Texto publicado por Artexanita

Mis microrelatos -siete letras-

Desde la soledad de la cima se podía contemplar el inmenso mar de niebla.
Una sensación confortable de ingravidez le acompañaba, como un flotar, apenas rozando con sus pies la fresca y verde alfombra de hierba.
Un pensamiento llegó de súbito: -¡bajo aquel océano blanco, inmersos en él! el valle, con sus bosques, aldeas, ríos, animales y personas, percibían sus realidades cada uno o cada cual como buenamente podían o se permitían.
Pensó por un instante en la infinitud de vidas que transcurrían allá, entre la impoluta blancura. Sintió con ternura, como una verdad absoluta dentro de su corazón, que era parte y todo de cada una de las minúsculas gotas que juntas conformaban aquel mar níveo y vaporoso.
De pronto, allá a lo lejos divisó un tenue arco iris que comenzaba a formarse, lentamente, entre las montañas que emergían, asomando sus agudas cumbres.
Hasta su mente llegó un pensamiento: no encontraría mejor ni más perfecto soporte que aquel blanquísimo mar para realizar su obra, esa que hacía un tiempo rondaba por su cabeza. Si, sería su más sutil y colorista obra.
Con decisión se acercó a uno de esos pinos que crecían cerca… Cogió un puñadito de sus hojas y las ató formando un verde y suave pincel.
Luego fue impregnándolo con cada uno de los vivos y hermosos colores del recién formado arco iris y una a una dibujó primorosamente las siete letras…
Al fin, sobre el inmenso océano quedó impresa la palabra más divina y mágica de todas: ¡GRACIAS!
Artexanita