Texto publicado por Fer

No soy más tu primo

Cuando somos niños, nuestro lenguaje es tan inocente como nosotros mismos. Lo manejamos mal, en muchos casos. Si me peleo con un hermano, le digo que no soy más su hermano, que no lo quiero más. Es mentira. Lo digo porque soy un niño, porque es un momento de enfado, de berrinche típico de niño. Ese hermano y yo, seremos siempre hermano. Mi primo será siempre mi primo, mi madre será siempre mi madre.
Si yo tengo una discusión con un primo y le hago enfadar, me dice que ya no es mi primo, que ya no me quiere. Muy a su pesar, mentira será, porque es familiarmente mi primo. Es decir, sanguínea y legalmente es mi primo de todas formas, a pesar que la relación sea un poco más lejana que la de un hermano, por ejemplo, que vive en tu casa hasta que crece y hace su vida. Pero es mi primo, es decir, si yo me estoy muriendo en la sala de un hospital y el resto de mi familia murió, por dar un ejemplo, a mi primo le correspondería por ley ocuparse de su primo, más allá de la poca relación afectiva que haya, a menos que claro, hagamos el lamentable trámite del desvínculo legal. Ahora no será la ley quien lo jodiera, sino la consciencia, tal vez. A pesar de que un hermano, un primo, una tía o un tío tengan poca relación afectiva con nuestra persona, es nuestro familiar.
Muchas veces de niños y adolescentes hacemos el berrinche del año a nuestros padres. No los queremos más, los mandamos a cagar, no logramos entender que en realidad nos están aconsejando por nuestra mejor vida, y son ellos los que saben. No nos damos cuenta que son nuestros padres y quieren lo mejor para nosotros, o al menos, lo intentan, porque son nuestros padres y nos conocen mejor que nadie. Pero nosotros, rebeldes, desagradecidos, no estamos de acuerdo, no podemos entenderles, seguimos firmes en nuestra postura de niños y adolescentes y la relación se torma tensa, fría. Nos cagamos en nuestra madre o nuestro padre. No los queremos más, o eso les decimos. Si no, sentimos que ellos no nos quieren, porque no nos comprenden, no nos entienden, no nos damos cuenta que somos nosotros los que no comprendemos la vida. Nosotros estamos en un mundo de cristal, del cuál, seamos francos, no queremos salir.
Por supuesto, hay padres que no les dan a sus hijos el amor que les corresponde, tristemente, e hijos que no tuvieron la suerte de conocer el amor paternal. Existen también los hermanos que en apariencia se odian, primos que se llevan mal, tíos brujos, abuelas brujas. Hay de todo, y si un familiar con un mal corazón quisiera, se desteta legal y afectivamente de ese familiar al que aborrece. Sí, y lo hace sin ningún escrúpulo, sin importarle lo que piense absolutamente nadie.
Existen, además, amigos, amigas, novios y novias que, sin formar parte de tu familia sanguínea, siempre están a tu lado. Si tenés una enfermedad terminal y estás por morirte, están ahí, a pesar de no ser de tu sangre, pues te dan un amor que a lo mejor podés sentir más grande que en miembros de tu propia familia. Te acompañan a donde quieras, si te tienen que decir que no en algo o no están de acuerdo te lo dicen, justamente porque te quieren como te debe querer una madre o un familiar que te quiere como corresponde, pero siempre intentan apoyarte y comprenderte. no son de tu sangre, pero por el amor que hay entre sí, se vuelven de la familia. Y es ahí cuando salen juntos, van a sus respectivas casas, incluso se quedan a dormir en la casa del otro, y se vinculan a la familia del amigo o la pareja. Porque la relación funciona, se vuelve relación de familia. Y tu amigo, tu amiga, tu pareja, te acepta tal como sos. Te abraza, te mima, charla con vos, si está en desacuerdo te lo dice, e intenta cuidarte como te cuidaría un miembro de tu sangre, siempre que te quiera de verdad, claro. Y, sin estar atado a tu persona por unos ridículos papeles, ni por una aún más ridícula iglesia (salvo que fuera tu esposa o esposo y se hayan casado que ahí cambió todo) está constantemente encima tuyo, claro, haciendo su vida al mismo tiempo que vos hacés la tuya, acompañándote en todo moment. Y esto da mucho que pensar, ya que podría pensarse que vos y tu amigo son hermanos, que tu pareja te parió o creció a tu lado porque te conoce tan bien, que hasta puede superar a tu madre. Pero la familia es la familia, y en realidad, a pesar de que por el poco vínculo afectivo que hay queramos dejar de ser padres, hijos, hermanos, primos, lo seguiremos siendo hasta que cometamos la crueldad del desvinculamiento, o muéranos, o muera ese miembro familiar a quien no queremos.