Texto publicado por Urria Gorria

2018: un año marcado por la Resistencia de las mujeres

Introducción

Un año marcado por la resistencia de las mujeres
KUMI NAIDOO, SECRETARIO GENERAL

Hoy el mundo celebra el 70 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Este extraordinario documento, adoptado el 10 de diciembre de 1948, aglutinó a la comunidad internacional en una demostración de unidad sin precedentes, presentando por primera vez una declaración de derechos que se aplicaría a todas las personas y, con ello, golpeó el corazón de la injusticia en el planeta.

Concentración de activistas en favor del derecho al aborto el día en que el Senado argentino sometía a votación un proyecto de ley para legalizar el aborto, Buenos Aires (Argentina), 8 de agosto de 2018.
© Reuters/Marcos Brindicci

Varios decenios después, nos hallamos ante una economía global débil que genera pomposas figuras que usan el machismo, la misoginia, la xenofobia y la homofobia para aparentar que son líderes “duros”.
Esta situación es similar al auge del fascismo en la década de 1930 tras una depresión económica y su culminación en los horrores del Holocausto; una respuesta a estos hechos fue la Declaración Universal y su proclamación de que todas las personas “nacen libres e iguales en dignidad y en derechos”.

En 2018, hemos visto a muchos de estos líderes “duros” tratando de menoscabar el mismísimo principio de igualdad, la base del derecho de los derechos humanos, tratando de demonizar y perseguir a comunidades ya marginadas y vulnerables. Pero donde más ruidosa y visible ha sido la lucha por la igualdad este año ha sido en la lucha por los derechos de las mujeres.

EL PODER DE LAS VOCES DE LAS MUJERES

En 2018, en todo el mundo, las mujeres han estado en la vanguardia de la batalla por los derechos humanos.
En India y Sudáfrica, miles de mujeres tomaron las calles para protestar contra la violencia sexual endémica.
En Arabia Saudí e Irán, respectivamente, las activistas corrieron el riesgo de ser detenidas por oponerse a la prohibición de conducir automóviles y al uso obligatorio del hiyab.
En Argentina, Irlanda y Polonia, un gran número de mujeres se manifestó para exigir el fin de las leyes opresivas sobre el aborto.
En Estados Unidos, Europa y Japón, millones de ellas se unieron a la segunda marcha
#YoTambién encabezada por mujeres para exigir el fin de la misoginia y los abusos.
En el nordeste de Nigeria, miles de mujeres desplazadas se movilizaron reclamando justicia por los abusos que han sufrido a manos de los combatientes de Boko Haram y de las fuerzas de seguridad nigerianas.

No se puede destacar lo suficiente el pujante poder de las voces de las mujeres. Impulsada por gritos enérgicos que reclamaban que se respetasen de una vez los derechos de las mujeres, la ciudadanía de Irlanda votó de forma aplastante a favor de anular la prohibición del aborto.
En Arabia Saudí, las mujeres obtuvieron por fin el derecho a conducir.
En Islandia y Suecia, se aprobaron nuevas leyes que reconocen que las relaciones sexuales sin consentimiento constituyen violación.
En Estados Unidos, las acusaciones de conducta sexual indebida tuvieron repercusiones en todo el patriarcado de Hollywood, cuestionando décadas de impunidad.

LA TRISTE REALIDAD DE LOS DERECHOS DE LAS MUJERES

Pero no podemos celebrar el tremendo auge del activismo de las mujeres sin reconocer por qué necesitan luchar tan arduamente.
La cruda realidad es que, en 2018, muchos gobiernos apoyan abiertamente políticas y leyes que las someten y reprimen.
En todo el mundo, el 40% de las mujeres en edad de procrear viven en países en los que el aborto sigue estando estrictamente restringido, y alrededor de 225 millones de mujeres no tienen acceso a métodos anticonceptivos modernos.
Pese a la extensión del activismo,
El Salvador se negó a despenalizar el aborto en ninguna circunstancia y el Senado argentino votó por un estrecho margen en contra de un proyecto de ley que habría legalizado el aborto libre en las primeras 14 semanas de embarazo.

Al mismo tiempo, los responsables de las políticas de Polonia y Guatemala siguen propugnando leyes sobre el aborto más estrictas, mientras que en Estados Unidos los recortes de los fondos destinados a las clínicas de planificación familiar han puesto en peligro la salud de millones de mujeres.

Aunque la violencia de género afecta de forma desproporcionada a las mujeres, a las personas transgénero y a quienes no se ajustan a las convenciones de género, sigue siendo una crisis de derechos humanos que los políticos continúan ignorando.
En julio, Bulgaria decidió no ratificar el Convenio de Estambul, un tratado europeo para prevenir y combatir la violencia en el ámbito familiar y la violencia contra las mujeres, después de que su Tribunal Constitucional lo declarase “inconstitucional”.
En agosto, Luxemburgo se convirtió en el Estado número 33 que ratificaba el Convenio; aun así, incluso con un número relativamente alto de Estados europeos que han firmado comprometiéndose a cumplirlo, las estadísticas siguen mostrando un panorama sombrío.

Según los datos, una de cada 10 niñas en el mundo sufre una agresión sexual antes de los 20 años, mientras que sólo un tercio de los países de la Unión Europea reconocen que las relaciones sexuales sin consentimiento constituyen violación.
En otros países, en entrevistas con Amnistía Internacional, mujeres de zonas afectadas por conflictos de Nigeria, Irak, Sudán del Sur y Myanmar describieron los horrores de la violencia sexual que han sufrido, a menudo a manos de las fuerzas de seguridad de su propio país.

En todo el mundo, las mujeres que experimentan capas de discriminación entrecruzadas —basadas en su orientación sexual, identidad de género, etnia, raza o estatus socioeconómico— están expuestas a sufrir violaciones de derechos humanos adicionales de carácter único.
En Somalia, las mujeres con discapacidad suelen ser sometidas a matrimonios forzados y a violencia en el ámbito familiar.
En Canadá, las mujeres indígenas tienen seis veces más probabilidades de ser asesinadas que el resto de la población femenina.

En los movimientos de mujeres y de derechos humanos tenemos que hacer más para reconocer cómo estas formas de discriminación entrecruzadas afectan a la vida de las personas y garantizar que se escuchan las voces de las más marginadas.

En respuesta a la resistencia y el activismo de las mujeres, grupos contrarios a los derechos de Latinoamérica y Europa han adoptado una nueva táctica de represión: tildan a feministas y activistas LGBTI de “impulsores de una ideología de género” que, según ellos, representa una amenaza existencial para el “matrimonio y los valores de la familia”. Estos grupos tratan a menudo de silenciar a las mujeres y a las personas LGBTI que defienden los derechos humanos con métodos como campañas de comportamientos abusivos en Internet.
Así, las personas de todos los géneros que luchan contra la desigualdad de género libran también la batalla adicional de defender su derecho a alzar la voz.

La investigación realizada por Amnistía Internacional este año —uno de los primeros estudios de esta clase sobre derechos humanos y violencia contra las mujeres en Internet— confirma una verdad que conocen muchas mujeres: que las plataformas de redes sociales son al mismo tiempo una bendición y una maldición. Empresas y gobiernos han fallado estrepitosamente a la hora de proteger a las usuarias de una avalancha de conductas abusivas en Internet, lo que ha hecho que muchas mujeres, en concreto, se autocensuren e incluso abandonen definitivamente estas plataformas.

En cambio, en algunas partes del mundo, las redes sociales han dado más relieve a las peticiones de las mujeres de igualdad en el trabajo, una batalla que, pese a librarse desde hace décadas —siglos incluso—, obtuvo una atención renovada durante el año en llamamientos para reducir la brecha salarial de género, que actualmente es de un 23% global.

En el mundo, las mujeres no sólo reciben de media un salario inferior al de los hombres, sino que tienen más probabilidades de hacer trabajos no remunerados y de trabajar en empleos informales, inseguros y no cualificados.
Gran parte de estas condiciones se deben a unas normas sociales que consideran que las mujeres y su trabajo tienen una categoría inferior.

Sin igualdad en el trabajo, las mujeres seguirán soportando las peores consecuencias de la frágil recuperación económica del mundo.
Según informes, en Reino Unido las mujeres han padecido el 86% de las consecuencias de las medidas de austeridad impuestas desde 2010 debido a su dependencia de las prestaciones de la seguridad social.

Durante la mayor parte de la historia, las mujeres han estado atrapadas en un ciclo de discriminación impulsado por las jerarquías y las normas de género. La participación política de las mujeres es esencial para luchar contra las leyes que afianzan la desigualdad social y económica. Aunque en 2018 hubo un número sin precedentes de mujeres que se presentaron a cargos públicos, los avances siguen adoleciendo de una lentitud desesperante.
En la actualidad, sólo el 17% de los jefes de Estado o de gobierno y el 23% de los miembros de Parlamentos son mujeres.

2019: UNA OPORTUNIDAD PARA EL CAMBIO

El 70 aniversario de la Declaración Universal es una oportunidad para reflexionar sobre lo que fue un logro trascendental para todas las mujeres y hombres que participaron en su creación. La intervención activa de una mujer —Hansa Mehta— fue fundamental para conseguir cambiar la redacción del artículo 1 de la Declaración, de “Todos los hombres nacen libres e iguales” a “Todos los seres humanos nacen libres e iguales”.
Y Hansa Mehta tenía razón al preocuparse por la posibilidad de que las mujeres fueran excluidas de las protecciones de los derechos humanos. Ahora, 70 años después, seguimos luchando para que los derechos de las mujeres sean reconocidos como derechos humanos.

Una de las medidas más urgentes que deben adoptar los gobiernos para abordar esto es comprometerse realmente con la declaración internacional de derechos de las mujeres —la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer— y garantizar, mediante su implementación en el ámbito nacional, que las mujeres no sufren discriminación ni violencia.
La Convención sobre la Mujer es el segundo tratado de derechos humanos más ratificado, con 189 Estados partes. Pero los gobiernos deben dejar de apoyar los derechos de las mujeres sólo de palabra.

Si la innegable oleada de activismo de las mujeres demuestra algo este año es que la gente no va a aceptarlo. Y nosotros y nosotras tampoco. En 2019, Amnistía Internacional aumentará las actividades de cabildeo para garantizar que los gobiernos abandonan sus reservas a la Convención sobre la Mujer con efecto inmediato y toman las audaces medidas necesarias para hacer plenamente efectivos los derechos de las mujeres. Ahora más que nunca debemos estar con los movimientos de las mujeres, amplificar las voces de las mujeres en toda su diversidad y luchar por el reconocimiento de todos nuestros derechos. Espero que sumen sus voces a las nuestras.

Kumi Naidoo

Simpatizantes LGBT huyen de los gases lacrimógenos disparados por la policía, tras haber intentado llegar en manifestación a la plaza Taksim de Estambul (Turquía), 25 de junio de 2017.
En 2017 las autoridades prohibieron, por tercer añoconsecutivo, el desfile del Orgullo LGBT. Los organizadores desafiaron la orden y la gente intentó llegar a la plaza Taksim, pero una nutrida fuerza policial les salió al paso. Se utilizaron gases lacrimógenos para dispersar a la multitud, y varias personas fueron detenidas.
© Chris McGrath/Getty Images

Fuente:
Introduccion titulada:"un año marcado por la resistencia de las mujeres" escrita por KUMI NAIDOO, SECRETARIO GENERAL de Amnistia Internacional, en el libro titulado: "Derechos Hoy".