Texto publicado por Nicolas Castro Castillo

Día 2

Buen día a toda la comunidad, les deseo un hermoso amanecer, aunque acá ya son las 7:35 y el sol ya está fuerte e imperante en el cielo.

La presente es para hacer una confesión e invitación pública. Pero primero les voy a contar un poco sobre mí para que nos conozcamos. Mi nombre es Nicolas Castro aunque prefiero el apellido Castillo. Es un apellido hermoso, por como suena y por lo que representa. Soy hijo de una madre soltera, enfermera y tengo una hermana. Mi mamá aún trabaja, todos los días se levanta a hacer su almuerzo, preparar café y compartimos juntos un rato mientras desayunamos. El resto del día estoy solo, bueno, con los perros, plantas, hadas, hormigas y todos los seres vivientes y no vivientes que habitan en esta casa, si también creo en los fantasmas, aunque no les doy tanta importancia, afortunadamente no tengo el don de verlos pues me cagaría del susto.

Soy estudiante universitario, comencé la carrera de artes plásticas en 2015, en 2016 cambié de universidad buscando un programa de artes más robusto que en el que estaba y debido a una crisis emocional un poco turbia dejé la universidad hasta 2017, que fue cuando ingresé al programa de psicología de la universidad Nacional de Colombia, en Bogotá, la ciudad capital. Los primeros dos semestres fueron un desastre a excepción de una materia, sensación y percepción. Me encantó darme cuenta o aprender acerca de la forma en la que experimentamos el punto y observar las diferentes teorías que surgían para explicar la forma y el mecanismo por el cuál asumimos la realidad como tal. Eso devolvió en mi la fe acerca de terminar una carrera profesional, pues la verdad flaqueo un poco en disciplina. Eso ha ido cambiando, como es correcto aunque no por esas razones asistí a terapia, considero que todos los aspirantes a psicólogos o psicólogas deberían tomar terapia, incluso si no se van a dedicar a la psicoterapia, es una experiencia de autoconocimiento importante, al menos para mí lo ha sido. Debo confesar que casi me divorcio de la psicología y me voy con mi amante, las artes, pero la vida me devolvió al programa de psicología, justo este semestre en el que está pasando todo esto. Adaptarme no es cosa sencilla pero lo he ido recuperando el amor y la pasión a la psicología y pues, es justo con mi mamá y conmigo mismo que por primera vez en mi vida universitaria eche raíces en algo. No sé si a ustedes les ha pasado eso antes, de no saber qué hacer con sus vidas, en una de mis materias, psicología de lo anormal había un trastorno de ansiedad generalizada y otro de evitación, no me detendré en definirlos por si alguno de ustedes tiene el mismo vicio que yo de atribuirse un montón de etiquetas con tal de entenderse un poquito. Pero lo que me interesa de eso o mejor, un pensamiento que nace en mi es que ese tipo de manuales de diagnóstico aunque tengan miles de estudios que los soportes toman elementos de la evolución humana y los convierten en un problema, si, habrán muchos diagnósticos que son imposibles de negar, pero ¿Volver todo una enfermedad no lo hace más difícil? quizás si se viera como un elemento de nosotros que hay que atender y sanar sería distinto, creo que la palabra enfermedad es invasiva y violenta, además que genera un rechazo de los otros hacia la persona "enferma". La enfermedad existe pero la forma en la que la vemos es la que me molesta un poco. En fin, puede que haya tocado un fibra sensible de mi ser, continúo:

Así me encuentro ahora, estudiando y adaptándome a muchas ¿han sentido eso también, como que el encierro libera algunas barreras y reaparecen viejos amigos que en el pasado eran indeseables (costumbres, vicios, recuerdos, etc)? Aunque a su vez nos devuelve aliados poderosos, en mí a regresado un peque que le encanta elevarse en las nubes y creer que el cielo en la tierra es posible, que podemos sembrar amor.

Pero esto comenzó con la promesa, primero les confesaré algo, estoy aquí gracias a una materia de la universidad, alguien de mi grupo de la materia "Métodos cualitativos" sugirió el tema del juego en los chicos ciegos y me pareció interesante, pero yo quería investigar las expresiones en el arte, finalmente algo en mí me dijo: tienes el resto de la carrera para investigar sobre eso, prueba un tema nuevo, la escuché y aquí estoy, inicialmente esta investigación iba a ser acerca del juego en chiquillos de 8 a diez, pero por la cuarentena no fue posible y nos cambiamos a los juegos virtuales, luego pensamos que era poco probable encontrar el consentimiento de los padres y que si de por si es complejo entrevistar a alguien de tan corta edad, más aún sería hacerlo de manera virtual por lo que resolvimos dejarlo en adolescentes y aún teníamos el problema del consentimiento informado, yo mismo he sido víctima de perfiles falsos en internet y robo de información por lo que sé cuan precavidos son los padres (y es necesario) por lo que finalmente decidimos quedarnos con población adulta, gracias a post de acá y varios artículos tengo un panorama parcial de lo que son los audiojuegos y me gustaría más centrarme en las experiencias de los audiojugadores. Conocer sus primeras experiencias en estos juegos, preferencias, dificultades y cómo estos de alguna forma han influido a mejorar o no la calidad de sus vidas. Inicialmente es una investigación personal que responde a la demanda de la clase, es decir, estructurada y con fechas de entregas, pero me gustaría prolongarla más allá de la materia y más allá del solo tema de los audiojuegos.

Me gustaría invitarlos a participar en ella, y que compartan con nosotros un poco de sus experiencias. Quienes puedan y quieran ayudarnos les estaría enormemente agradecido, es un tema que conozco hace muy poco y para serles nervioso me pone muy sincero ser incauto con mis palabras o parecer inapropiado, pero es un temor que he ido perdiendo en la medida que interactuo en esta y otras redes. Les agradecería que quienes estén interesados respondan sobre este post y yo buscaré le forma de ponerme en contacto con ustedes.