Texto publicado por Ana Fernández

Romance del niño solo de Carlos Abregú Virreira

El niño no tuvo infancia
peros de llenó de sueños.
Con ellos jugando anduvo
por los valles y los cerros.

Con sombras de soledad
forjó sus gigantes, luego;
y con los árboles hizo
corro de monjes y legos.

En el lomo de la tarde
cabalgó tras la quimera.
Y en noches de luna estuvo
pintando en blanco la aldea.

Barcas livianas y azules
miró en las nubes ligeras,
y con velas de la lluvia
limpió tristezas eternas.

Música de sol y luna
oyó detrás de la reja
donde el llanto de las horas
hilvanó pena tras pena.

Y en oleajes de infinito
se hizo amigo del silencio.
El niño no tuvo infancia
pero se llenó de versos.

Después los hombres la hablaron
en un lenguaje altanero
que de nada le servía
para andar por valle y cerro.

Entonces llamó se angustia
a los gigantes de negro
que en los antros de la noche
deambulaban con el miedo.

Y su voz se hizo plegaria
y su verso se hizo ruego,
pero ni vientos ni lluvias
nunca más le respondieron.

¿Por qué se mezcló en la vida
el niño que, desde lejos,
trajo en el alma desnuda
enorme carga de sueños?

De este pobre desdichado
ni viejas memorias quedan.
Por andar entre los hombres
se olvidó de las estrellas.