Texto publicado por Manuel Emilio Ballista Caro

Devoción Matutina .

Lectura Cristiana
10 junio, 2019
O
Sacrificio y ofrenda no te agrada; has abierto mis oídos.
Salmo 40:6.
Al preguntarse cómo podría agradecer por las maravillosas obras que Dios realizo en su favor (Sal. 40:1-5), David llega a la conclusión de que le debe a su Señor un servicio mas elevado que el de los sacrificios y las ofrendas de sangre.
El poeta llega a esta conclusión porque Dios “abrió” sus oídos para que hubiera un medio de comunicación libre de todo impedimento. Aquí, el verbo abrir , o cavar (karah, en hebreo), no tiene que ver con la costumbre de horadar la oreja del siervo como señal de que pertenecía para siempre a su amo (ver 3 CBA 739). El texto dice que Dios “destapó” el canal auditivo del espíritu de David para que entendiera la Palabra (vers. 6). Y los versículos 8 al 10 son la respuesta a ese entendimiento.
Cuando comentamos el Salmo 24, dijimos que Dios quiere que tu mano y tu lengua estén en armonía con tu corazón; y que tu corazón, tu mano y tu lengua estén en armonía con la voluntad divina. Entonces, Dios hará milagros por medio de ti en la vida de los demás. Este es el secreto para morar con Dios. Ahora vemos este mismo concepto en el Salmo 40: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón […]. No encubrí tu justicia dentro de mi corazón […]. No oculté tu misericordia y tu verdad” (vers. 8-10).
Con el corazón adoramos a Dios, con la lengua testificamos de él y con las manos hacemos el bien. No encubrí tu justicia dentro de mi corazón significa haber hecho el bien a los demás. Bienaventurado el que piensa en el pobre” (Sal. 41:1).
Muchas veces vemos el mundo con ojos bizcos. Separamos la adoración a Dios de las obras en favor del prójimo. Pero no solo adoramos a Dios en lo secreto de nuestra alma (Mat. 6:6), sino también mediante nuestras obras: “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones” (Sant. 1:27). ¡Obras justas!
Tu verdadera ofrenda son las obras buenas que “Dios preparo de antemano para que anduviésemos en ellas” (ver Efe. 2.10).
Oración: Señor, que mi fe se demuestre en obras.