Texto publicado por Horus Rincon

La Última Quimera - Prólogo, Capítulos 1 y 2

La Última Quimera.

Prólogo

Charles Isaac Dabin observaba detrás de unos arbustos a las dos hijas de su enemigo.
La mayor era Pelirroja, de ojos verdes y tez blanca. En cambio, su hermana, era rubia de ojos azules. Ambas eran las únicas hijas de Julian A. Burton. Un importante Empresario que trabajaba con equipos software.
Mientras vigilaba a las dos jóvenes, iba planeando su siguiente paso a seguir.

Al principio había sido difícil encontrar la dirección de Burton. Tubo que interrogar a base de tortura a muchos funcionarios de la ley, extorsionar a varios políticos y casi liberar a su padre de prisión.

Recordaba el rostro de su padre mientras los policías lo llevaban a rastras al interior de la prisión. Sus últimas palabras se le habían grabado a fuego.
Recordó el momento instantes antes de que lo llevaran al correccional de Álvarez.

“¡mátalo!, ¡mátalo y véngame!”. Su padre le gritó mientras dos policías del capitán Fletcher lo arrastraban hacia el interior de la prisión.
Desesperado, intentó correr en su dirección. Dos guardias lo detuvieron mientras oía los alaridos de su padre.
“¿A dónde crees que vas, muchacho?”. Preguntó el primer guardia.
“¡eres un desalmado!”. Le gritó Charles. “¡solo hacía su trabajo!, ¡ese malnacido de Tony lo pagará con creces!. ¡ya lo verán!, ¡me vengaré de todos ustedes!
El segundo guardia le puso las esposas antes de noquearlo de un puñetazo.

Horas después había despertado en un correccional juvenil. Meses después, escapó tras un intento de extracción de la policía de Álvarez.

Ahora se encontraba escondido, vigilando y planificando su dulce y sabrosa venganza.
Decidió que la más joven sería más fácil de engañar. La mayor no tanto.

-prepárate, viejo Tony. -murmuró con una gran sonrisa estampada en su rostro-. Pronto serás mío.

Capítulo 1

Tania despertó en una completa oscuridad.
Se encontraba atada a una silla junto a su hermana y su mejor amiga. las tres estaban en lo que parecía un almacén de suministros médicos. Había muchas cajas con pastillas, vendas, botellas de Coca-Cola y alguno que otro instrumento quirúrgico.
Las rodeaba el silencio que algunas veces era interrumpido por algún grito de horror o, simplemente por una risa.

- ¿Don… dónde estamos? –preguntó con voz temblorosa.
Su hermana Melisa la miró con los ojos desorbitados por el miedo.
- ¿a… a cáso se te a olvidado? –preguntó su mejor amiga-. ¡estamos con el asesino de Víctor!
Tania la miró extrañada.
- ¿Víctor?
Su amiga rompió a llorar en lágrimas; Melisa la miró con rabia.
- ¿por qué vuelves a preguntar por él?, ¡si sabes que le hace daño!
- ¡silencio! –tronó una voz desde la oscuridad. Tania trató de encontrar el origen de la misma sin éxito.

-¿quién… Quién eres? –preguntó a la oscuridad. Tenía la vaga sensación de ser observada por más de una persona.
la oscuridad rió por lo bajo.
-soy aquel que vengará los deseos de un pobre inocente. Tu padre hizo mucho daño, ¿sabes?.
Tania trató de identificar la voz; pudo detectar un vago rastro de tristeza en la misma.
-no sé a qué te refieres- respondió, sintiendo un sudor frío bajar por su espalda-; La oscuridad volvió a reír enviando más escalofríos a la joven.
-pronto llegará la hora, niña. Él pagará, y nosotros nos regodearemos en su miseria.
A Tania le llamó la atención un dibujo de un animal pintado en una de las cajas. Parecía un lobo con la cabeza de un hombre, cola de serpiente con una guadaña en la punta. Las patas delanteras eran las de un Ciervo, mientras las traceras eran de un león. Tenía largas y correosas alas de un dragón.

Por el rabillo del ojo, vió como una sombra avanzaba en su dirección.
Desde las sombras, se le apareció un rostro humanamente horrible.
- ¡bú!.

Se despertó con un sobresalto.
Parpadeó varias veces mientras oía palpitar sus oídos. Su corazón corría a toda velocidad. Miró a su alrededor con temor esperando ver a su hermana y a su amiga.
Para su sorpresa, se encontraba acostada en su cama. No se había dado cuenta de que abrazaba el conejo que le había regalado su hermana por su cumpleaños.
Sus ojos se dirigieron al despertador que tenía, en su mesilla de noche. ¡eran las 5:30 am!; ¿cómo era posible?. Juraría que estaba… Miró otra vez el despertador. No quería decirlo por temor a que fuera un presentimiento, uno muy malo.
-No… No es posible. –Dijo para Sí-. Debe de ser una broma de mal gusto.
Su puerta se abrió, dejando entrar a su padre.

Julian Burton era un hombre alto, de pelo rubio y ojos verdes. A diferencia de ella y su hermana, él era de tez morena.
- ¿Estás bién?. –preguntó con voz suave.
Tania dudó en contarle su extraño sueño. Le parecía que no se lo tomaría muy bién.
- Yo… -dijo aún con la duda-. Yo… La verdad, estoy bastante bién.
Vió la duda reflejada en los ojos de su padre.
- Te lo juro, papá. –Insistió viendo que él se relajaba un poco.
-bueno, si necesitas algo más…
-te lo haré saber- dijo con su respuesta automática.
Vió como este le sonreía y salía de su habitación rumbo a la de su hermana.
sintió revolverse su estómago. con la pequeña mentira. Su madre le había enseñado a no mentir.
el recuerdo de su madre fayesida, hizo que se le encogiera el corazón del dolor. Ella había visto como su padre sufría con la pérdida; muchas veces lo había atrapado bebiendo alcohol a altas horas de la noche.

A sabiendas que era mala idea, se levantó de la cama y se dirigió a su baño.
Durante una hora, se duchó con agua caliente hasta que el vapor le impidió respirar bien. Después se puso unos tejanos verdes y una camiseta azul. Se calsó unas zapatillas de deporte blancas y una gorra café.
se contempló en el espejo de su clóset. Era bastante guapa, con los rasgos de su madre y de su padre.
Salió de su cuarto en dirección a las escaleras. Se asomó por ellas y vió como su padre observaba con semblante triste la foto de su madre; Phoebe había sido una gran mujer de un generoso corazón. Muchos decían que Phoebe era una persona muy adelantada a su tiempo, por vestir con ropas extravagantes pero que aún así, le daban ese aspecto hogareño.
Bajó la escalera con cuidado de no hacer ruido.
Al llegar al último escalón, su padre se volvió en su dirección.
- ¿levantada a estas horas?.
Tania bajó la mirada, avergonzada.
-no debes sentirte así, mi princesa. –sintió más que oyó como su padre se le aproximaba-. Me eh dado cuenta de como me miras. Como si sintieras lástima de mí.
- nó, yo… -Intentó excusarse; su padre la rodeó con los brazos.
-tú y yo sabemos que es así. -Tania miró a los ojos de su padre y vió cariño en ellos-. Pero no debes sentirte de esa forma. Tú y tu hermana son las personas más maravillosas que tu madre me ha dado; honremos la memoria de ella pasándolo bien. Que su muerte no sea en vano.
Tania asintió con la cabeza.
-gra Gracias, papá.
Burton la dejó con una sonrisa aún en su rostro-. Y bueno, tengo que salir a resolver unos asuntos. Recuerda que hoy es sábado, y que tienen que ir de compras al súper; por mi parte, procuraré llegar temprano para la comida.
Con un gesto, se separó de ella y se dirigió a la puerta principal.
Estando en el vano de la puerta, la miró.
-no te sientas desgraciada. Cuando era más joven, tuve que lidiar con problemas más grandes que los tuyos; tampoco es una recriminación. Pero, comprende que algunas personas son historias con un contenido, interesante.
Tania frunció el seño, extrañada por la referencia que su padre hacía del señor Perkins.
- ¿otra vez leyendo historietas del Sr. Perkins, padre?. –preguntó con una sonrisa.
Burton la miró muy serio.
-algunas veces hay que divertinos de alguna u otra forma. El pasado a veces nos alcanza con sorpresas desagradables.

Tania vió como su padre salía de la casa en dirección a su empresa.

-cuídate, papá. -murmuró en voz baja-. Cuídate mucho.

Capítulo 2

Charles caminava en pos de uno de los hombres que le arruinaron la vida.
Era uno de los guardias que lo habían metido al correccional juvenil Álvarez. Sentía el peso del arma en su bolsillo golpeando su pierna.
Dos meses atrás, había asesinado a sangre fría a la familia del tipo; lo había dejado sin nadie que lo extrañara, sin nadie que llorara su muerte. Al contrario que él, él lloraría el día que Tony había encarcelado a su padre.

Al volver a mirar, vió que había perdido de vista al hombre.
Maldijo por lo bajo. Vió a una anciana en cilla de ruedas avanzar en su dirección; esperó a que la anciana llegara hacia él.
-buenos días, señorita. –clavó sus fríos ojos en la anciana, que por fín se daba cuenta de la presencia del joven.
- ¿qué… Qué es lo que quiere?. -preguntó a su vez la mujer-. Porque dinero, no tengo.
Charles le mostró una encantadora sonrisa, más falsa que una moneda de plástico.
-me preguntaba, si… ¿ha visto a un hombre vestido de negocios de traje azul y corbata roja pasear por aquí?.
La anciana asintió pensativa.
-sí… creo que se fue por esa dirección. –Dijo señalando hacía una serie de departamentos-. Parecía tener mucha prisa.
Charles le agradeció antes de proseguir con su camino. Detestaba dejar cabos sueltos. Pero sabía que la anciana no hablaría, si se le extorsionaba o amenazaba.
De todos modos, haría que Andrew le mandara una caja de bombones explosivos a la señora.
Andrew… esa sabandija no le había dicho que el peor enemigo de su padre recidía en la ciudad donde su madre había muerto.
Dos años atrás, resivió una carta de tía Margaret donde le explicaba como su madre Phoebe había muerto por causas naturales; Creía que había sido Tony quien la había matado. Pero tras investigarlo, descubrió algo sorprendente. ¡Tony tenía dos hijas!.
Sonrió al pensar en las dos jóvenes que había espiado el día de ayer. Tenían un sorprendente parentesco con su padre, y algo raro. Con su propia madre.
Esto último le había llamado mucho la atención. Tenía una ligera idea de por qué, pero lo achacaba a algún parentesco con la madre de Burton y no a la posibilidad de que las dos jóvenes fueran sus medio hermanas.
Llegó a una intersección. A su mano derecha había una serie de puertas de madera, con una placa que las enumeraba.
A su izquierda, tenía dos intersecciones, más unas escaleras.
Se dirigió a las escaleras.
Subió y subió, hasta llegar delante de una ventanilla y dos pasillos. En la ventanilla había una mujer de tez oscura atendiendo una llamada.
Se dirigió a la mujer con paso firme; esta al verle, bajó la mirada intimidada.
- ¿Pu Puedo ayudarlo en algo?.
-sí, si que puedes. –respondió sacando del bolsillo de su pantalón la foto del hombre al que perseguía-. Puede decirme como se llama este hombre.
la chica palidesió, confirmando las sospechas de Charles.
-no… no puedo, señor. Va…
Se interrumpió al ver como Charles sacaba del bolsillo del pantalón una pistola calibre 25 de siete tiros.
- ¿vé esto?. –preguntó señalando la pistola-. Podría utilisarla en usted. ¿quiere eso?.
La mujer negó con la cabeza, aterrorisada.
Charles prosiguió como si nada
-podría matarla, rastrear a su familia y luego…
- ¡espere!. –rogó la mujer-. ¡se llama Edward Stewart!. ¡calle 360 de avenida Los Ángeles!.
Charles agradeció a la mujer con una sonrisa.
- ¿y cual es su nombre y dirección?.
Con un solloso, respondió-. Margarita, Margarita Pérez. Calle Jardines de la Paz, número…
Charles la interrumpió, vaciando el cargador de su pistola sobre la aterrorisada mujer.
Vio con satisfacción cómo el cuerpo de Margarita caía sin vida sobre el escritorio, manchando de sangre el teléfono y varias carpetas con papeles.
-de todas formas, mataría a tu familia, Escoria Ispana.
Abandonó el extraño corredor y bajó las escaleras hasta llegar al inicio. Sin mirar a su alrededor, se dirigió al sivercafé más cercano.

Horas después encontró la información que deseaba.
La señorita Margarita le había dado no solo la ubicación de su casa y del hombre al que buscaba, sino también la dirección de Samuel Fletcher, Capitán de la Policíade la ciudad.
tecleó el nombre de Burton en el navegador.
Para su sorpresa, habían muchas personas con el lmismo apellido: Martin Burton, Mark Denison Burton, Joanna Burton, Danielle Burton, ETC.
Frustrado, tecleó: Justiciero social ciudad.
el resultado de búsqueda fue más grande: 1980 Justicieros Normales, justiciera salva a hermanos durante un tiroteo, antiguo justiciero se retira tras una ola de crímenes.
Dio click en el tercer resultado.
Ante él se abrió una página donde un sugeto describía al Justiciero Social y a los criminales que metió a prisión.

La Quimera: tráfico de galletas ilegales.
La Gata: Trata de blancas.
Cameron MacKay: Robo a un banco, en Cherlinghton.
Rubén González: Asalto a una iglesia.
Patito Feo: Secuestro de jóvenes.
Electro Bure: Robo de identidades, falsificación de firmas bancarias, robo a centros comerciales, y, feminisidio en masa.

La lista seguía describiendo delitos y a las personas que habían cometido los mismos. Se fijó en uno de ellos.

Rubí Sánchez.
También conocida como: Mujer Puma.

Era una mujer de origen Ondureña de los bajos barrios. Vivía con su hermano Vladimir Scottson; como vivían en la pobresa, tuvieron que robar. Al principio eran robos insignificantes, sin peligro alguno: alguna cartera desaparesida, llaves extraviadas, o simplemente, un celular extraviado.
poco a poco, los robos fueron subiendo de nivel. Algunas veces robaban a los policías, otras veces robaban un carro. Tras una redada con la policía, Vladimir fue asesinado al ser alcanzado por un disparo de calibre 50 en el pecho.
Años después, Mujer Puma fue capturada al sur de Chile junto a otros ladrones de renombre: David Newton, La Cucaracha Ramírez, entre otros.

Pasó cinco años en la prisión de baldomado, hasta que recientemente salió de prisión el 2 de marso del año pasado.

Emocionado por este descubrimiento, Charles dejó el sivercafé en busca de la Mujer Puma. Era probable que la dichosa aún recordara a Tony Burton.
Si ese era el caso, disfrutaría mucho sabiendo que Burton no se encontraba lejos.

Pero primero tenía que resolver algunos cabos sueltos; Llamó por teléfono a Andrew.
-¿ Drew?. –preguntó cuando este cogió al tercer tono el teléfono.
La voz adormilada de su amigo respondió
- ¿Sí, jefe?.
Charles buscó una hoja donde escribir.
-necesito que te encargues del ganado. Quiero que mandes un mensaje a la comisaría. Infórmales que la quimera a regresado.
Sin esperar a que Andrew hablara, colgó el teléfono en dirección de los bajos barrios.
Por medio del Whatts App envió la dirección de Margarita y Edward a su amigo. También le dijo que los quería bien muertos antes de que mandara el mensaje.

Cinco minutos después, le llegó la contestación.

{Hecho, ya está}.