realidad en ciertas plantas usadas para preparar productos como el famoso tónico de Lydia Pinkham).

En sus vacaciones de verano, Russell Marker se dedicó a hacer sus propias exploraciones botánicas en el suroeste de los Estados Unidos y en México, buscando plantas con sapogenina suficiente para empezar una producción comercial. Decidió que la Dioscorea era la fuente más apropiada. Había unas 600 especies por todo el mundo, de preferencia en los trópicos. Para sus propósitos, las que encontró en México y Centroamérica resultaron superiores. Las Dioscoreas, llamadas así por el médico griego Dioscórides, son los verdaderos “ñames”. Sin tener ninguna relación con el camote dulce, batata o boniato, que son Ipornoeas. Aunque ambas son enredaderas con órganos subterráneos tuberosos, pertenecen a las dos clases diferentes que dividen a las plantas superiores: los ñames son Monocotiledóneas y la batata es Dicotiledónea.

Los camotes Dioscorea comestibles se han cultivado por miles de años. Las especies silvestres, venenosas, se han usado en remedios nativos contra mordedura de serpiente, escorbuto, reumatismo, enfermedades de la piel y gran variedad de otras afecciones. En los tiempos de hambre, los camotes que tienen saponinas se trataban especialmente con calor antes de usarlos como alimentos, pues de no ser así, pueden producir hemólisis. Las células rojas se disuelven en el plasma causando manchas y moretones en la piel, hasta posiblemente la muerte.

Uno de los primeros botánicos europeos que viajaron a América, Leonard Plukenet, hizo la primera identificación de una dioscorea en 1705. En 1800, la “dioscoreina” era un producto popular derivado de un extracto seco de la raíz de un ñame, producida por W. S. Merrell. La edición de 1836 de la Botanic Medicine de Howard decía: Una infusión de la raíz de Dioscorea villosa conocida también como raíz de China, ñame silvestre o raíz del cólico, es un remedio valioso en el cólico biliar. Una onza de raíz pulverizada se debe hervir en una pinta de agua y usar la mitad como una dosis. El Dr. Miller de Neville. Ohio, aprecia la tintura como expectorante, diaforético (estimulante de la sudoración) y en grandes dosis como emético (productor de vómitos). No se duda de su valor para esas afecciones “se cree que con más investigaciones descubrirán otros usos”.

Esa predicción fue verdad, sólo que después de cien años. En 1940 el profesor Marker publicó su primer trabajo sobre la sapogenina, diosgenina que había sido descubierta en 1937 por Ueno y Ohta Tsukamoto en la especie nativa japonesa. Dioscorea tohoro. En este artículo y en otros que le siguieron en seguida, describe cómo Sintetizar —--a partir de diosgenina— la hormona del embarazo, progesterona, en cinco pasos y la hormona masculina. Testosterona, en ocho pasos. Dio también indicaciones de rutas más cortas de obtención de otras hormonas. Estos trabajos son clásicos en la literatura científica, pues proporcionaron la solución de la escasez mundial de hormonas esteroides, Marker quiso empezar inmediatamente a procesar Dioscoreas en México. En escala comercial, pero le faltaba el capital necesario. Así que se dirigió a las compañías farmacéuticas en busca de ayuda, sin dudar un momento en que darían brincos con la oportunidad de suscribir su proyecto, dados sus recientes descubrimientos. Pero su plan fue rechazado como absolutamente no trabajable.

Para entonces había publicado media centena de trabajos científicos sobre esteroles vegetales. Sabía que sus ideas para la producción en masa, eran prácticas. En sus manos estaba el material que aliviaría los sufrimientos de millones. Pero nadie le oía. Su frustración debe haber sido tremenda. Las compañías de medicamentos decían que México era un país áspero, con transportación inadecuada y pocas facilidades industriales. Escarbar plantas silvestres aisladas y remolcar toneladas de pesados rizomas desde las selvas y a través de las montañas, era seguramente, hacer las cosas del modo más difícil, sin mencionar el problema de la mano de obra. Resultaba un problema demasiado descabellado.
Cómo pasa que los hombres de empresa americanos lo tomaran en consideración, estaban impresionados por los resultados científicos del profesor, pero no estaban de acuerdo en sus apreciaciones comerciales.

Los fabricantes estaban haciendo algunos progresos en la síntesis todavía de hormonas con materias primas sintéticas. También la soya que había en grandes cantidades en los Estados Unidos, parecía materia prima prometedora. Además se estaban mejorando gradualmente los métodos usados con las glándulas animales y bilis. Todos estos argumentos eran de peso, pero afortunadamente, no descorazonaron al científico.

Marker dejó su trabajo de Pensilvania a mediados del curso de 1942. Después de aconsejar a su esposa e hijos una separación indefinida, se fue a la ciudad de México; más que nada era un hombre solo con sus convicciones. Rentó una tienda de cerámica abandonada y allí instaló un laboratorio provisional. Entonces se fue a las montañas con un viejo libro de botánica. una pala, un machete y una buena cantidad de costales. El mismo cavaría para sacar los camotes si era necesario. Sabiendo muy poco español y nada de lenguas indígenas, logró arreglárselas para averiguar de los hierberos, dónde crecía la “cabeza de negro”. El órgano de reserva, de esta planta, que identificó como Dioscorea mexicana, crece en parte sobre el suelo y parece una piña. Su interior fibroso que produce diosgenina, es como a carne de una manzana jugosa.

Sólo siete semanas después de salir de los Estados Unidos, Marker se había asegurado el permiso del gobierno mexicano para recolectar Dioscorea; había organizado trabajadores en un gran proyecto de excavación, había establecido tres estaciones secadoras bajo la supervisión de mexicanos entrenados por él, para sacar las materias primas en condiciones adecuadas para su proceso.

En menos de dos meses estaba otra vez en su pequeño laboratorio de la ciudad de México trabajando con los rizomas que le llegaban constantemente. Norman Applezweig dice que en esa época estaba convencido de que le espiaban sus notas de laboratorio y sus métodos, así que los llevaba con él a todos lados. Sin embargo, siguió publicando sus hallazgos en revistas científicas.

Desesperado por obtener resultados rápidos, para poder asegurarse sostén económico, se quedaba todo el tiempo en el laboratorio, durmiendo en un sarape y comiendo alimentos enlatados. Su primer meta era producir la hormona del embarazo, progesterona. El éxito dependía solamente del conocimiento científico, pues hacía falta una técnica muy delicada para trasladar un átomo de una posición en una molécula esteroide de cuatro anillos, a otra posición, y deshacerse de cadenas laterales indeseables. Sin embargo. En quince días Marker produjo 25 g de progesterona. Un corredor de inversiones lo puso en contacto con algunos especuladores de minas, los que echaron un vistazo al pequeño montón de cristales, que valían más de cincuenta veces su peso en oro, los llevaron a valorar a un hospital de la ciudad y entonces se lanzaron al negocio con 50 000 dólares. Se instalaron otras cuatro plantas de recolección en Chiapas y Oaxaca. Después de un mes de actividad febril, Marker tenía 2 kg de progesterona, preparados en su laboratorio improvisado.

Hay varias versiones de lo que sucedió después. Una de ellas dice que, en el verano de 1943, el callado y modesto profesor se disponía a vender su progesterona, la que llevaba en dos frascos envueltos en periódico, cada uno bajo un brazo. Después de ciertas dificultades al principio, logró ver al Dr. Frederick Lehmann, que junto con el Dr. Emeric Somlo, eran dueños de los Laboratorios Hormona. En 1932. Estos dos europeos habían establecido una de las casas de medicamentos más prósperas de Latinoamérica. Marker sabia que siempre que podían compraban hormonas sintéticas para fortificar sus extractos de productos animales.

Una vez en la oficina de Lehmann, Marker le preguntó cuánto le pagaría Hormona, por su progesterona. La respuesta fue, a lo mejor 80.00 dólares el gramo. Desenvolvió su precioso kilo, diciendo de paso que él mismo la había preparado. Lehmann se quedó mudo ¡La producción anual de todo el mundo no eran muchos kilos! Entonces desenvolvió el segundo paquete. Dos kilos, o 2,000 g de progesterona normalmente valdrían 160,000 dólares, pero nadie había tenido nunca la oportunidad de comprar todo eso de una vez. Lehmann telefoneó a Somlo inmediatamente a Nueva York, donde se encontraba este último y decidieron regatear el precio después de asegurarse que realmente era progesterona. Como 2 kg alteraban los valores del mercado, Hormona acabó pagando considerablemente menos de 160,000 dólares.

Más tarde Somlo y Lehmann acordaron aprovecharse de esta oportunidad única, para establecer una compañía que fuera básicamente de materias primas de hormonas, así que ofrecieron a Marker el 40% de las ganancias en la aventura, mientras ellos se quedarían con el 60%. Marker accedió y el 21 de enero de 1944 aparecía la firma Syntex, S.A. En el resto del año, Marker produjprogesterona, con lo que bajó su precio, pues había causado de un golpe la quiebra del monopolio internacional.

Un año después, Marker dejó Syntex sin divulgar ciertos detalles acerca de sus procedimientos de progesterona. Después Somlo y Lehmann encontraron un sustituto, el Dr. George Rosenkranz, un joven húngaro que había recibido su experiencia química sobre esteroides con los Premios Nobel suizos L. Ruzica y T, Reichstein. Rosenkranz resultó ser adaptable al menos, pues en vez de doctores en química y técnicos bien preparados, tenía que vérselas con un solo titulado y varias encantadoras,pero atontadas señoritas ayudantes que ni siquiera habían terminado el bachillerato. Sin embargo. Trabajando día y noche en un par de meses logró preparar progesterona de rizomas como materias primas. Después produjo testosterona, la hormona masculina y a partir de la testosterona sintetizó la hormona femenina. Estrona, por una serie de complicados procedimientos. Lo que hizo a uno de sus ayudantes exclamar: “¡Esta química es fabulosa, Adán entra en el tubo de ensaye y sale Eva!” Rosenkranz siguió en el programa de investigación de Syntex hasta 1954 en que fue presidente y hasta presidente de la junta directiva.

Mientras tanto, ¿qué pasó con Russell Marker? Después de dejar Syntex, se metió a fundar una serie de negocios y fue consultor de una compañía de medicamentos, mientras, seguía viviendo en México. Irónicamente las compañías americanas a las que había hecho proposiciones para establecer una industria de hormonas mexicana, eran ahora los principales clientes de la firma que él hizo posible. Sin duda que era grato para él saber que era el responsable de haber puesto la progesterona al alcance de todo el que la necesitara; un gramo se vendía a menos de 50 centavos en vez de 200 dólares o más. El Fortuna Magazine editó un artículo sobre la química de raíces de la jungla. Iniciada por Marker, calificándola como “La contribución tecnológica más sobresaliente que haya surgido al sur de la frontera”.

Marker no se paró con sus primeros éxitos en la producción de hormonas sexuales. Mientras estuvo en Syntex y probablemente desde antes, estaba convencido que las hormonas corticoadrenales como el Compuesto E, —más tarde llamado cortisona— también se podían preparar a partir de materias primas vegetales. (Vale la pena hacer notar que el 80% de todas las hormonas esteroides usadas hoy día, son corticales). El Compuesto E había sido aislado de glándulas adrenales de res en 1935, por tres grupos independientes: Kendall en la Fundación Mayo, Wintersteiner y Pfiffner de la Universidad de Columbia y Reichstein en Suiza. Su estructura es tan compleja que había sido descrita como una pesadilla química —se la consideraba también una accionista, pues se habían invertido millones en su investigación.— Entre otros, el compuesto E tenia oxígeno en esa posición tan importante de la molécula esteroide, el carbono 11 del anillo C.

En 1944, el Dr. Lewis Sarett un químico de Merck, de veintisiete años, preparó unos miligramos del Compuesto E, por un complejo y costosísimo proceso de treinta y siete pasos, usando bilis como materia prima. Los ácidos biliares tienen oxígeno en la posición doce, al lado de la once, pero se dice que es un “arte descomunal cerrar en doce y mudarse a once”. El caso es que, además, hacían falta miles de reses muertas para preparar Compuesto E suficiente para un solo paciente, y con este tipo de medicamento, el tratamiento generalmente debe ser continuo.

Entre los cientos de esteroles de plantas que había estudiado, Marker no encontró ninguno que tuviera oxígeno en once, Pero de los cientos de esteroles de plantas que había, él estaba convencido que debía haber alguna transformación adecuada para llegar al Compuesto E. Además de las largas horas sobre los tubos de ensaya se lanzó a otra extensa búsqueda en plantas de un precursor de la hormona corticoadrenal. Sus exploraciones lo llevaron hasta el Istmo de Tehuantepec, cerca de la frontera con Guatemala, en donde la temperatura suele llegar hasta 43.5 a 49.0 °C. Allí cayó enfermo con fiebre de los pantanos y disentería. Lo acogió una tribu india casi extinguida y lo cuidaron con sus tratamientos de hierbas.

Mientras Russell Marker se sacudía y daba vueltas delirando sobre un petate, en una primitiva cabaña, los químicos de todo el mundo intentaban desesperadamente preparar el Compuesto E. Como un ejemplo de los esfuerzos que se hacían, la Worcester Foundation for Experimental Biology proyectó un plan para producir 50,000 g al mes de hormonas corticales, colocando diariamente 1,000 glándulas adrenales de res en un ingenioso aparato de vidrio que mantenía las glándulas vivas, bombeándoles sangre, oxígeno y penicilina. Oxigenar en posición once era fácil cuando lo hacía la glándula viva, pero el procedimiento era demasiado costoso. En otro proyecto, la Compañía Upjohn produjo 50 g de hidrocortisona, parecida a la cortisona, a partir de glándulas adrenales de 2,200, 000 cerdos. El costo era de 800 dólares el gramo. Y todo era así.

Mientras tanto Merck había enviado un poco del preciado Compuesto E del Dr., Sarett, al Dr. Phillip S. Hench, jefe de reumatología de la Clínica Mayo. para que lo probara con sus pacientes. El 21 de septiembre de 1948 el Dr. Hench inyectó 100 mg de Compuesto E a una mujer de 29 años, que había estado postrada durante cuatro años y medio con artritis reumatoide progresiva. Esta es la descripción de Hench: “La paciente se internó en la Clínica Mayo el 26 de julio de 1948. La mayoría de sus articulaciones estaban tiesas, hinchadas, delicadas y le dolían con cualquier movimiento... El 20 de septiembre las articulaciones de la paciente estaban peor que nunca. El 21 de septiembre, difícilmente se levantaba de la cama. Ese día empezamos con una inyección intraglútea diaria de 100 mg de Compuesto E. . . El 24 de septiembre la tensión dolorosa de la mañana había desaparecido por completo. El 27 de septiembre, la tensión de las articulaciones y los músculos había desaparecido casi completamente y la fragilidad, el dolor al movimiento y hasta la hinchazón, estaban notablemente disminuidas. Al día siguiente salió al centro de compras por 3 hr. sintiéndose cansada después, pero no tensa ni adolorida”.

Estos resultados se obtuvieron siete años después de 1941. En que el Dr, Hench había anotado “Intentar el Compuesto E para artritis reumatoide”. Este presentimiento estaba basado en la observación de que en las mujeres que tenían artritis, ésta disminuía considerablemente cuando estaban embarazadas, sugiriéndole la posibilidad de alguna extraproducción de hormonas. En abril de 1949 los doctores de la Clínica Mayo informaron del éxito de haber tratado catorce casos de artritis con el Compuesto E. La respuesta a estas noticias fue abrumadora. Doctores, hospitales y compañías de medicamentos se encontraron suplicando por el nuevo medicamento maravilloso. Algunos legos en la materia, creyendo que la vitamina E tenía algo que ver se abalanzaron sobre ella. Para evitar confusiones se cambió el nombre al Compuesto E por el de cortisona.

Como Merck, el principal productor de cortisona, no producía más que para tratar a diez pacientes al año, los voceros médicos dieron la descorazonante noticia de que pasaría una década o más antes que el público pudiera disponer del medicamento. Esto provocó la búsqueda mundial de una fuente vegetal económica, incluso la búsqueda del estrofanto perdido, la única planta conocida que produjera una sustancia con oxígeno en posición once. Mientras el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos y unas compañías de medicamentos husmeaban en el campo, los químicos estaban muy ocupados intentando preparar cortisona sintética.

Pero en agosto de 1949, fue Russell Marker quien una vez más sobrecogió a sus colegas, anunciando en el Journal of the American Chemical Society que había aislado una sustancia de las Dioscoreas, que llamó botogenina, que tenía oxígeno en doce. “La botogenina es una materia prima adecuada para la síntesis de cortisona” concluía. Su descubrimiento fue aclamado por el New York Times, el Chemurgic Diqest y hubo incontables publicaciones en los Estados Unidos y en el extranjero.

Sin embargo, la botogenina nunca se desarrolló comercialmente, pues los investigadores de Upjohn habían descubierto que las bacterias podían realizar lo que la química por sí sola no podía. La química de fermentación hasta la fecha, ha sido una ciencia relativamente simple, útil para la preparación de cerveza, vino, ácido cítrico y otros productos. Ahora los científicos empiezan a darse cuenta que las bacterias y los hongos son muy efectivos y trabajadores químicos baratos. Los doctores Herbert C. Murray y Durey H. Peterson dirigieron el equipo de Upjohn, que puso a trabajar a los microorganismos a comerse átomos y a ocuparse de las operaciones químicas de modelación necesarias para convertir un esteroide en otro. Con la ayuda de dos técnicas recientemente descubiertas, cromatografía de papel filtro y espectroscopia de infrarrojo, las mezclas de las cajas de cultivo se podían analizar inmediatamente para los esteroides. Varios cultivos -incluyendo uno de suelo recolectado en la expedición Upjohn-Penick, al Africa— resultaron ideales para convertir progesterona en cortisona y en otras hormonas oxigenadas en la posición once.

Estos resultados se publicaron en abril de 1952. Este trabajo, una patente de cincuenta y cuatro páginas a nombre de Upjohn, abrió las puertas para la producción barata de cientos de esteroides corticales. Al presente más del 70% de las prescripciones de hormonas corticales provienen de los camotes mexicanos de Russell Marker. Más o menos de cada 30 kg de rizoma seco se extrae 0.25 kg de diosgenina y tras numerosos procedimientos de laboratorio se obtienen unos 60 g de cortisona. La dificultad ha sido resuelta.

Según Norman Applezweig, que trabajaba con Marker en México en 1949, las contribuciones importantes surgieron de la siguiente manera: Marker tenía un dedo artrítico que le dolía mucho y un día un hierbero le aconsejó: “Mi gente tiene una planta que es muy buena para su problema”.

Cuando le trajeron la raíz, finamente picada, hizo un cocimiento como le dijeron, y se lo bebió, aunque debía haberlo previsto. Al día siguiente amaneció lleno de moretones, su sangre se había hemolizado por la sapogenina.

Cuando Applezweig lo vio exclamó: “¿Qué le pasó? ¡Se ve como si le hubiera atropellado un camión!”

A pesar de su estado, Marker permaneció en el laboratorio para hacer un análisis completo de la planta. Encontró que tenía de tres a cuatro veces más diosgenina que la cabeza de negro, que había sido el sostén de la industria de Dioscoreas hasta ese momento. Esta nueva planta tenía otras ventajas: se conseguía en mayores cantidades maduraba mucho más rápido, lo que es muy importante, pues los camotes viejos contienen mucha más diosgenina que los jóvenes. Applezweig llevó muestras de hojas prensadas al Jardín Botánico de Nueva York. en donde fueron identificadas como Dioscorea composita. La planta se conocía solamente como “barbasco”, término engañoso que se aplica a muchas otras plantas latinoamericanas, que se usan como venenos para peces. Applezweig dijo: “Pasé casi un año examinando varios barbascos hasta concluir que nuestra muestra no tenía nada en común con las demás”. Desde entonces esta especie ha sido la principal fuente comercial para materias primas de esteroides.

Afortunadamente Russell Marker se recuperó de los efectos del envenenamiento por saponinas. Sin embargo, se retiró y no se sabe nada de sus últimas actividades, no se ha añadido ningún trabajo científico nuevo a su total de 164 desde 1949.

En la ciudad de México no estaba disponible para entrevistas. Pero los camotes que él hizo famosos desde luego que estaban disponibles. Abordé un DC-3 lleno de carga y unas cuantas familias mexicanas con destino al puerto de Veracruz. Allí iba a ver las fabulosas plantas creciendo en las selvas y a seguir su proceso hasta los medicamentos elaborados que tanto ayudan a millones de pacientes.