Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Aviación sin barreras del 19 de agosto.

Buenos días estimados amigos:  Adjunto el enlace de Aviación sin barreras, con información de medios de comunicación de Ecuador, Perú, Argentina, Uruguay,
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completo y la Guía de aeropuertos del Ecuador accesible para PCD.

Saludos cordiales.

Luis Cueva.

Aviación sin barreras, Martes 20 de agosto de 2019.
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Martes, 20 de agosto de 2019.

Buenos días estimados amigos:  Entrando en la adolescencia, era la Ilíada la obra por excelencia que sí o sí debía  ser leída por impúberes muchachos,
en quienes bullían otras preocupaciones que nada tenían que ver con dioses, guerras o impúdicas traiciones, más sí con la vecina de alado de quien estaba
perdidamente enamorado.

Fue así como espadas, yelmos o escudos de la edad de bronce y su esplendor manejados por magníficos guerreros, quienes a su vez actuaban y se movían como
títeres bajo el influjo  o tira y afloja de hilos transparentes de olímpicos deseos con e ingeniosas tácticas de fintas, engaños o amagos entre troyanos
y aqueos, no llamaron la atención de estudiantes, que no deseaban leer de tanta sangre derramada en un helénico combate, por más clásica que fuera la obra
o más necesaria que fuera una nota para pasar de año o grado. 

Tildarán de ignorante o bárbaro al Viejo Aviador por hablar así de Aquiles, Ulises, Néstor, Agamenón, Príamo o la bella Elena, pero para tomarle el gusto
a la lectura probablemente hay obras menos violentas y más importantes que bien valen la pena su inmediata consulta. 

Pero más pudo el pudor de sentirse hallado en falta y fue por La Ilíada de Homero como una deuda pendiente, pero resultó evidente que la razón iba de la
mano de la omisión… Y si medio siglo había estado feliz y tranquilo sin Zeus, Venus, Apolo, Júpiter o Marte, podría pasar pacíficamente sendas décadas
sin una segunda parte de la continuación de la frecuela que quedó inconclusa en la escuela.

Título:  Homero, Ilíada.

Autor:  Alessandro Baricco.

Nota de contraportada:  “La Ilíada” de Homero sigue cantando desde el fondo de los siglos, canta 51 días del último año de una guerra que lo llevará una
década después, a la conquista y destrucción de la Ciudad de Troya, canta a los dioses, hombres y héroes, memorables por su ira y ambición, por su audacia
y por su astucia, por su venganza y su piedad de todos los límites de un campo de batalla eterno.  Guiado por la idea de adaptar el texto para una lectura
pública, Alessandro Baricco relee y reescribe “La Ilíada” de Homero, como si  tuviéramos que devolver a Homero allí mismo, a La Ilíada, para contemplar
uno de los más majestuosos paisajes de nuestro destino.  Trabajando a partir de la traducción de Maria Grazia Ciani, construye con el material original
un concertato de 21 voces, la última es la de Demódoco, un aedo que detrás de la estela de la Odisea y de otras fuentes, narra el final de Troya.  Los
personajes homéricos son llamados a escena, dejando los dioses en el fondo, para relatar con una voz cercanísima a nosotros, su historia de pasiones y
de sangre, su gran guerra, su gran aventura.  Con la lectura de “La Ilíada”, Alessandro Baricco consigue una pequeña obra maestra.

Acerca del autor:  Alessandro Baricco, Turín 1958, es autor de las novelas “Tierras de cristal”, Premio Seleccione Campiello y “Prix Médicis Étranger”;
“Océano mar”, Premio Viareggio; “Seda”, “City”, “Sin sangre” y “Homero Ilíada”, publicadas en esta editorial, al igual que el monólogo Teatral “Novecento”
y los ensayos recogidos en “Next”, sobre la globalización y el mundo que viene.

Baricco dirigió el programa de libros Picui, para Raitre, que invitó a los italianos a redescubrir el placer de la lectura y en 1994 fundó en Turín una
escuela de técnicas de escritura  llamada Holden, como homenaje a Salinger, que ha tenido bajo su dirección un éxito clamoroso.  Con “Seda” que se ha convertido
en un long seller ininterrumpido tanto en Italia como internacionalmente, se consagró como uno de los grandes escritores italianos de las nuevas generaciones.

Cita 1.

“Todo empezó en un día de violencia.  Hacía 9 años que los aqueos asediaban Troya, a menudo necesitaban víveres o animales o mujeres, y entonces abandonaban
el asedio e iban a procurarse lo que querían saqueando las ciudades vecinas.  Ese día le tocó a Tebas, mi ciudad, nos lo robaron todo y se lo llevaron
a sus naves”.

Cita 2.

“Cuando en su campamento los príncipes aqueos se repartieron el botín, Agamenón me vio y quiso que sea para él.  Era el rey de reyes y el jefe de todos
los aqueos, me llevó a su tienda y a su lecho.  Tenía una mujer en su patria, se llamaba Clitemnestra, él la amaba, ese día me vio y quiso que sea para
él.  Pero algunos días después llegó al campamento mi padre, se llamaba Crises, era sacerdote de Apolo, era un anciano.  Llevó espléndidos regalos y les
pidió a los aqueos que a cambio me liberasen..  Ya lo he dicho, era un anciano y sacerdote de Apolo.  Todos los príncipes aqueos, después de haberlo visto
y escuchado, se pronunciaron a favor de aceptar el rescate y de honrar a la noble figura que había venido a su rescate”.

Cita 3.

“Aquiles le respondió que no debía nada que temer, sino que debía decir lo que sabía.  Dijo:  Mientras yo viva, no habrá nadie entre los aqueos que osará
levantar la mano contra ti, nadie, ni siquiera Agamenón.  Entonces el adivino se dio ánimos y dijo:  Cuando ofendimos a aquel viejo, el dolor cayó sobre
nosotros, Agamenón rechazó el rescate y no liberó a la hija de Crises y el dolor cayó sobre nosotros”.

Cita 4.

“Agamenón movió la cabeza, no me engañas Aquiles, tú quieres quedarte con tu botín y dejarme a mí sin nada.  No, yo devolveré a esa chiquilla, pero luego
vendré a coger lo que me plazca y a lo mejor se lo cogeré Ayante o a Ulises… O a lo mejor te lo cogeré a ti”.

Cita 5.

“Entonces Agamenón respondió:  Márchate si es lo que deseas, no seré yo quien te suplique que te quedes, otros ganarán honra a mi lado.  Tú no me gustas
Aquiles, atraes las riñas, la disputa y la guerra; eres fuerte cierto, pero eso no es mérito tuyo, vuelve si quieres a tu casa reinar, no me importas nada
de nada.  No tengo miedo de tu cólera, es más, escucha lo que te digo:  Enviaré a Criseide con su padre en mi nave, con mis hombres, pero luego, yo mismo
en persona iré a tu tienda y me llevaré a la bella Briseida, tu botín”.

Cita 6.

“Cuando la asamblea se disolvió, Agamenón votó una de sus naves y asignó 20 hombres y puso al mando a Ulises el astuto.  Luego vino donde yo estaba, me
cogió de la mano y me acompañó a la nave.  Hermosa Criseide dijo, y dejó que yo volviera con mi padre y a mi tierra, permaneció allí en la orilla, mirando
zarpar la nave”.

Cita 7.

“Entonces fue él quien habló.  Acercaos dijo, no sois vosotros los culpables de todo esto sino Agamenón, acercaos, no tengáis miedo de mí..  Luego llamó
a Patroclo y   le pidió que cogiera a Briseida y se la entregara a aquellos dos escuderos para que se la llevaran, vosotros sois mis testigos, dijo mirándolos. 
Agamenón es tarugo, no piensa en lo que sucederá, no piensa en el momento en que se me necesitará para defender a los aqueos y sus naves, no le importa
nada ni del pasado ni del futuro… Vosotros sois mis testigos”.

Cita 8.

“La guerra es una obsesión de los viejos que envían a los jóvenes a librarla”.

Cita 9.

“En su tienda Agamenón dormía, de pronto le pareció oír la voz de Néstor que era el más viejo de todos nosotros y el sabio más estimado y escuchado, esa
voz decía:  Agamenón, hijo de Ateo, cómo es que estás aquí durmiendo, tú que estás al mando de un ejército entero y que tantas cosas tendrías que hacer. 
Agamenón no abrió los ojos, pensó que estaba soñando.  Entonces la voz se le acercó y dijo:   Escúchame, tengo un mensaje de Zeus para ti, te mira desde
lejos y siente pena y piedad por ti.  Te ordena que armes de inmediato a los aqueos, porque hoy podrás apoderarte  de Troya, los dioses todos estarán de
tu parte y sobre tus enemigos caerá la desgracia”.

Cita 10.

“El cruel Zeus me ha condenado a una feroz desventura, primero me prometió y juró que regresaría después de haber destruido Ilio, la de las bellas murallas,
y ahora me ordena que regrese a Argos sin gloria y después de haber enviado a la muerte a tantos guerreros.  ¡Qué vergüenza!   Un ejército espléndido,
inmenso batallando contra un ejército pequeño de pocos hombres, y a pesar de todo el final todavía no está a la vista.  Nosotros somos diez veces más numerosos
que los troyanos, pero ellos tienen valiosos aliados que vienen de otras ciudades y esto va impedirme al final que conquiste la hermosa Ilio”.

Cita 11.

“Eso no es cólera, porque si Aquiles en verdad ardiera de cólera, tú Agamenón no estarías aquí enfrentándonos de nuevo.  Los aqueos le escuchaban atentamente,
muchos de ellos albergaban enojo contra Agamenón, debido a aquella historia suya con Aquiles, por eso me escuchaban con atención.  Agamenón no dijo nada,
pero Ulises sí, se acercó a mí, hablas bien me dijo, pero hablas como un estúpido”.

Cita 12.

“Debemos seguir teniendo paciencia.  ¿Os acordáis del día que todos nos reunimos en Áulide, para partir y venir a traer la destrucción a Príamo y a los
troyanos? ¿Recordáis qué fue lo que sucedió?  Estábamos ofreciendo sacrificios a los dioses, cerca de un manantial bajo un bellísimo plátano luminoso,
y de pronto una serpiente con un lomo rojizo, un monstruo horrendo que el mismo Zeus había creado, apareció debajo de los altares y reptó por encima del
árbol.  Había un nido de pájaros ahí arriba y ella ascendió hasta devorar todo lo que encontró, 8 polluelos y la madre, e inmediatamente de haberlos devorado
se convirtió en piedra”.

Cita 13.

“Que nadie tenga prisa por volverse a casa antes de haber dormido con la esposa de un troyano, y de haber vengado el dolor por el rapto de Elena, y os
digo que si alguno en su locura decide regresar a su casa, antes de que  tenga tiempo de tocar su negra nave, saldrá a su encuentro el destino de la muerte. 
En silencio todos lo escuchaban atentamente”.

Cita 14.

“París respondió:  Tienes razón Héctor, pero tu corazón es inflexible, como un hacha que se hunde en la madera, recta.  Me echas en cara mi belleza, pero
tú tampoco desdeñas los dones de los dioses.  Las virtudes que los dioses nos han regalado… ¿Podemos rechazarla?  ¿Acaso podemos escogerlas? Escúchame,
si quieres que me bata en duelo a que se sienten todos los troyanos y todos los aqueos, deja que Menelao y yo ante los ojos de los dos ejércitos, nos enfrentemos
por Elena.  Aquel que venza se quedará con Elena y toda su riqueza, en cuanto a vosotros troyanos y aqueos, firmaréis un tratado de paz”.

Cita 15.

“Elena. Como una esclava, aquel día yo estaba en silencio en mis habitaciones, obligada a tejer sobre una tela del color de la sangre las empresas de los
troyanos y de los aqueos, y de aquella dolorosa guerra que se libraba por mí.  De pronto, vi a Laódica, la más  bella de las hijas de Príamo entrar y gritarme,
corre Elena, ven a ver lo que ocurre ahí abajo.  Troyanos y aqueos estaban todos en la llanura y estaba todos a punto de enfrentarse ávidos de sangre,
y ahora están en silencio los unos frente a los otros, con los escudos apoyados en el suelo y las lanzas clavadas en tierra.  Se dice que han cesado las
hostilidades, que Menelao y París lucharán por ti, tú serás el premio del vencedor”.

Cita 16.

“Ese es Ulises, respondí, hijo de Laerques, crecido en Hítaca, la isla de piedra y famoso por su astucia e inteligencia.  Es verdad dijo Príamo, lo conocí,
un día vino aquí en embajada junto a Menelao para discutir sobre tu suerte.  Lo acogí en mi casa, me acuerdo que Menelao hablaba velozmente con pocas palabras
muy claras.  Hablaba bien, era joven, en cambio Ulises, cuando le tocaba hablar a él se quedaba inmóvil mirando al suelo, como si no supiera qué decir,
parecía dominado por la cólera o completamente loco”.

Cita 17.

“Los guerreros se sentaron alrededor, vi a Paris, mi nuevo esposo colocándose las armas, primero las hermosas espinilleras con hebillas de plata, luego
la coraza sobre el pecho y la espada de bronce tachonada de plata, y el escudo grande y pesado.  Se puso en la cabeza el espléndido yelmo, el largo penacho
ondeaba al viento y daba miedo.  Al final, aferró la lanza y la blandió..  Frente a él, Menelao, mi primer esposo acabó de colocarse las armas, bajo los
ojos de los dos ejércitos avanzaron el uno hacia el otro”.

Cita 18.

“¿El duelo ha terminado?  ¿Había vencido Menelao o regresaría Paris para combatir? Fue en ese momento cuando se me acercó Láuduco, el hijo de Anteno y
me dijo:  Eh tú vándalo, por qué no coges una de tus flechas y disparas a Menelao a traición ahora, está en el medio, indefenso. ¡Podrías matarlo, tú eres
capaz!  Te convertirías en el héroe de todos los troyanos y Paris supongo, te cubriría de oro.  ¿Lo pensarás?  Yo lo pensé.  Imaginé mi flecha volar y
acertar, y vi que aquella guerra terminaba”.

Cita 19.

“”Durante un instante dirigí mi plegaria a Apolo, el Dios que nos protege a nosotros los arqueros.  Luego pincé al abrir la flecha y la cuerda de nervio
y tiré de ellas hasta que la mano derecha me llegó al pecho y la punta de la flecha se detuvo sobre el arco.  Con fuerza curvé el cuerno de cabra montés
y tensé el nervio de buey hasta que los convertí en un círculo, luego… solté”.

Cita 20.

“Fue Diomedes quien vino a salvarme, llegó veloz en su carro y me hizo subir junto a él, cogí las riendas y lancé los caballos hacia Héctor y, cuando estuvimos
lo bastante cerca Diomedes le lanzó la lanza con todas sus fuerzas, cuando vi que la lanza erraba del blanco supe que  teníamos la suerte en contra y que
era mejor huir de allí.  ¿Huir yo? Dijo Diomedes, y saber que luego irá Héctor por allí jactándose y diciendo que Diomedes huyó al verse frente a él”.

Cita 21.

“Es a casa donde quiero ir, es ahí a donde quiero volver, a disfrutar en paz de lo que es mío, con una mujer a mi lado, una esposa.  Por muy inmensas que
sean las riquezas que Troya esconde detrás de sus murallas, no vale lo que vale la vida”..

Muy atentamente.

Luis Eduardo Cueva Serrano.

Aviación sin barreras.

Quito, Ecuador, Sudamérica.