Texto publicado por Manuel Emilio Ballista Caro

Lectura, Cristiana Adventista De Hoy.

¿Por qué estás lejos, oh Jehová, y te escondes en el tiempo de la tribulación?
Salmo 10:1.
Este salmo, que en las Escrituras hebreas aparece unido al anterior como una sola JC/pieza literaria, es una invocación a Dios en todo tiempo de injusticia. Su estructura es semejante a la de otros salmos: primeramente, el autor plantea un problema, luego interpela a Dios, para finalmente reafirmar su fe en Jehová.
Siguiendo esta estructura, podemos dividir en tres partes la oración de David. En primer lugar, presenta el caso para la interpelación, basado en sus propias pruebas y observación (Sal. 10:1-11); luego desafía e interpela a Dios para que no se borre del escenario humano (vers. 12,13); y finalmente reafirma la fe en un Dios justo y poderoso (vers. 14-18).
Aunque escrito hace miles de años, este salmo por justicia tiene permanente vigencia. ¡Cuántas veces hemos hecho catarsis leyendo estos reclamos sinceros de David a Dios!
Más allá de la sociedad a la que pertenezcamos, la injusticia y la corrupción son el pan de cada día. El problema que ve David es precisamente este: mientras el mal crece entre los hombres sin que se haga justicia, mayor es el escepticismo hacia Dios. “El malvado cree que Dios se olvida, que se tapa la cara y que nunca ve nada” (vers. 11, DHH).
En los primeros once versículos, David comienza describiendo a los hombres de su tiempo con adjetivos que son trágicos sinónimos de nuestro tiempo: arrogancia, que es hinchazón y no grandeza; jactancia; altivez; incredulidad; mentira; engaño; fraude; acecho; arrebato. Cualquier semejanza con nuestra realidad no es casualidad. Esta es la condición humana.
El problema es el silencio aparente de Dios, y la consecuente pérdida de fe en él. David reclama: “Levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano; no te olvides de los pobres” (vers. 12).
Pero David sabía por experiencia propia que los molinos de Dios muelen sin prisa, pero sin pausa; muelen muy fino, pacientemente, pero muelen todo (vers. 14, 15).
Nada será más sano y liberador para tu espíritu que esperar en Dios en todo tiempo. Él escucha atento “el deseo de los humildes” (vers. 17). La oración templará tu ánimo y madurará el fruto de tu paciencia. Te dará fuerzas para luchar en medio de la corrupción
Oración: Señor, que la injusticia y la maldad no me alejen de ti.