Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

A una pasajera.

Tristan Corbière.
A una pasajera.
 
¡En humo se ha ido la eternidad,
            La travesía
Que hizo de ti mi amor, mi hermana
            De un solo día!…
 
Lejos: aquella mar incolora
Donde aún flota lo que fue Tú…
Aquí: la tierra y tu escollera,
            ¡Tumba de penas!
 
Allí te esperan… ¡Vete ligera!
¿Quién, Pasajera, te acunará?…
¡Tu batelero, oh pasajera
            Del corazón!
 
¿Qué menelao, sobre la orilla
Aguarda?… –Vete, tengo tu estela
Y tu recuerdo cuando él espera
            Verte llegar.
 
¡Tu entrecortada voz que se agita,
Mi asustadiza, no la tendrá!…
¡Ni tus pestañas con sal de bruma
            En la cellisca!
 
¡Con tus cabellos te azota el viento!…
¡Mujer sin trabas: no te tendrá!
Ni, en esas largas horas de guardia,
            Tu dulce tedio…
 
Ni mi poesía donde: –Llevada,
Tú serás una gaviota herida
Y yo la ola que rozará…,
            Etcétera.
 
–¡Qué enorme el largo, bestia sin límite,
Sin Ti, Pequeña, parecerá!…
El horizonte ya es solamente
            Una pared.
 
Solo, ¡qué estrecho encontraré
El camarote!… El camarote
En que teníamos sólo un cojín
            Para dormir.
 
El sol que ahora ya no proyecta
Tu sombra aquí se hace sombrío,
Y el oleaje ha hecho un gran pliegue…
            –¡Como el olvido!–
 
Así cantaba sus infortunios,
En noche fresca, hacia la aurora,
Un pilotín, vigía al seco
            Sobre la cofa.
 
 
A una pasajera.
Tristan Corbière.
 
traducción de José Ramo.