Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Aviación sin barreras del 15 de julio.

Buenos días estimados amigos:  Adjunto el enlace de Aviación sin barreras, con información de medios de comunicación de Ecuador, Perú, Argentina, Uruguay,
Colombia, Venezuela, Panamá, México, España, Europa, artículos de actualidad sobre aviación, tecnología, cultura, ecología, salud, cinco cuentos a texto
completo y la Guía de aeropuertos del Ecuador accesible para PCD.

Saludos cordiales y les deseo un excelente inicio de semana.

Luis Cueva.

Aviación sin barreras, Lunes 15 de julio de 2019.
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Lunes, 15 de julio de 2019.

Buenos días estimados amigos:  En lugar de pintar paredes en muros de la ciudad, un grafiti cultural es lo que presentamos a ustedes sin aerosol que incremente
el calentamiento global, sino con un mensaje digital esperando que en él se inspiren. 

No ha pasado el tiempo para el libro de Ciro Alegría, y tanto en el siglo pasado como hoy en día se disfruta de su libro titulado  “Los perros hambrientos”.

Para el Viejo Aviador no queda claro si el laureado autor pinta, escribe o dibuja, se inspira, sugestiona o ilumina con la imponente Cordillera Andina
coloreada con el mestizaje de hombres y animales, así como ríos, punas y selva de  belleza inigualable.  De los sentimientos… ni hablar, los hay taciturnos,
callados, resignados, contentos y  lo más de sus guardianes eternos que por todo y nada se ponen a ladrar, siendo así sería imposible dejar de lado obra
tan hermosa y singular y en favor del lector diría que por favor deje todo lo que hacía y pronto póngase a leer o escuchar.

Título:  Los perros hambrientos.

Autor:  Ciro Alegría.

Nota de contraportada: Una sequía atenaza los campos peruanos y al acabarse, los hombres recurren a la violencia para mantenerse vivos, como hacen los
perros que cuidan el rebaño de un pastor.

El autor describe la crisis de los indios andinos a merced no solo de los elementos, sino también de un orden social injusto y anacrónico, primera edición
1938.

La vida del indio y del cholo de la región andina, sirven de trasfondo histórico, social y cultural a la original trama de “Los perros hambrientos”, considerada
por la crítica como una de las obras más vigorosas, profundas y directas del autor.

Dos corrientes narrativas fluyen a lo largo del relato, el hombre y el perro se enfrentan con la situación límite provocada por la sequía, elemento desestabilizador
de un precario equilibrio establecido entre el ser vivo y una naturaleza hostil, entre el indio y una estructura social anacrónica y básicamente injusta.

Narración circular, en la que se interpolan elementos ajenos al hilo argumental. 

La novela es además de una vigorosa denuncia moral y un impresionante testimonio social, un espléndido relato escrito con una prosa que combina la elegancia
descriptiva del escritor con el lirismo y colorido de la lengua popular  arcaica de la zona andina norteña.

Acerca del autor:  Escritor profundamente comprometido con los problemas de su país, Ciro Alegría 1909 a 1967, es autor de numerosos relatos breves y de
tres grandes novelas:  “El mundo es ancho y ajeno”, “La serpiente de oro” y “Los perros hambrientos”, que constituyen el punto de partida de la moderna
narrativa peruana.

Cita 1.

“Guau, guau, guauuuu, el ladrido monótono y largo, agudo hasta ser taladrante, triste como un lamento, azotaba el vellón albo de las ovejas conduciendo
la manada.  Está marchando a trote corto, trisca que trisca el ichu duro, moteaba de blanco la rugosidad gris de la cordillera andina.  Era de una gran
manada, puesto que se componía de cien pares, sin contar los corderos”.

Cita 2.

“Contar es faena de atesoradores, y un pueblo que desconoció la moneda y se atuvo solamente a la simplicidad del trueque, es lógico que engendre descendientes
de muchos números.  Pero estas evidentemente son otras cosas, hablábamos de un rebaño.  La Antuca y los suyos estaban contentos de poseer tanta oveja,
también los perros pastores.  El tono triste de su ladrido no era nada más que eso, pues ellos saltaban y corrían alegremente orientando la marcha por
donde quería la pastora”.

Cita 3.

“Los perros la entendían por señas, y acaso también por las breves palabras con que les mandaba ir de un lado para otro.  Por el cerro negro andan mis
ovejas, corderitos blancos siguen a las viejas.  La dulce y pequeña voz de la Antuca moría a unos cuantos pasos en medio de la desolada amplitud de la
cordillera donde la paja es apenas un regalo de la inclemencia.  El sol es mi padre, la luna es mi madre y las estrellitas son mis hermanitas”.

Cita 4.

“Los cerros retorciéndose, erguían sus peñas azulencas y negras, en torno de las cuales  ascendiendo lentamente flotaban nubes densas.  La imponente y
gallarda de las rocas, empequeñecía aún más a las ovejas, a los perros, a la misma Antuca, chinita de 12 años que cantaba para acompañarse.  Cuando llegaban
a un pajonal propicio, cesaba la marcha y los perros dejaban de ladrar, entonces un inmenso y pesado silencio oprimía el pecho núbil de la pastora”.

Cita 5.

“Ella, si estaba un perro a su lado, siempre tenía uno acompañándola, le decía en tono de broma:  ¿Ves, viva el viento, hace caso y reía con una risa de
corriente de agua clara.  El perro comprendiéndola movía la cola coposa y reía también con los vivaces ojos que brillaban tras el agudo hocico reluciente”.

Cita 6.

“La Antuca hilaba charlando con el perro, a ratos dejaba su tarea para acariciarlo.  Perro, perrito bonito, de cuando en vez miraba el rebaño y si una
oveja se había alejado mucho, ordenaba señalándola con el índice, mira Zambo, anda, vuélvela.  Entonces el perro corría hacia la descarriada y ladrando
en torno, sin tener que acosarla demasiado, las ovejas ya sabían de su persistencia en caso de no obedecer, la hacía retornar a la tropa”.

Cita 7.

“Zambo la acompañaba atentamente dirigiendo las orejas al menor gesto suyo pronto a obedecer, aunque también se permitía reclinar la cabeza  y dormir,
pero con sueño ligero sobre la suave balleta en la pollera. Algunos días recortando su magra figura sobre la curva hirsuta de una loma aparecía el Pancho,
un cholito pastor.  Lo llamaba entonces la Antuca y él iba hacia ella anheloso y alegre, después de haberse asegurado que su rebaño estaba a bastante distancia
del otro y no se entreverarían.  Lo acompañaba un perro amarillo que cambiaba gruñidos hostiles con Zambo, terminando por apaciguarse ante el requerimiento
regañón de los dueños”.

Cita 8.

“Dijo el Pancho, este yaraví fue de un curita amante.  Cuenta, rogó la Antuca y contó el Pancho. Un cura dizque estaba queriendo mucho donde una niña,
pero siendo él cura, la niña no lo quería onde él, y verái que de un repente murió la niña, y entón el cura de tanto que la quería, jué y la desenterró
y la levó onde su casa.  Y ahí tenía el cuerpo muerto y de una canilla del cuerpo muerto hizo una quena y tocaba en la quena este yaraví día y noche alado
del cuerpo muerto”.

Cita 9.

“¿Cómo será el querer cuando llora así? La Antuca lo envolvía un instante en la emoción de su mirada de hembra en espera, pero luego tenía miedo y se aplicaba
a la rueca y a regañar al aullador Zambo.  Sus jóvenes manos, ágiles arañas morenas, hacían girar diestramente el uso y extraían un hilo parejo del albo
copo cedeño”.

Cita 10.

“Y eran cuatro los perros que ayudaban a la Antuca, Zambo, Wanca, Güeso y Pellejo.  Excelentes perros ovejeros de fama en la región, donde ya tenían repartidos
muchos familiares cuya habilidad no contradecía al genio de su raza.  El dueño, el cholo Simón robles, gozaba de tanta fama como los perros y esto se debía
en parte a los perros y en parte a que sabía tocar muy bien la flauta y la caja, amén de otras gracias”.

Cita 11.

“Era preciso vadear las quebradas y arroyos, antes de que la tormenta creciera su caudal tornándolos infranqueables.  Nunca se retrasaron, avanzaban rápida
y silenciosamente, en los ojos de las ovejas se pintaba el terror a cada llamarada y a cada estruendo.  Los perros caminaban tranquilos, chorreando agua
sobre el pelambre apelmazado por la humedad, detrás la rueca hecha  bordón para no resbalar en la jabonosa arcilla mojada, la falda del sombrero de junco
hacia abajo, para que escurrieran las gotas, caminaba la Antuca, rompiendo con liviano impulso la re gris de la lluvia”.

Cita 12.

“En el corredor frente a las  llamas del fogón, su madre, llamada Juana, repartía el yantar al taita Simón Flores y a los hermanos Timoteo y Vicente. 
La pastora tomaba su lugar en el círculo de comensales, para compartir la dulzura del trigo, el maíz y los hoyucos.  Los perros se acercaban también y
recibían su ración en una batea redonda, allí estaba igualmente Shapra guardián de la casa, no se peleaban, sabían que el Timoteo esgrimía el garrote con
mano hábil”.

Cita 13.

“Es que los zorros y los pumas aprovechan el amparo de la sombras para asaltar los rediles y hacer sus presas.  Hay que ladrar entonces ante el menor ruido,
hay que ladrar siempre, por eso cuando la claridad es tal que las bestias dañinas renuncian a sus correrías, los canes ladran también.  Ladran a la luna,
ella, la muy pingüe y alba, amada de poetas y damas románticas, hace ante los perros el papel de puma o zorro hambriento”

Cita 14.

“El Simón Robles dijo: A la perra hay que ponerle Huanca, y el Timoteo opinó, el perrito que es más escuro, que se llame Zambo, fue así como quedaron bautizados.
El nombre del perro se entendía pues era más gris que Huanca, pero… ¿El de esta? Sin embargo, Nadie preguntó al Simón la razón de ese apelativo, él mismo
tal vez la ignoraba.  Huanca fue una aguerrida tribu del tiempo incaico, la palabra acaso le brotó del pecho como brota una estrella   de la sombra”.

Cita 15.

“De las peñas situadas ascendiendo el cerro, un poco más arriba de sus lares, rebotaban los ladridos lanzados por los enormes perros de la casa grande. 
Nuestros amigos pusieron mucha furia en los suyos, pero nunca pudieron salirles tan gruesos y terroríficos y los cerros les devolvieron solo agudos acentos. 
Pese a todo la vida era buena, iban creciendo, sus músculos se fortalecían en las caminatas y carreras tras el rebaño, este marchaba bien, pronto estuvieron
grandes.  El alargado cuerpo cubierto de plomizo y grueso pelambre se levantaba tres cuartas sobre el suelo, era coposa la cola, las delgadas y lacias
orejas siempre abiertas, se erguían ante la menor novedad, el hocico agudo era capaz de oler un rastro de diez días”.

Cita 16.

“Tiempo después afirmaba el Manuel que, Buendiente sabía manejar las vacas, de la geta sacaba del monte a las matreras.  Cierta vez cruzando el Río marañón,
la que iba guiando una partida comenzó a volverse.  Esto es fatal, pues en este caso es seguida por la tropa y ganando tierra firme se niegan a tirarse
al agua de nuevo y hay que pasarlas en balsa.  El Manuel que en unión de otros repunteros veía el retorno desde una orilla ordenó a su perro:  ¡Echále
Buendiente, pásala al otro lado! El perro se arrojó al agua, pero nadie esperaba que hubiera entendido, lo asombroso fue que llegó donde la madrina y la
cogió de la jeta, las aguas estaban crecidas y la corriente era fuerte, más el perro extremó la tensión  e hizo voltear a la vaca hacia el otro lado”.

Cita 17.

“Separaremos otros dos perros pa nosotros y ellos fueron Gueso y Pellejo.  El mismo Simón les puso nombre, pues amaba además de tocar la flauta y la caja,
poner nombres y contar historias. Designaba a los animales y la gente de la vecindad con los más curiosos apelativos.  A una china aficionada a los lances
galantes  le puso “Pastura sin manada” y a un cholo de ronca voz y flebe talante “Trueno en ayunas”, a un magro caballo “Cortaviento” y a una gallina estéril
“Poneaire”.

Cita 18.

“Arrojó la bola de coca y se puso a comer a grandes bocados, hizo participar de su merienda al compañero limpiando en el mantel el ají de la papa y embutiéndola
en el pequeño y húmedo hocico.  ¿Tas cansado?  Come perrito, ya vamos a llegar ya, come, come, se puso a bromear.  Hoy es papa, pero ya tendrás tu buena
carne, la rica chicha, te vas a regalar, ya verás perrito.  El aludido no le entendió y era mejor, de no ser así tal vez le hubiera  creído sufriendo luego
una decepción, porque lo que comió siempre… cuando comió durante el resto de su vida fue maíz molido, o también shinte, comida típica que es un aguado
revoltijo de trigo, arvejas y habas”.

Cita 19.

  “Lo que pasó fue que al Mateo lo llevaron enrolado para el servicio militar, ni el Damián ni Maño comprenden eso, la Martina misma no sabe cabalmente
de lo que se trata.  Ese día los gendarmes le cayeron de sorpresa, mientras se encontraba aporcando amorosamente el maizal lozano.  Corvado sobre los surcos
lapa en mano, no los vió sino cuando ya estaban muy cerca, de otro modo se hubiera escondido, porque para nada bueno se presentan por los campos”

Cita 20.

“El Mateo no respondió, el que llevaba galones gruñó:  Tu libreta e conscripción militar, te estás haciendo el perro renco.  El Mateo no entendió bien,
pero recordaba que a otro indio de la ladera del frente, lo llevaron hacía años por lo mismo, a él lo dejaron por ser muy joven, pero ahora la cosa iba
evidentemente con su persona”.

Cita 21.

“Ella con las manos juntas y en alto, llorando  implorando:  No hay libreta taititos, ¿De onde la va a sacar?  No lo lleven taititos, ¿Qué será de nosotros?
Taititos, por las santas llagas de nuestro Señor dejenló. Uno de los gendarmes bajó del caballo y le dio una bofetada tirándola al suelo, donde la Martina
se quedó echa un ovillo gimiendo y lamentándose”.

Cita 22.

“Sólo Maño lo miraba con ojos muy atentos.  Los taitas hablaban entre dientes por las noches y esto hacía pensar a la Martina que trataban de algo irremediable,
se exaltaban.  ¡Taitas! ¿Qué hay? Díganmelo taititos, entonces los viejos se hacían los dormidos,  Un bravo viento se colaba por la quincha del bohío llevando
toda la desolación de la jalca, levantaba las mantas y gemía largamente.  La Martina abrazaba al menor de sus hijos, al que encontraba aún más inerme y
pobre en su desconocimiento de la desgracia”.

Cita 23.

“En casa donde no hay hombre, el perro guarda, y Maño tomó por eso una especial importancia.  Él mismo se daba cuenta aunque en forma imprecisa de que
ya no desempeñaba el mismo papel que antes, no era simplemente el vigilante de la noche, el husmeador de sombras.  Durante el día estaba dando vueltas
en compañía del Damián y las ovejas por allí cerca, la Martina amparaba en él su abandono, llamábalo cuando veía gente a la distancia”

Cita 24.

“Los amos con su vocerío, alentaban a sus canes y atemorizaban a las preguntas fieras rondadoras.  Echalée, échale, échale, puma, puma, puma, zorro, zorro,
zorróo, y era en verdad una noche favorable a la incursión de los dañinos.  No brillaba una estrella, noche sin cielo ni espacio, negada a las miradas
y a los pasos, atestada de sombra.  En tiempos pasados y en una noche así, el puma asaltó el redil de los Robles”.

Cita 25.

“¿Sabes quién soy yo? Preguntó el Julián.  No, no sé, respondió con voz compungida la Antuca.  Julián Celedón, dijo este con aplomo y orgullo, la Antuca
se quedó helada, claro que había oído hablar de los celedonios, tenían fama de bandoleros.  El cholo estuvo un momento gozando del efecto producido con
sus palabras y luego preguntó: ¿Estos perros son e la cría de Simón Robles?  Sí.  ¡Ah!, es lo que quería, ¿Cómo se llaman?  Así que pensaba llevárselos
de veras”.

Cita 26.

“Mira Blas, mira, gritaba el Julián.  Hueso saltaba sobre su dueño, ya era su dueño, y este lo recibía a palmadas y  diciéndole cariñosas   injurias que
hombres de cierta ley, hieren y acarician con las mismas palabras, solo varía el acento.

Cita 27.

 “había que arriar, arriar siempre.  Hueso sufrió al principio, pero después se acostumbró a esa vida, su corazón palpitaba jubilosamente mientras caminaba
tras la vacada inquieta, golpeado por la lluvia, acariciado por la luz estelar, acuchillado por el ventarrón, vendado por la sombra.  Y era también plácido
tenderse junto al Julián, sentir su calor y su segura fuerza y velar con el oído alerta.

Cita 28.

“Siempre en la vida del pobre, hay un retazo de dicha que tiene nombre de mujer.  El Julián pensaba en la Elisa, sintiendo que su anhelo se le hacía un
nudo en el cuello, no poder verla siempre”.

Muy atentamente.

Luis Eduardo Cueva Serrano.

Aviación sin barreras.

Quito, Ecuador, Sudamérica.