Texto publicado por Artexanita

Mis microrelatos -A su imagen y semejanza-

Si, ¡que orgullosa se sentía de su gran parecido!
¡Era tan igual a esa otra esfera, esa que surgía cada día por el horizonte e invariablemente se elevaba en la inmensidad azul!

En su fuero interno, ácido y dulce a la vez, intuía ser el fruto del Ser que le había dado la vida, Que hundía sus raíces en la profunda tierra, que alzaba sus ramas hacia el cielo, buscando el calor y la luz de aquella otra inmensa y radiante esfera.

De alguna forma intuía que se había nutrido de su savia, y ahora estaba allí, madura, con su delicioso jugo y nutrientes, con aquellos pequeños tesoros escondidos en su interior, que eran las semillas, el germen de una nueva vida.

De repente sintió que alguien le arrancaba de su protectora y querida rama, así, sin más, era separada de aquel ser que la había dado la vida, la había nutrido y cuidado durante toda su existencia.
A continuación fue despojada de su protectora cobertura, y supo, sería el alimento de aquella extraña criatura.
¡Pero no le importaba! pues de alguna manera sabía que en algún tiempo, en un futuro aún lejano, nacería como humano, idéntico a la criatura que ahora alimentaba.

Y tal vez, el humano que ahora comía con placer el delicioso fruto, en alguna parte de su Ser intuía, que en un tiempo del remoto pasado, experimentó la vida como un hermoso espécimen del reino vegetal. ¡Como un árbol, erguido al cielo, que alzaba sus ramas buscando la luz y el calor de aquella omnipresente y anaranjada esfera.

Artexanita