Texto publicado por Irene Azuaje

El médico nazi que mató a 100 personas sumergiéndolas en agua con hielo.

Sigmund Rascher buscaba tratamientos contra la hipotermia para pilotos
derribados en el océano.

Manuel Ansede 22 ENE 2019 - 12:14 CET.

Ciencia Diario EL PAÍS.

Sigmund Rascher, en el centro, estudia a un prisionero sumergido en agua con
hielo. Universal History Archive/Getty Images | epv

El médico nazi Sigmund Rascher hizo el mismo experimento con unas 300 personas.
Las sumergía en un tanque de agua con hielo, con el presunto objetivo de
estudiar los efectos del frío en el ser humano. “En cuanto la temperatura
corporal alcanzaba los 28 grados, los sujetos de estudio morían invariablemente,
pese a los intentos de reanimación”, escribió en su cuaderno un día de agosto de
1942. Sus “sujetos de estudio” eran 300 prisioneros del campo de concentración
de Dachau, cerca de Múnich. Y un centenar de ellos murió en el experimento, uno
de los más tétricos de la historia.

Un proyecto de la Universidad de Harvard está digitalizando el millón de páginas
mecanografiadas que custodia de los Juicios de Núremberg, los procesos
judiciales en los que se determinaron las responsabilidades de los dirigentes
nazis tras la Segunda Guerra Mundial. Un equipo de investigadores de EE UU y
Brasil ha analizado ahora los documentos de la primera causa, el llamado Juicio
de los médicos, para intentar cumplir “el deber moral hacia las víctimas del
Holocausto al recordar su destino”.

"En cuanto la temperatura corporal alcanzaba los 28 grados, los sujetos de
estudio morían invariablemente", escribió Rascher

El trabajo, publicado en la revista especializada World Neurosurgery, ofrece
detalles que ponen los pelos de punta. Rascher intentó simular las durísimas
condiciones climáticas a las que se enfrentaban los ejércitos del Tercer Reich
en el frente oriental, sobre todo los pilotos caídos en aguas gélidas. Muchas de
sus cobayas humanas eran prisioneros de guerra rusos, a los que consideraba más
resistentes al frío. “Las muertes solo ocurrían cuando el tronco cerebral y la
parte posterior de la cabeza también se enfriaban. Las autopsias de estos casos
letales siempre mostraban grandes cantidades de sangre libre, hasta medio litro,
en la cavidad craneal”, plasmó el médico nazi en uno de sus informes, incluido
en los Juicios de Núremberg.

“Los experimentos nazis se parecen mucho más a los experimentos con torturas de
animales que a veces llevan a cabo niños estúpidos que a cualquier tipo de
experimento científico realizado por investigadores serios”, opina Tobias
Mattei, neurocirujano de la Universidad de San Luis (EE UU) y principal autor
del nuevo estudio.

Sigmund Rascher había nacido en Múnich en 1909. Tenía 32 años cuando el
dirigente nazi Heinrich Himmler le encargó la coordinación de los experimentos
médicos con prisioneros en Dachau. En el invierno de 1942, el joven doctor
escribió una carta a Himmler para ponerle al día de sus avances en la búsqueda
de métodos para reanimar a personas sometidas al frío extremo. “Hasta la fecha,
he enfriado a unas 30 personas dejándolas desnudas al aire libre entre 9 y 14
horas, hasta llegar a una temperatura corporal de entre 27 y 29 grados. Después
de un tiempo, correspondiente a un viaje de una hora, he dado a estos sujetos un
baño caliente. Hasta ahora, todos los pacientes se han calentado por completo en
una hora como máximo, aunque algunos de ellos tenían las manos y los pies
blancos y congelados”, resumía Rascher.

Un prisionero pierde el conocimiento antes de morir en la cámara de
descompresión de Dachau. Sigmund Rascher.

En 2003, el biólogo Robert Pozos, de la Universidad Estatal de San Diego (EE
UU), relató en un libro que, en ocasiones, Rascher obligaba a mujeres
prisioneras a desnudarse junto a los hombres pasmados de frío. “En algunos
casos, las respuestas de los sujetos con hipotermia se medían mientras mantenían
relaciones sexuales con mujeres contra su voluntad”, aseguraba Pozos. Sin
embargo, el equipo de Tobias Mattei no ha encontrado los documentos históricos
que confirmen la existencia de esos experimentos.

Rascher probó siete métodos diferentes para reanimar a los prisioneros tras
sacarlos del agua con hielo. Ya en 1988, Pozos defendía emplear estos resultados
obtenidos por los nazis para orientar las modernas investigaciones sobre la
hipotermia y salvar vidas. Al neurocirujano Tobias Mattei, sin embargo, le
repugna “la mera idea de utilizar datos manchados de sangre”. Además, insiste,
“la gran mayoría de las investigaciones nazis con seres humanos no solo eran
escandalosamente inmorales, sino que también se basaban en justificaciones
científicas muy pobres y simplistas”. No hay nada que aprovechar.

En Dachau, el doctor Rascher también llevó a cabo experimentos con una cámara de
descompresión, con la que simulaba alturas de hasta 20 kilómetros. Unos 80
prisioneros, la mayoría de ellos clasificados como “criminales judíos
profesionales”, murieron dentro de la cámara, entre gritos y espasmos. A los
supervivientes, si había, se los sumergía inmediatamente en agua helada.

Sigmund Rascher ayuda a un prisionero a sumergirse en agua helada. USHMM.

“Después de un tiempo, los experimentos de congelación se suspendieron pero,
sorprendentemente, no por su inhumanidad y brutalidad, sino simplemente por su
inutilidad”, recuerda el equipo de Mattei, que incluye a investigadores de la
Universidad del Estado de Río de Janeiro y de la Universidad de California.

La documentación de Rascher fue clave en los Juicios de Núremberg, pero él no
llegó vivo a ellos. El médico nazi presumía de que su mujer, Karoline, mayor que
él, había tenido tres hijos después de cumplir los 48 años. Según pregonaba
Rascher, su familia demostraba que la población aria se podía multiplicar si se
extendía la edad fértil de las esposas. Sin embargo, su mujer fue arrestada tras
intentar secuestrar a un niño. La investigación reveló que sus tres hijos eran
comprados o robados. El 26 de abril de 1945, dentro del campo de concentración
de Dachau, Rascher fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento nazi.