Texto publicado por Irene Azuaje

Supersticiones gastronómicas de ayer y hoy.

No brindar con agua, plantar huevos o usar ajos como protección especial son
solo algunas de las numerosas supersticiones ligadas a la gastronomía
Autor: Por LAURA CAORSI

Fecha de publicación: 11 de diciembre de 2017.

Una superstición, según la Real Academia Española (RAE), es una creencia
"contraria a la razón"; es decir, una convicción sin fundamentos ni pruebas que
la sustenten. Vivimos rodeados de ellas, como cuando creemos que abrir un
paraguas dentro de casa, pasar debajo de una escalera o romper un espejo pueden
atraer la mala suerte. Suena ridículo cuando se piensa (¿qué tendrá que ver un
paraguas con la buena fortuna?), pero muchas veces se evita este tipo de
situaciones "por las dudas". Los alimentos no son ajenos a este mundo de magia y
misterio y protagonizan numerosas supersticiones. En este artículo se reseñan
algunas, antiguas y modernas, que influyen en nuestro comportamiento "por si
acaso".

Las supersticiones gastronómicas de antaño están relacionadas con los alimentos
cotidianos y básicos: agua, pan, huevos, sal... Las supersticiones modernas
también; tocan frutas, cereales, té, café... Quizás por ello conviven tan bien
con nosotros y entre ellas, y, así como nos mojamos la frente con el vino que se
derrama en la mesa, nos bebemos el zumo de naranja a todo correr tras exprimirlo
para que no pierda vitamina C.

Ajo, vampiros y superpoderes

Los ajos protagonizan muchas supersticiones en distintas partes del mundo. La
más conocida -y extendida- es que pueden ahuyentar a los vampiros y a todo tipo
de demonios. Esta creencia procede de la literatura, más en concreto de
'Drácula', el libro escrito por Bram Stoker a finales del siglo XIX. Tener en
casa una ristra de ajos se considera que da protección y buena suerte.

En la actualidad, se dice que el ajo posee otros poderes: propiedades más
potentes que las de muchos medicamentos para curar resfriados o mejorar la salud
arterial. Sin duda, el ajo es un alimento sabroso y saludable, pero, como señala
el dietista-nutricionista Julio Basulto, "su fama como píldora mágica no se
corresponde con las evidencias científicas disponibles".

Entre plantar huevos y darles plantón

Una superstición muy antigua relaciona los huevos con la lluvia: se dice que
este alimento tiene el poder de impedir que llueva un día determinado (por
ejemplo, el día de la boda). Esta creencia tiene ligeras variantes, que van
desde plantarlos o colocarlos en las esquinas de la habitación más grande de la
casa, hasta llevarlos a un convento de clarisas.

Durante buena parte del siglo XX, se ha creído que los huevos aumentaban los
niveles de colesterol. Por tanto, además de plantarlos para que no lloviera, se
les ha dado plantón, disminuyendo su consumo. Ya en abril de 1997, un riguroso
estudio publicado en la revista American Journal of Clinical Nutrition observó
que la ingesta de huevos no eleva de forma relevante el colesterol sanguíneo.
Las investigaciones actuales no solo desmitifican la arraigada creencia de que
"el colesterol del huevo es perjudicial", sino que ponen de relive las bondades
nutricionales de este alimento.

Que se caiga la sal: ¿mal augurio o buena noticia?

Basta oír la frase "¡Ay, no! Se me ha caído la sal", para que se desate una
pequeña crisis de superstición en la cocina. "¡Rápido, coge un poco con la mano
derecha y échala sobre tu hombro izquierdo, hacia atrás!". Este es,
supuestamente, el antídoto para evitar que la mala suerte persiga siete años a
quien la ha derramado.

El origen de esta superstición no está muy claro, aunque es bastante probable
que tenga que ver con el valor que antaño tenía la sal. Y es que esta sustancia
es un ingrediente muy importante en la historia: en la gastronómica y en la
comercial. En la antigüedad era un mineral caro y apreciado. Tanto es así que a
los funcionarios y soldados romanos se les pagaba una parte de su sueldo en
bolsas de sal. Esas bolsas, llamadas salarium, son el origen de la palabra
"salario".

Las cosas han cambiado mucho. Hoy la sal es uno de los ingredientes más
económicos del mercado y, además, tiene una presencia excesiva en la
alimentación, en general de manera oculta. Según la Agencia Española de Consumo,
Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN), reducir la ingesta de sal a cinco
gramos al día evitaría cada año unos 20.000 accidentes cerebrovasculares y unos
30.000 eventos cardiacos. No hay que olvidar que el 45% de los infartos y el 50%
de los ictus están asociados al consumo excesivo de sal. De ahí que el hecho de
que se "caiga" la sal ya no es un mal presagio, sino una excelente noticia.

Brindar con agua, derramar vino en la mesa

Brindar con agua y derramar vino se considera de mala suerte. Ambas
supersticiones son muy viejas y no tienen ningún tipo de fundamento. Sin
embargo, siguen condicionando la manera de comportarse en la mesa. No hay más
que ver la urgencia con la que unos y otros se mojan la frente con el vino que
se ha caído sobre el mantel o la preocupación por asegurarse de que todos los
comensales brinden con algo de alcohol, incluso embarazadas y abstemios. "Solo
para bindar", "te mojas los labios y ya está", "un poquito, nada más"... con un
goteo de frases como estas, todas las copas acaban llenas de vino, sidra o
cerveza. Y todos, bebiendo más de la cuenta.

Un interesante estudio realizado por un consorcio de investigadores, entre los
que se encuentra la Universidad Complutense de Madrid (UCM), ha estimado que, de
media, los españoles beben 9,5 litros de alcohol puro al año. El trabajo, que
tuvo en cuenta tanto registros de ventas de alcohol como encuestas de compras y
consumo, revela que los datos de unas y otras fuentes no coinciden, entre otras
razones, "porque los españoles reconocen menos de la tercera parte de lo que
beben".

Así las cosas, conviene recordar que brindar con agua no trae mala suerte. Y, de
paso, añadir que tampoco tiene por qué ser aburrido. Hay muchas maneras de dar
un toque distinto al agua o de preparar cócteles sin alcohol si se quiere hacer
algo especial.